lunes, 13 de diciembre de 2010

mc, seleccionario dos


EL NACIONAL - Sábado 27 de Junio de 2009 Cultura/6
ENTREVISTA
No más de una cuartilla es la obra más reciente del historiador
El diario de Manuel Caballero está repartido en ensayos cortos
El nuevo libro de la biblioteca del sello Alfa que lleva el nombre del autor se pasea por infinidad de temas
MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

Manuel Caballero es un escritor que no le tiene miedo al fantasma de la página en blanco. Tal valentía viene de la costumbre de pasarse la vida garrapateando letras y eso lo hace un fértil autor, con decenas de títulos en las librerías.

Acaba de publicar, en la biblioteca del sello Alfa que lleva su nombre, No más de una cuartilla. Trescientos ensayos, en el que aborda 3 centenas de ideas que convierte en pequeños ensayos con la fórmula periodística de las 25 líneas, o los 5 párrafos cortos.

"La diferencia entre el artículo periodístico y el ensayo es que el periodista vive la emoción de un día y el ensayista reflexiona sobre eso", dice Caballero, que ha hecho lo suyo en el oficio de la noticia rauda.

Tan incansable es el trabajo literario diario de Caballero, que dentro del mismo libro anuncia que podrían seguirle secuelas: "Al armar un libro con estos ensayos, quisiera pensar que se trata de una primera serie. No sé si sigan otras, porque todos mis proyectos tropiezan siempre con la oposición de la madre de todos los vicios", escribe en la página 44, de las 160 que tiene la obra.

Para un autor que todos los días practica el lema de Plinio el Viejo, Nulla dies sine linea ­que traducida al castellano significa que "no pase ni un día sin (leer o escribir ni) una línea"­, un libro así es un trabajo de muchos años. Las 300 cuartillas son ideas que después desarrolló en obras más largas o que se mantienen en forma de apuntes de literatura, política, historia.

Pero Caballero advierte que en la edición se cuidó de hacer en cada uno un razonamiento redondo: "No es un cajón de sastre; tampoco apuntes que voy tirando allí. Digo en cada uno de esos pequeños ensayos lo que puedo decir en un libro, éste es el núcleo de la idea", apunta.

Aunque escribe todos los días, Caballero no tiene la costumbre de llevar un diario literario. En su íntimo panteón de letras descubre dos tipos de escritores. Uno es como Franz Kafka, que escribió para guardar y a quien publicaron sus familiares después de su muerte, y el otro es como Jorge Luis Borges, que publicó todo lo que escribió.

"Miguel de Unamuno decía que el español, al revés del francés o del inglés, era muy poco dado al diario íntimo. En cambio, era más dado al diario `éxtimo’, en el sentido de que escribe para publicar", dice.

La proeza de No más de una cuartilla es que por lo menos una ­con seguridad muchas más­ de las ideas que contiene la publicación motivará en el lector una reflexión.

Tras las huellas de la historia. Aún no habían salido impresas sus tres centenas de cuartillas, cuando Caballero comenzó a trabajar en un libro que, por ahora, se titula Historia de los venezolanos y se dedica a la crónica del siglo XX, el cual no se sabe si en broma o de verdad ­porque él mismo dice que le gusta "echar broma"­ ha llamado "el siglo de la paz".

Por el momento, la obra está concebida en cinco partes, que completarían cerca de 400 o 500 páginas, según el autor.

La primera se llama "Venezuela se baja del caballo", y alude al fin de la guerra civil (de 1899 a 1903). La segunda, "El Estado soy yo", trata de la formación del Estado bajo el gomecismo ­una de las épocas predilectas del autor de Gómez, el tirano liberal (1993)­.

"La invención de la política" comienza con la Generación de 1928 y se extiende hasta el 18 de octubre de 1945, cuando Acción Democrática y un grupo de oficiales descontentos le dan un golpe de Estado a Isaías Medina Angarita y asume el poder la Junta Revolucionaria de Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt.

La cuarta parte del libro se titula "Los 13 años de octubre", pues trata de las consecuencias políticas del golpe y finaliza con lo que Caballero llama la "República civil", la cual ha dividido en dos: el ascenso y la caída.

El lector no dejará de sorprenderse al ver el mundo que puede contener una cuartilla.

Y es que estos mínimos ensayos, más que estar escritos por el historiador que todos conocemos y por el afamado periodista que leemos cada domingo, están redactados por un humanista que, por serlo, nada de lo humano le es ajeno...


EL NACIONAL - Sábado 15 de Agosto de 2009 Papel Literario/12
Tres ensayos de Manuel Caballero
Delicioso, perspicaz y penetrante, Manuel Caballero ha publicado No más de una cuartilla. Trescientos ensayos (Editorial Alfa, Caracas, 2009), en el que despliega la amplia cultura, el sentido del humor y la fl uida escritura que es una constante expresión a todo lo largo de su obra. Las piezas aquí incluidas son apenas tres ejemplos de la riqueza que guarda el libro
Manuel Caballero

Garmendia en Barquisimeto
En las primeras novelas de Salvador Garmendia, el personaje es bastante evidente: es Caracas. Pero al avanzar en la vida, buscó regresar a la infancia, a sus primeros años. Recuerdo que alguna vez hablábamos sobre Barquisimeto, y él decía que se le antojaba un tanto sosa, sin misterios: aquellas calles rectas, cortadas en damero, sin el menor recoveco, ni un alero donde guarecerse del implacable sol. Es lo que dice uno de los personajes de su Capitán Kid: una ciudad tan plana que si uno dejaba una bola de plomo en uno de sus extremos, allí permanecería para siempre sin moverse. Por otra parte, si algo detestaba de Barquisimeto (debo decir que detestábamos) era la ausencia de un segundo piso: una ciudad de casas sin escaleras, tan alejada de aquellos misteriosos caserones que leíamos en las novelas y a veces hasta veíamos en el cine. Con el tiempo, Salvador venció ese aborrecimiento de su ciudad natal, y eso dio como resultado uno de sus libros más emblemáticos: las Memorias de Altagracia. Allí hay algo que me llamó la atención: el carácter casi fetichista de un cuadro en la pared, cuyo tema carecía de personaje, e incluso de un paisaje que se pudiera ligar con nuestra tierra: era una marina.

Me respondió: "es algo que tú sabes, porque lo has vivido. Se trata de la nostalgia del mar". En efecto, era ese un mar que buena parte de nuestra generación vino a conocer cuando bordeaba los veinte años.

El intelectual y el artista
Cuando se dice que en Uslar el intelectual cubre siempre al artista puro, se está aludiendo al hecho de que sobre su novelística pesa mucha, acaso demasiada, historia, la que se escribe y la que se vive. Lo primero hace que sea en nuestro país el primer (en todos los sentidos) cultor de la novela histórica, desde esas mismas Las lanzas coloradas publicadas casi como opera prima. Como algunos le reprochan que lo haga en política, en su escritura Uslar está siempre à la recherche du temps perdu. Busca en toda su obra reconstruir el tiempo perdido de Lope de Aguirre, el de Juan de Austria, el de Simón Rodríguez, el de los "grandes cacaos" aniquilados en la guerra de Independencia. En letras y hombres de Venezuela, acuñó el término "realismo mágico"; pero en sus novelas se impone siempre la realidad "real" sobre la magia. Y eso que ningún escritor venezolano de ficción ha estado nunca tan cerca de alguien que encarnaba ambas cosas: en su infancia, Uslar veía casi a diario a un hombre con fama de brujo, pero que como nadie, era la historia. Veía a Juan Vicente Gómez. Sobre Uslar pesa mucho, muchísimo, esa historia de Venezuela de la cual él forma parte, se podría decir, desde sus genes. Aunque descienda de un guerrero, sobre la pluma de Uslar planea el espanto de la degollación de las élites económicas, sociales y culturales en y desde la guerra de Independencia.

¿Regalo de quién?
El mayor regalo que el siglo XX hizo a los venezolanos no ha sido el petróleo, sino la paz. Sobre todo porque esa frase se puede enunciar de manera inversa: la paz es el mejor regalo que los venezolanos han hecho al siglo XX.

Hay quienes atribuyen esa paz a la riqueza petrolera, otros, a la férrea mano de Juan Vicente Gómez. Ninguna de las dos cosas es cierta. Entre el final de las guerras civiles y el descubrimiento del primer pozo tan productivo, el "Zumaque 80", median once años; la paz, entonces, llegó antes que el petróleo.

La paz no es entonces un regalo del petróleo; pero tampoco, y aquí viene la tentación de decir que mucho menos, del Benemérito. Porque él, a Dios gracias, se extinguió hace tres cuartos de siglo, y sin embargo la paz no ha podido ser rota, pese a algunos episodios sangrientos, incapaces de destruir una sociedad como sucede en una guerra. Eso coincide con el proceso de la nacionalización de la democracia, o sea la conversión de ésta en una tendencia del pueblo todo y no sólo de sus élites dirigentes. Sobre todo a partir de 1936, en la mentalidad popular, el Estado va dejando de ser percibido como un conjunto de organismos gubernativos sin contacto con el pueblo, y pasa a serlo como una fuerza controlable por la sociedad: es la democracia.


EL NACIONAL - Viernes 13 de Marzo de 2009 Sociedad/6
DEBATE
El gobernador García Carneiro fue quien propuso que la entidad se llame Gual y España o Guaira
Historiadores rechazan la propuesta de cambiar el nombre del estado Vargas
Especialistas aseguran que la medida es injusta con la memoria del primer presidente civil de Venezuela
VICTORIA CARRASCOSA


La propuesta del gobernador del estado Vargas, Jorge Luis García Carneiro, de realizar un referendo para cambiarle el nombre a la entidad y rebautizarla como Gual y España o Guaira a secas, es rechazada por varios historiadores venezolanos.

El escritor Rafael Arráiz Lucca afirma que aunque reconoce que Manuel Gual y José María España fueron mártires de la Independencia, la medida representa un agravio a la memoria de José María Vargas.

Arráiz no se explica cómo se pudo haber llegado a esta propuesta, si Vargas es un hombre de altísimas calificaciones científicas, médicas y públicas.

"Quizás García Carneiro y el presidente Chávez desconocen que Vargas fue el albacea testamentario de Bolívar y quien trajo los restos del Libertador de Santa Marta en 1842".

María Soledad Hernández, del Centro de Investigación de la Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello, opina que la reconstrucción del estado Vargas es una necesidad ingente, que tendría que colocarse mucho antes de algo que considera trivial, como un cambio de nombre. Aunque la especialista no encuentra una razón válida para justificar la iniciativa, expresa que un gobierno militar como el actual desestima la labor de un civil como lo fue Vargas.

Hernández hace una analogía entre la propuesta de cambio de nombre y la Revolución de las Reformas en 1835, y alega que en ambas oportunidades los militares atentaron contra una figura civil.

Manuel Caballero, individuo de número de la Academia de la Historia, manifiesta que si se le cambia el nombre al estado Vargas, se le debería colocar Pedro Carujo, haciendo alusión al uno de los jefes de la Revolución de las Reformas, que en 1835 derrocó el gobierno de Vargas.

Registros históricos evidencian que en el momento en que los militares se disponían a apresar al presidente, Carujo le dijo a Vargas: "El mundo es de los valientes", a lo que éste le respondió: "El mundo es del hombre justo".

No es desestimar. Jesús Cumare, cronista del estado Vargas, explica que el cambio de nombre de la entidad a Guaira tiene que ver con la identidad de sus habitantes y no es un intento por desestimar la labor de José María Vargas. Sostiene que en 1998, cuando se creó el estado Vargas, nunca hubo una discusión del nombre y el pueblo no lo asimiló. "Siempre nos hemos identificado como guaireños y no varguenses", asevera.

Con respecto al nombre Gual y España, Cumare expresa que es una iniciativa de García Carneiro, quien alega que son personajes olvidados de la historia. Sin embargo, el cronista asegura que con este nombre la distorsión entre aquellos que se identifican como guaireños seguiría.

Arístides Medina Rubio, profesor en historia, asegura que el nombre Vargas es un nombre legítimo porque José María Vargas nació en dicho estado.

"Él fue un hombre honorable, pero si el estado se llamara Rómulo Betancourt o Rafael Caldera, yo se lo quitaría", expresa.

Sin embargo, asegura que los nombres Guaira o Gual y España son igual de legítimos.

Cumare destaca que la propuesta está supeditada a una consulta pública, que podría realizarse antes de que finalice el año. "Se realizarán foros de debate para que los habitantes de la entidad lleven propuestas de nombres y que sea el pueblo quien decida", agregó.


EL NACIONAL - Domingo 16 de Mayo de 2010 Siete Días/7
Un café con Manuel Caballero
SIMÓN ALBERTO CONSALVI

Manuel Caballero no va a misa desde que tenía 7 años de edad, cuando hizo la primera comunión. No le pregunto si es ateo porque me abstengo de poner a los amigos en ascuas. Si yo fuera Saramago (delirio extravagante) y hubiera escrito la gran novela Caín, diría que Dios suele ser generoso con quienes no creen en él: Manuel está otra vez en luna de miel, y no hay mejor prueba de existencia del Altísimo.

El historiador tiene una colección de arte popular con la imagen de la Divina Pastora, y le pregunto si es un signo de fe. "Nunca le pido nada ­dice­. De hecho, nunca rezo.

Pero ella es tan generosa conmigo, que se la pasa haciéndome milagros: solidaridad de paisanos, supongo". Entre guaros, obvio.

--¿Has pensado alguna vez en que los pecadores van al infierno? --Pero también los justos: ¿no estamos en este país desde hace once años pagando justos por pecadores? Manuel acaba de escribir Historia de los venezolanos en el siglo XX, editado por Alfa.

--¿De qué se trata, en pocas palabras? --Un intento de escribir la historia de los venezolanos en el siglo XX ­responde­. ¿Por qué no "Historia de Venezuela"? Por dos razones: la primera, porque es en el siglo XX que podemos llamarnos venezolanos, por haber logrado la integración como nación, y conciencia de serlo. La segunda, porque "Historia de Venezuela" remite a un texto descriptivo, cosa que trato de evitar: mi libro intenta combinar información y reflexión.

--Al escribir esa historia, ¿te movió la pasión política o la histórica? --Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario: lo que me movió fue la pasión de comprender el porqué de su prolongada influencia en el siglo XXI.

--Dame tres nombres de los venezolanos que marcaron ese siglo...

--Los dos primeros ya tú los conoces, porque he escrito sendos libros sobre ellos: Juan Vicente Gómez, el fundador del Ejército nacional y del Estado moderno; Rómulo Betancourt, por haber "nacionalizado" a los venezolanos en 1945.

Sobre el tercero, el historiador no tiene un nombre, y explica: --En cuanto al tercero, la lista es más amplia: figuran allí Rafael Caldera, por haber creado (y destruido) la democracia cristiana y convertido así un conservatismo arrinconado y endógeno en una organización de masas; Carlos Andrés Pérez, por no haberse dejado tumbar en el 92 y haberse dejado tumbar en el 93: en ambos casos, por evitarnos la guerra civil; Rómulo Gallegos, Jesús Soto y José Antonio Abreu, por haber trascendido las fronteras nacionales y demostrado que la mayor gloria no es necesariamente la de las armas.

--Siempre has dicho que el 14 de febrero de 1936 nació la democracia venezolana. ¿Por qué lo sostienes de manera tan categórica? --Porque para mí la democracia no es la sucesión de gobiernos democráticos, sino la conciencia popular de su propia fuerza, como lo demostró por primera vez en esa fecha. Esta no es una afirmación siempre elogiosa, porque esa conciencia y esa fuerza no las emplea el pueblo siempre derechamente. De hecho, como lo afirmo en mi libro, la democracia no "se derrumbó" en 1998: ella está vivita y coleando, sólo que ahora nos está mostrando su peor cara. Es por eso que, en mi libro, pongo la política por encima de la democracia.

--Luego de escribir la historia del siglo XX, ¿cómo lo juzgarías en el contexto general de la historia venezolana? --Es el siglo de la paz y de la democracia ­dice el historiador con convicción­, pero sobre todo es el siglo de la política. Las tres cosas nos han hecho vivir una de las etapas más brillantes de nuestra historia.

Le pregunto a Manuel cómo imaginaría a Venezuela sin petróleo; desdeña la pregunta y me dice, simplemente, que no lo sabe ni le interesa saberlo: "Yo no practico lo que la insondable erudición de Luis Castro Leiva llamaba `contrafactualidad histórica’, la historia es lo que es, no lo que debió haber sido". Santa palabra. Persisto en el ejercicio imaginario y le pregunto al historiador por el futuro que se aproxima en este ambiguo siglo XXI, y me da sus claves, como quien no le hace concesiones a las fantasías ni elude lo extravagante de estas realidades: --No soy profeta ni iluminado. Parto de la base de lo que hemos vivido en el siglo XX, y sobre eso decimos que en el XXI seremos actores y testigos de la misma situación que hemos vivido hasta ahora: la lucha entre la política, o sea, el reino de la imaginación, y la peste militar, o sea, el reino de la estupidez. Si Venezuela quiere ser un país y no sólo "un gentío" debemos vacunarnos contra esto último. Pero sabiendo que siempre estará presente, buscando aniquilarnos. A Dios gracias, porque si no, este sería un país muy aburrido.

Finalmente, menciono lo inevitable, qué piensa de la adulteración o la llamada "reescritura" de la historia. Y así concluye este café: --Maxime Rodinson escribió que cada generación vuelve a escribir la historia, a la luz de sus preocupaciones presentes. Pero lo que la peste militar pretende no es reescribir la historia, sino abolirla, para sustituirla por una imbécil tira cómica dentro del proceso de cretinización de un pueblo para convertirlo en una masa gregaria y aclamacionista.


EL NACIONAL - Miércoles 10 de Marzo de 2010 Estrategia/5
Ideología

La izquierda y el poder militar
"Doy gracias a Chávez por demostrar cuán incapaces son los militares", dijo el historiador Manuel Caballero en una entrevista que dio a El Nacional. El general Francisco Usón respeta el comentario, pero no vacila de replicar. "Creo que quien emite la opinión tiene un prejuicio específico respecto a los militares, pero eso no le da autoridad para evaluar la capacidad técnica de los militares y mucho menos generalizar para decir que el desempeño de una o varias personas es el toda la organización", afirma Usón.

Comparte el criterio de que el presidente Hugo Chávez exacerbó el uso de militares en cargos del Gobierno que podrían ser desempeñados por civiles, pero advierte que se trata de una constante que se ha visto en los países donde se instauraron regímenes comunistas o sociales como los que se vieron en el siglo XX.

"Cuando las izquierdas radicales son oposición cuestionan al poder militar, pero cuando llegan al Gobierno, ese poder es fundamental para implementar muchas de las políticas que quieren llevar adelante como lo está utilizando Chávez", señala.


http://www.aporrea.org/oposicion/a26010.html
El desprecio de Manuel Caballero por los pobres, y las mentiras de Carlos Blanco
Por: Pedro J Patiño H
Fecha de publicación: 09/10/06


Cuando leí el articulo de este “Intelectual”, se me revolvió el estomago, hay que ver de lo que nos hemos salvado desde 1999 hasta nuestros días, los despreciables rufianes de la IV Republica no tiene parangón en la historia venezolana, Manuel Caballero, en su inefable escrito del Univerzal, ofende de manera ruin y cobarde al venezolano, no solo al de a pie, si no al de clase media que con lucha se ha ganado un status en la pirámide social del país. Este Miserable con su verbo excluyente y grosero denigra del pueblo venezolano, al llamar “Peste” a todo aquel ( La gran mayoría) que apoya al Proyecto Revolucionario de cambio estructural, Manuel Caballero con su odio acumulado contra la clase pobre, por el solo hecho de haber perdido prebendas, las cuales disfrutó en los ocho quinquenios de la cuarta república, y ahora solo le queda sumergirse en su despecho con escritos subliminales, apostando a la guerra civil y rememorando sus orgías oligárquicas con la rancia elite caraqueña.

Manuel Caballero, es el prototipo exacto de todo lo que representa la corrupta cuarta republica, por ello sus palabras excluyentes, palabras que hacen eco en el candidato Manuel Rosales, Caballero al demostrar su odio visceral contra Venezuela a través de su escrito el Domingo 8 de Octubre, refleja de cómo una casta o elite siempre miró con recelo cualquier política reivindicativa para los pobres, solo hay que leer este párrafo de Manuel Caballero para saber cual será la política educativa de un negado gobierno de Manuel Rosales, cito textualmente..” …Dando el derecho a los peores alumnos a seguir presentando sus exámenes de cualquier materia, sin importar cuantas veces haya sido reprobado….Abrir las puertas de la Educación Superior a quienes no tienen formación ni el menor interés…” Lamentables palabras de un señor que tiene fama de historiador, solo nos queda preguntarnos si este miserable tiene familia, y si sus hijos o nietos habrán tenido educación publica, y cuales ha sido sus rendimientos escolares, o quizás han pagado dinero para lograr títulos ficticios, conducta generalizada de la oligarquía para con sus efebos. Por esto, tipos como Manuel Caballero NO VOLVERAN!!!!!……

Carlitos Blanco, otrora socialista, pero cuando contrajo nupcias con la oligarquía caraqueña, se olvido de esas ideas que tienen que ver con las conquistas sociales y mejoras sustanciales para los trabajadores, para los pobres, ahora Carlos junto con su esposa la tía de Maria Corina Machado, se han dedicado a tratar de montar una matriz de opinión de que en Venezuela existe una tiranía-militar-fascista, y solo con la desestabilización, guarimbas, Golpe de Estado, Magnicidio etc., se podrá volver a los soñados días cuarto republicanos donde el y sus congéneres robaban de lo lindo, y sin tener una pizca de vergüenza.

Igual que el apàtrida Manuel Caballero, Carlos Blanco escribe en el Univerzal , allí refleja entre líneas el verdadero rostro de la conspiración, Carlos habla sobre las libertades, manipulando, tergiversando, mintiendo, características invariables de los ricos burgueses, habla de la tiranía que se cierne sobre Venezuela, miente sobre siniestros proyectos educativos que estaría implementando el REEGIIMEENN!!, también dice que ha Rosales le han negado sus concentraciones en la Av. Bolívar, cuando todo el país sabe, que en la Av. Libertador apenas lograron llenar unas dos cuadras y media, y eso con la ayuda de dádivas que ofrecieron a personas del interior.

Para Finalizar aconsejamos a la Clase Media que sigue a estos siniestros personajes Como Rosales, Caballero y Blanco, que si los invitan a una actividad subversiva, por favor exijan que le coloquen esposados a cualquiera de estos tipejos para evitar que huyan como bien lo hicieron el 11, 12 y 13 de Abril 2002

NO VOLVERAN!!!!

pedro2_jose@yahoo.com


http://www.aporrea.org/oposicion/a38105.html
Manuel Caballero y la fobia antibolivariana
Por: Silvio Villegas
Fecha de publicación: 11/07/07


Sin andar buscándolo encontré un artículo de Manuel Caballero titulado: “Del hampa ‘bolivariana’ al burdel ‘Bolívar’ ”, publicado en El Universal el 11 de agosto de 2002. No sé si lo publicó en esa fecha para conmemorar los cuatro meses del golpe fascista del brevísimo Pedro Carmona (Es)tanga, quien lo primero que hizo cuando se instaló en Miraflores fue quitar el retrato de Bolívar y de un plumazo borrar todas las Instituciones y el nombre de Venezuela Bolivariana. En verdad, no me extrañó el título del artículo, porque ya desde hace tiempo Manuel Caballero anda en esa onda, pero me produjo vergûenza ajena.

En su artículo Manuel, después de citar a Neruda, hace una travesía por la Historia y habla de Guzmán Blanco, de Cipriano Castro y hasta de Juan Vicente Gómez, a quien reivindicó una vez, para luego aterrizar en el gobierno de Eleazar López Contreras, porque según Caballero, fue quien sacó “la momia a la calle”.

Veamos: “Es decir, que fue el general López Contreras el primero que tuvo la ocurrencia de sacar la momia del Libertador a la calle, el primero que comenzó así la tarea de vulgarizarlo primero, de prostituirlo después”.

Después habla de una encuesta para demostrar que Bolívar todavía en los años setenta de siglo XX era un perfecto desconocido, todo ello para llegar a dónde verdaderamente quería…al gobierno de Hugo Chávez, porque con “su advenimiento al poder; se ha llevado hasta el paroxismo, y a los extremos del ridículo ese culto del gran muerto. Nuestro bufón ‘Simonero’ se arrodilla frente al sarcófago, desenvaina la espada que le donara la ciudad de Lima, recita de memoria hasta el más insignificante monosílabo que haya salido de labios del Libertador; olvidando, siempre con mucho cuidado aquellos consejos suyos de desconfiar del militar que delibera y del hombre que quiere eternizarse en el mando”. De ahí en adelante sigue drenando bilis, tal vez para evitar una cirrosis y para concluir diciendo y maldiciendo lo siguiente: “…Finalmente, desde Miraflores el hombre miente, embauca, e insulta bolivarianamente, (y se pregunta) por qué va a extrañar que los proxenetas sigan la corriente y veamos instalarse dentro de poco un burdel ‘bolivariano’, bien protegido desde arriba y con precios solidarios”.Waaahooo Manuel, sabemos que de eso puedes hablar puedes hablar con propiedad, pero no era necesario ir tan lejos, sobre cuando la oposición afirma que en Venezuela no existe libertad de expresión.

Ahora bien, Manuel Caballero no se contagió del virus antibolivariano cuando ingresó a la Academia Nacional de la Historia, ya que desde hace mucho tiempo, intelectual y políticamente venia dando traspiés. Digo esto con cierta nostalgia por que él dictaba la cátedra de Historia Contemporánea de Venezuela, en la Escuela de Historia de la UCV. Eran tiempos de renovación universitaria, Manuel era militante del Partido Comunista, vasallo de Carrera Damas y teníamos cierta admiración por él, aunque como profesor, a pesar del prestigio y nuestras expectativas, dejó mucho que desear. Ciertamente, nunca fue un bolivariano, porque en aquella época “del infantilismo de izquierda en el comunismo” para algunos militantes comunistas, Bolívar era un vulgar mantuano “que se quedó con el lomito”. Desde el punto de vista intelectual y político, comprendemos las razones por las cuales Manuel no es Bolivariano y todo eso es ética y políticamente legítimo ya que nadie, afortunadamente, está obligado a ser lo que no quiere ser. Por ello, conocíamos su anti, pero no su fobia, la cual, desde luego, tiene su explicación como diría Eric From, ya que Caballero, al parecer sufre del síndrome de los renegados. Pasó de ser militante comunista intolerante a anticomunista neoliberal, después de haber realizado un vuelo rasante por el MAS cuando este partido surgió como un proyecto político renovador y anti ortodoxo. Por ello, cuando el MAS ya deslastrado de Teodoro y Pompeyo formó parte del Frente Unido con Chávez, ya Manuel “estaba ido”.

Pero una cosa es lo anti y otra la fobia. Lo anti se apoya en los principios, en la razón, la fobia en la irracionalidad visceral porque ésta, según del diccionario viene de la pasión, tal vez de La Pasión de Comprender, su último libro de los cincuenta que dice haber publicado. La fobia es también aversión a algo o miedo injustificado o patológico. Aquí encontramos la razón por la cual, el antibolivarianismo se convierte en fobia a Bolívar, que no es otra que la fobia antichávista. Para atacar a Chávez y al proyecto bolivariano, Manuel le cae a pescozones a Bolívar y de paso lo patea con tanta fobia que lo quiere matar, porque matando a Bolívar acaba con el proyecto bolivariano y mata también a Chávez. Eric From diría que es un caso complicado. En el fondo, el problema no es Bolívar porque ya según Caballero esta enterrado y es “una momia”. En el fondo el problema es Chávez. Pero, porqué tanta fobia, tanta rabia, tanto odio contra Chávez? Es posible pensar que lo odian porque el “Huracán Chávez” llegó tumbando caretas y demoliendo falsas posturas de todos aquellos intelectuales y políticos que se atribuían el monopolio del conocimiento y la verdad. Odian el proyecto bolivariano porque en definitiva el pueblo ahora se apropió de Bolívar y su pensamiento sirve de plataforma ideológica al proceso de cambio, que quiéranlo o no, se está produciendo en Venezuela. Todos aquellos renegados que antes gritaban consignas anti imperialistas y eran teóricos del marxismo leninismo, teóricos divorciados de la práctica. ahora son vulgares adoradores del Tio Sam, aliados de los medios privados de comunicación y admiradores de las virtudes del capitaalismo neoliberal. Por ello, Manuel, finalmente terminó militando en El Universal como periodista tarifado. Pero como todo, la Historia también tiene su basurero y a pesar de las diferencias, en el futuro no quisiéramos buscar allí sus artículos tarifados. Mérida, 09 julio 2007.

vsilvio@msn.com>


http://www.aporrea.org/imprime/a16130.html
Manuel Caballero, la marca del diablo 666
Jorge Mier Hoffman - www.aporrea.org
20/08/05 - http://www.aporrea.org//a16130.html

Si de números se tratan los miembros de la honorable Academia de la Historia, Manuel Caballero ostenta el número diabólico 666 que anuncia la llegada de Satanás según el Apocalipsis… y precisamente eso fue lo que llegó a la Academia de la Historia, un testaferro del imperialismo, que tiene como misión: aniquilar la Sociedad Bolivariana, a los seguidores del Ideal Bolivariano, y hasta la propia historia para desvirtuar la gloria del Libertador.
Apenas se instaló en el número que dignamente llevaba José Luis Salcedo Bastardo, hombre que glorificó la vida del Libertador, y vuelve a sus andanzas en contra de Simón Bolívar… Las mentiras de este indigno escritor no son nuevas… ya lo había hecho veinte años atrás, cuando tuvo la iracunda verborrea para escribir un denigrante artículo donde denunciaba al Libertador como una “ladilla” y “persona detestable”… En esa oportunidad el periodista Manuel Caballero fue enfrentado valientemente por Cesar Naranjo Ostty quien lo denunció ante la Sociedad Bolivariana como un traidor cuando vociferó:
“Tengo las bolas bien puestas y por eso llamo a Bolívar una persona detestable”
Ante tales calificaciones, un representante de nuestras Fuerzas Armadas, el teniente Raúl Oviedo Rojas, tuvo que salir a la palestra pública por los oprobios al Padre de la Patria… El señor Ostty en respuesta pública a las ofendas del infeliz Manuel Caballero, escribió la siguiente anécdota:
“Estaba de visita en Moscú, donde visitaba el Museo de Pedro El Grande, quien también tuvo una altura elevada de más de 4 metros… y yo al ver sus botas y sus casacas dije: Si se compara a Pedro El Grande con Lenín, aquel fue un gigante… Inmediatamente el guía me vio de manera irascible y me increpó – Señor Naranjo, a Lenín no se le compara con nadie – De nada sirvieron mis excusas de que era una comparación simplemente física, pues el guía me manifestó – Que le sirva de advertencia lo que le dije, a Lenín no se le compara con nadie, oígalo bien, con nadie”
Lo de Moscú es un ejemplo de lo que significa la conciencia ciudadana para hacer honrar a las eminencias de una nación, y aún más si se trata de un prócer de la talla de Simón Bolívar, el Libertador de seis naciones… y qué diferencia de lo que pasa en nuestro país, donde un personaje se infiltra en una honorable congregación de historiadores, para impulsar su talibanismo político como militante de Acción Democrática, cuyo libro:
"Rómulo Betancourt, político de nación"
…acaba de ser bautizado por el buró sindical de AD y los máximos representantes de la oposición política al presidente Chávez, cuyas notas de prensa hablan por sí solas:
Manuel Caballero se aproxima al políticomás influyente del s. XX en el país
El Nacional
Ese indigno representante de nuestra historia venezolana, que pareciera responder a los lineamientos de Washington, nuevamente arremete en contra del Libertador para desacreditar ese inmortal juramente que hizo Simón Bolívar el 15 de agosto de 1805, cuando parado frente a su maestro Simón Rodríguez, sobre las ruinas romanas en el Monte Sacro, juró la libertad del continente:
“... Juro por Dios y juro por mis padres, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”
Ese juramento que tanto orgullo ha colmado los corazones de nuestros estudiantes desde sus comienzos en la escuela, que conmemoramos con júbilo nacional, que es la energía glorificante de la Revolución Bolivariana, la razón de ser de nuestro pasado glorioso, y constituye un grito de guerra en cada rincón del continente para enfrentar al imperialismo invasor, el desdeñable periodista lo ridiculiza con improperios y risibles expresiones peyorativas, propias de la vulgaridad y la ignorancia, más no de quién se esconde bajo un número satánico como el 666… Así se expresó este señor, que no tengo la menor intención de conocer personalmente; dice Manuel Caballero:
“…el 15 de agosto. Estamos en pleno ferragosto, el día más caliente del año, cuando hasta la más inocente gota de vino tomada para pasar por el gaznate un frugal bocado sube en volandas a la cabeza.
Sería sin embargo irresponsable atribuirle todo eso: no por respeto a la grandeza de los dos personajes históricos, sino porque el Libertador lo recuerda diecinueve años más tarde, y siempre la resaca trata más bien de hundir esos episodios en la memoria”
En opinión de Caballero, ese día Bolívar estaba borracho… y continúa:
“Aparte del calor de esos días, debe agregarse otro elemento circunstancial, que aunque nunca se haya ocultado, se suele desdeñar: quienes subieron al Monte a jurar, no fueron dos, sino tres personas; Fernando del Toro, primo de Simón Bolívar, también estuvo allí. Esto no es simple anécdota. Por una parte, la presencia de un tercer testigo-actor le resta al asunto mucho de ceremonia iniciática, de pacto maestro-discípulo con ribetes de secretísimo ritual masónico: "secreto a dos, es de Dios, secreto a tres, ya no es", dice el viejo refrán español (que acaso ya ellos conocían). Pero hay algo más: si dos es compañía, tres es multitud”
Si hubo dos, tres o mil personas, para nada le restan importancias a esas inmortales palabras que hoy pronunciamos, quienes tenemos conciencia patriótica y un corazón agradecido al hombre que sacrificó su fortuna, su felicidad y hasta su vida, por lograr la independencia de seis naciones, que hoy llevan con orgullo la firma indeleble de Simón Bolívar… Pero aún hay más en las apreciaciones de este macabro personaje para la dignidad venezolana:
De todas formas, aún si se tomasen al pie de la letra las acciones y los actos de Bolívar y Rodríguez, no deja de haber ocultamiento y manipulación en estos discursos de fiesta nacional. Se evita una de las frases más lapidarias de Rodríguez, escrita en 1828 :
"no hai cosa más patriota que un tonto"...
¿O sea, un idiota?
Nótese el cinismo, la antipatía y la morbosidad lapidaria que utiliza Manuel Caballero para arremeter contra los símbolos del Ideal Bolivariano al llamar a Bolívar “Idiota”… Todo esto es una práctica muy bien planificada, que ya vimos con el cronista de Margarita, Nicanor Navarro, que compara a Bolívar con Torquemada, Hitler, y demás nefastos personajes de la historia y la raza humana.
Es momento de actuar en una jornada nacionalista sin color partidista, para solicitar a la Fiscalía su intervención, para que este señor, Manuel Caballero, sea imputado por noticia criminis en contra de los valores patrios, y se le aplique todo el castigo que la Ley impone a los apátridas, traidores y delincuentes de la identidad nacional, cuyas penas están perfectamente tipificadas en el Código Penal Venezolano; y para muestra un botón:
Nuestra legislación prevé pena de prisión para quién queme o destruya la bandera nacional en áreas públicas… Pregunto: ¿Cuál sería la pena para los que pretendan destruir la imagen del Padre de la Patria?
Por los momentos, nos basta saber que la historia está allí para quienes saben leerla y tienen la virtud del agradecimiento; y que aún con toda su gloria y sus infortunios, Bolívar es lo más grande que ha conocido la historia, como bien dijo José Enrique Rodó:
“Libertador… grande en el pensamiento, grande en acción, grande en la gloria, grande en el infortunio, grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes”
PD: Es una obligación de la Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional, abrir una investigación para interpelar a Manuel Caballero y pedir su destitución de la Academia Nacional de la Historia.
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Ideas medievales de Manuel Caballero en torno al 12 de octubre
Por: César Bencomo
Fecha de publicación: 15/10/09

En un artículo publicado en El Universal (12-10-09) titulado: “12 de octubre de 1492: América jamás fue descubierta”, Manuel Caballero deja colar algunas nociones retrógradas acerca de los pueblos indígenas muy en boga desde el siglo XV. Es importante develar y comentar dichas ideas como una contribución a su puesta en duda y para evitar su reproducción en la mente de los venezolanos y venezolanas como un peligroso virus ideológico.
La llegada de los primeros seres humanos al continente sí representa para Caballero un descubrimiento. Sin embargo, la experiencia colectiva de estos grupos sociales es descalificada por el historiógrafo argumentando que para ellos no tenía ningún significado la palabra “descubrimiento”, por tres razones: porque desembarcaban en territorios despoblados, porque no “iban a regresar a su lugar de origen para contar cuanto habían visto” y, finalmente, por “…no tener ninguna conciencia histórica: sus hijos olvidaban rápidamente a sus padres, y mucho más los descubrimientos de esos padres…”.
En primer lugar, contrariamente a lo dicho por Caballero, el desembarcar o entrar en territorios despoblados es precisamente el argumento de más peso para argumentar que la llegada de los primeros grupos humanos a nuestro continente sí constituyó un descubrimiento en el más estricto sentido de la palabra. ¿Acaso el autor sostiene que para que haya descubrimiento los territorios tienen que estar poblados, tal como sucedió con la llegada de los Europeos?
Ese descubrimiento supera con creces el simple hecho coyuntural de poner el pie en América, ya que descubrir es un proceso que envuelve la acción de explorar, adentrarse en el territorio, explotar sus recursos y con esto trasformar la naturaleza virgen en bienes que garantizan la supervivencia del grupo social a través de los años, tal como sucedió. Para que esto ocurra, es necesario ir conociendo, y solo se conoce lo que está encubierto, lo desconocido.
Los primeros seres humanos que llegaron a nuestro continente lo comenzaron a descubrir, y lo más importante: lo siguieron descubriendo a través del miles de años. ¿Acaso no venían descubriendo nuevos territorios antes de cruzar por el estrecho de Bering? Quizá para estos pueblos nómadas, lo que hoy llamamos América no era más que la continuidad de un territorio sobre el que venían avanzando desde hacía mucho tiempo. Por otra parte, esta interpretación no lineal y nada coyuntural, es reforzada por el hecho de que el poblamiento de América se realizó por oleadas.
El etnocentrismo hace valorar aquel descubrimiento como el acontecimiento único de “pasar por primera vez la raya” con la que hemos separado hoy a América de Asia. El hallazgo súbito, la revelación repentina de lo desconocido también es una idea romántica acerca del acto de descubrir muy arraigada en nuestra cultura. Se privilegia el acontecimiento y el protagonismo individual sobre los procesos de larga duración con la esencial participación colectiva de una gran masa humana.
La trascendencia de ese movimiento poblacional supera con creces el simple hecho de tomar contacto con un vasto y nuevo territorio por primera vez. El proceso de ir descubriendo, de ir conociendo de manera sostenida y constante esta dilatada tierra por parte de aquellos grupos humanos y los que vinieron después fue el inicio de la gradual conformación de nuestra identidad como pueblo latinoamericano y, específicamente, como venezolanos y venezolanas. Es la consolidación de la vasta experiencia colectiva y de la impronta biológica y étnica indígena de rasgos que hoy nos hacen distintos al resto de los pueblos del mundo. La estimación moderada de este proceso histórico supera los 15.000 años.
En segundo lugar, Caballero argumenta que este contacto no puede ser llamado descubrimiento porque estos pueblos no regresaron a su lugar de origen para contar lo que habían visto. Pareciera que el historiógrafo se imagina que, en aquel tiempo, un grupo de aventureros partió un día a descubrir territorios, mientras la comunidad científica de la época, los gobernantes y el pueblo llano esperaban ansiosamente el regreso de los héroes (sin heroínas) cargados de fantásticas historias y muestras de exóticos recursos naturales. Para el autor solo así quedaría refrendada y convalidada la hazaña como un “gran descubrimiento”. Las ideas medievales y renacentistas, de la época de los grandes descubrimientos, así como la carga etnocéntrica del escritor son evidentes.
Caballero comete el error, muy común entre los historiógrafos y las historiógrafas, de imaginar el pasado humano a la luz de sus propios valores, no solamente de su presente, sino del grupo culturalmente hegemónico del cual han formado parte. Imaginan alegremente que la sociedad siempre fue y será como aquella de la que ellos y ellas forman parte.
El sostenido proceso de descubrimiento de lo que hoy llamamos América fue llevado a cabo en conjunto por la población integrante de los grupos que se movilizaban. En estos grupos humanos no había una división del trabajo que diferenciara entre viajeros y no viajeros (no viajeras incluidas) o productores de conocimiento y receptáculos pasivos y pasivas del mismo. Por lo tanto, no hubo héroes ni protagonistas individuales de grandes hazañas trascendentes para el resto de la comunidad. Los hombres y las mujeres que pasaron por Beringia dependían mutuamente, además, todos y todas realizaban los grandes desplazamientos. Hay que agregar, además, que este movimiento no fue ejecutado de la manera como las tropas realizan una marcha forzada para ocupar un territorio. Sostienen los investigadores e investigadoras que el paso del estrecho llevó miles de años, fue por oleadas y los grupos sociales se fueron transformando por el camino. Los que llegaron a América eran descendientes de los que iniciaron el desplazamiento desde Asia.
El origen de estos grupos, como descubridores de América, eran ellos mismos. En este sentido, la información sí volvía a la comunidad de origen porque era la misma comunidad la que la producía y era refrendada por la gente en sus prácticas cotidianas. El protagonismo colectivo seguramente no es del agrado del autor. Esta manera de interpretar la historia humana, privilegiando el protagonismo de personalidades y la idea de que existen exclusivos portadores de la luz del conocimiento, tiene sus implicaciones negativas a la hora de explicar el presente.
El conocimiento generado por todos y todas era aprovechado por ellas y ellos mismos. Además, al igual que ahora, dicho conocimiento era acumulativo y se transmitía de padres y madres, de abuelos y abuelas a hijos, hijas, nietos y nietas a través de las generaciones. Esto nos conduce a comentar la siguiente idea expresada por el conocido escritor.
Caballero señala que América no fue descubierta por sus primeros pobladores ya que no tenían conciencia histórica: “…sus hijos olvidaban rápidamente a sus padres, y mucho más los descubrimientos de esos padres…”. Más adelante argumenta que estos grupos sociales al adentrarse en América “…estaban simplemente repitiendo sus pasos y así el ‘descubrimiento’ del continente podía renovarse a cada generación; y si al paso de dos de ellas (por la ausencia de un sistema de símbolos más permanente que la lengua hablada) ya se habían borrado los recuerdos, mucho más habrían de desaparecer los de un origen perdido…”
En pocas palabras: como no había escritura, cada dos generaciones los hombres y las mujeres que nacían empezaban de cero y no se enteraban de los descubrimientos de sus ancestros. Por tal razón estos grupos ágrafos estaban condenados a existir cíclicamente (en un eterno descubrir del agua tibia) si no fuera porque los europeos llegaron a romper dicho círculo para dispararlos en pos del progreso. Aquí combina el autor las ideas eurocéntricas y creacionistas medievales con la más reciente noción de progreso. Esta idea del autor no permite explicar, sin recurrir al creacionismo, por qué las sociedades que existían para el momento del contacto eran diferentes a las que entraron por el estrecho de Bering.
Caballero ignora o pretende ignorar el papel de la tradición oral en la transmisión de conocimiento a través de las generaciones. Se trata del conocimiento que tiene un grupo social sobre el mundo, sobre su relación con el cosmos, sobre sí mismo y sobre su historia como entidad concreta. Este conocimiento le permite reconocerse y reproducirse como grupo diferenciado, en su presente y a través del tiempo. Es el elemento cohesionador vital en el plano de la coexistencia de los individuos gracias a la posesión de formas comunes de entender y transformar el mundo, que envuelven además la totalidad de su existencia: producir, reproducirse, hablar, relacionarse, morir, matar, divertirse, sentir dolor y placer.
Que el conocimiento se transmita acumulativamente de generación es un hecho esencial para la conformación de la identidad de un grupo social: de donde venimos, cómo venimos, qué sabemos, por qué sabemos, qué sabían nuestros ancestros, como vivimos. La transmisión acumulativa de información es fundamental para que la sucesión de hechos únicos e irrepetibles se convierta en un proceso histórico común y enriquecedor que al mismo tiempo los diferencie de quienes han vivido otra historia.
Sin la historia oral y con una dinámica cíclica de vida como la que imagina Caballero no es posible explicar las transformaciones que sufrieron los grupos cazadores de megafauna que poblaron América. Estos devinieron en las sociedades tribales con las que se encontraron los europeos, las que forman parte de nosotros como venezolanos y venezolanas y las que coexisten con nuestra sociedad en el presente. La tradición oral fue imprescindible para que estos grupos sociales se reprodujeran a través del tiempo, ya sea transformándose, ya sea permaneciendo formalmente iguales.
Prescindiendo de la tradición oral solo es posible explicar la historia de los grupos prehispánicos como una historia natural y no cultural. Es decir, como en los animales y plantas, el mecanismo responsable del devenir histórico de estos grupos fue la evolución en manos de la naturaleza. Por otra parte, al no tener historia, la adopción de la escritura por parte de cualquier pueblo del mundo sólo podría ser explicada debido a factores exógenos, vale decir, gracias al contacto con sociedades “superiores” (extraterrestres, invasores, etc.).
El proceso que describe la historia humana anterior a la llegada de los europeos está ampliamente documentado por la arqueología. No cabe duda de que los primeros pobladores de América eran homo sapiens, al igual que nosotros. El papel de la tradición oral es indiscutible para la pervivencia de los actuales pueblos indígenas. Incluso, en toda sociedad que lee y escribe, la tradición oral juega un papel fundamental complementando la información escrita.
La tradición oral está presente como elemento esencial en todos los grupos humanos conocidos. Pese a las diferencias teóricas, interpretativas e incluso políticas, ningún científico o científica social niega el papel fundamental de la tradición oral en la transmisión de cultura a través de las generaciones por miles de años. La tradición oral es inherente a la condición humana, como no lo es la escritura.
Negando la oralidad (en sus palabras: “ausencia de un sistema de símbolos más permanente que la lengua hablada”) como el recurso fundamental para que un grupo social vaya construyendo a través del tiempo una representación mental de su propia historia, y siendo que la oralidad misma es inherente al ser humano, Manuel Caballero se niega implícitamente a otorgar condición humana no solo a los primeros pobladores de América, sino a todos los pueblos ágrafos que han existido y que actualmente coexisten con nosotros en el mundo entero. Esto es extensivo, además, a todos aquellos y aquellas que, sin ser indígenas, no saben leer por ser grupos marginados.
El texto, como hemos visto, contiene argumentaciones falsas, con contenidos que sustentan una negativa y amañada interpretación de la historia humana en general, y en particular, la de América y de Venezuela. Es expresión de una ideología eurocéntrica, excluyente, racista y clasista muy retrógrada. Se trata de una pervivencia de ideas medievales y es una valoración hacia los pueblos indígenas idéntica a la de hace 517 años. Tal valoración, dadas las argumentaciones, recae hoy sobre grupos humanos del pasado y del presente, indígenas y subalternos criollos. Por otra parte, supone un profundo desprecio hacia las naciones de América Latina ya que anula y descalifica la participación esencial no europea en la conformación de nuestras nacionalidades.
En este aniversario de la llegada del europeo a América, un diario como El Universal publica como algo “especial” este artículo de Manuel Caballero, conocido escritor y miembro de la Academia Nacional de la Historia, es decir, figura de autoridad cuyas afirmaciones suelen ser tomadas automáticamente como ciertas por los más incautos e incautas en una relajada lectura de día de asueto.
Es el aniversario del inicio de uno de los más grandes genocidios, etnocidios y saqueos que se han perpetrado en la humanidad por parte del sector más conservador e ignorante de la sociedad medieval europea. El Universal, para la ocasión, publica un artículo escrito en el presente, pero que precisamente destila atavismos con las ideas de aquellos tiempos, como si la historia no hubiera pasado. Otra razón más para poner en entredicho la orientación ideológica y política de este diario y dudar aún más de los contenidos tendenciosos que publica.
wanadi23@gmail.com
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http://www.aporrea.org/oposicion/a23796.html
Manuel Caballero, o cuando se llega a viejo pendejo
Por: José Sant Roz
Fecha de publicación: 23/07/06

Recuerdo, que durante la Revuelta del Mayo Francés, el escritor Louis Aragón asistió a la Sorbona para dictar una conferencia, pero los estudiantes le gritaron “¡Cállate viejo pendejo!” Aragón tuvo que callarse, pero antes dijo, como consuelo para sí: “Todos ustedes también serán viejos pendejos”. Lo de Manuel Caballero, por supuesto, no tiene por asomo algo de comparación con lo de Aragón, por cuanto que éste sí era un verdadero talento, un extraordinario novelista, líder de los movimientos dadaista y surrealista, y destacada figura de la Resistencia. Pero me viene a la memoria lo de pendejo por otros lados: Manuel Caballero andaba con su pose de marxista visitando tumbas de meritorios muertos y llevando flores a los saraos de Miraflores en la época de Lusinchi. Era un verdadero “saluda muertos”. Todo el mundo recordará aquel artículo publicado en El Nacional en el que Manuel Caballero se desmadra y aclara que Lusinchi era más grande que Bolívar (porque el mandamás adeco lo había invitado a almorzar a palacio). Bueno, eso fue en 1986, hace veinte años, y ya era, como se ve, más que pendejo.

A veces me dedico a ver sus bazofias por El Universal sólo para pulsar cómo involuciona su pertinaz y balbuceante pesadilla (idiotez), que es como un termómetro de la general arterioesclerosis que está apolillando y despaturrando a los enemigos del rrrrrrrrégimen. En días pasados me crucé en el aeropuerto de Mérida con su abúlica mirada de morsa, y me produjo una cruel tristeza: ¡esta es la clase intelectual y política que adversa al rrrrrrrrrégimen!

En su último artículo contra Chávez, de este domingo, procura una vez más defender a su candidato TEODORO PETKOFF quien según él “ha orientado su campaña hacia la denuncia del proceso de conversión del gobierno en un régimen, y en un régimen totalitario”. Y lanza esta perla como algo novísimo para tratar de levantarle el ánimo a los escuálidos y señalarles una manera de luchar más eficazmente contra el tirano: “la originalidad de su planteamiento reside en precisar la exacta dimensión temporal de ese proceso, lo cual señala por allí mismo la forma de combatirlo, y también de vencerlo: no dice que se haya ya instaurado una dictadura totalitaria en Venezuela, pero que se está transitando –y en los últimos tiempo a pasos agigantados– el camino hacia eso”.
Hay que recordar cómo Caballero anduvo totalmente embanderado con la causa de los gorilas alzados en la plaza de Altamira, con la causa del calzonazo Pedro Soto y sus pares Medina Gómez, González González, Alfonzo Martínez, Felipe Rodríguez El Cuervo, etc. Pues, ahora habla en su última bazofia de “la Bestia Inmunda, la bestia del militarismo”. Se ahoga en sus alaridos sobre “la realidad de una prensa acorralada, amenazada y agredida… si ya estamos aplastados por un régimen tan absoluto como el de Hitler o el de Stalin, como el de Cuba o más criollamente, como el de Gómez o Pérez Jiménez, ¿para qué arriesgarse si en esas condiciones, no hay forma de ganar una?”

De lo primero que debe cuidarse un escritor es de exagerar. Tratemos de ver por algún lado dónde entre nosotros se encuentra algo parecido a la cárcel de La Rotunda, dónde una Seguridad Nacional, dónde un cuerpo represivo como la Benemérita; algo que someramente se pueda comparar a la GESTAPO, a los campos de exterminio nazi. Pero bueno, como bobo o pendejo al fin, no le queda sino perder el tiempo en esas sandeces. Pero su cursilería de anciano apoplégico le salta y cree haber encontrado algo agudo e ingenioso, y añade criticando a otros tan pendejos como él: “Lo más curioso de todo es que la misma gente que así piensa, dice tener la fórmula mágica para salir de eso: “calentar la calle” como para freír huevos; “deslegitimar al gobierno” absteniéndose; esperar a que bajen los precios del petróleo. Con esos cabezazos al muro, los sapos terminan por reventar: ¡no todo el mundo es Zidane!”
Pero el hombre no hace más confundir a sus congéneres, cuando les aconseja: “Lo he escrito aquí hasta quedarme acalambrado: el de Chávez es ya un movimiento fascista, pero no es todavía una dictadura totalitaria. Lo importante entonces es el señalamiento de un proceso como tal y no como algo culminado y solidificado; porque así es más fácil –y en todo caso más fructífero– combatirlo”.
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José
Sant Roz

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