lunes, 13 de diciembre de 2010
de los ángeles a los náufragos...
La rebelión de los náufragos
Luis Barragán
Admitimos nuestra desconfianza hacia los libros de entrevistas, pues, frecuentemente, constituyen un pretexto para la venta. Hay autores temerarios, lanzados a un género que suponen de una facilidad e impunidad extrema, cuya improvisación y hasta ignorancia únicamente logran la caricaturización del entrevistado. Empero, no es el caso de Mirtha Rivero y “La rebelión de los náufragos” (Editorial Alfa, Caracas, 2010), convertidos sus interrogatorios en un largo y magnífico reportaje, por lo demás, desafiante a la versión en boga, al lugar que se hizo común, a la maldición que pesa sobre la más contemporánea de nuestras historias republicanas.
Ricardo Hausmann, por ejemplo, insurge con una observación y convicción válida al cuestionar a los golpistas de 1992, ya que – asegura - hablaron de una “Venezuela que nunca existió” (266), llamando la atención sobre la procedencia social de Carlos Blanco, Gerver Torres o Moisés Naím. Valga apuntarlo, frente a no pocos artificios políticos que parten de una básica falla conceptual respecto a la interpretación de la lucha de clases en el contexto de una sociedad rentista, la indicación – por lo menos – debe inquietarnos.
Siendo el principal escenario, hemos prolongado injustificadamente la década de los noventa. Deben ser otros los retos a asumir, naturales las circunstancias sugeridas por el nuevo siglo, pero tenemos la sensación de un anclaje que es el de los traumas que aún arrojan magníficos dividendos al poder establecido.
Concluimos que aquella década rindió cabal testimonio de una creciente y criminal insinceridad del juego político, rico en maniobras – incluso – paralelas de una amplísima conspiración surgida de descomposiciones o dislocaciones éticas, acaso insalvables. Una galopante desconfianza y desencuentro en los espacios públicos, permitió que todos estiraran el débil cordel de una crisis que ha sido de absoluto aventurerismo político hasta los días que corren.
Digamos de esa íntima y sostenida convicción de los militares que tratan y departen con la hija del presidente Carlos Andrés Pérez en Turiamo (199), o de la acusación que le hace Enrique Ochoa Antich por injuriar a las Fuerzas Armadas, equiparando a golpistas y narcotraficantes (336), y legitimados los mecanismos que pretextan la violación de los protocolos de seguridad como acaeció en la consabida “noche de los tanques” de 1988 y el sacrificio de dos promociones militares, tal como pasó con el aterrizaje de Mattias Ruff en la soviética Plaza Roja de Moscú para la remoción del personal (216). A la desprofesionalización progresiva de la institución castrense, añadimos la despolitización de los partidos que, incluso, en un terreno tan sobrio como el de las elaboraciones programáticas, supo de una obscura y calculada duplicidad de esfuerzos (91, 137), por no citar apostasías y encumbramientos morales (248, 394) de uso mera y políticamente utilitario, o peleas tan desleales y perjudiciales como las de Granier y Cisneros a propósito de una licitación como la de CANTV, innecesarias al ganarla un tercero. Por cierto, puede aún cautivar la contrafactual consideración de escenarios como el de la división de Acción Democrática o la destitución de la cúpula militar en febrero de 1992 (168 s., 230).
Hay capítulos extraordinarios, como el referido al sortario Miguel Rodríguez (cap. 8 ), Moisés Naím (11), Cecilia Matos (22), Alberto Arteaga Sánchez (25), siendo decisivos el de Ibsen Martínez (19), el del problemario golpista (16), o la partida secreta (28 ). Nos parece esencial el epílogo 2, sencillamente al preguntar: “¿De qué se quejan?”, irrespondidas las preguntas formuladas a José Vicente Rangel (27).
Convengamos en la actual vigencia política de lo que pudo ser materia de interés absolutamente histórico, porque aún giramos en torno a los aún inextinguidos años noventa. No obstante, hallamos un evidente y exagerado anacronismo al creer vivas las facturas surgidas a propósito de Octubre de 1945 (27, 239), una nota especulativa sobre la conducta del presidente Leoni frente al aspirante Pérez (36), una superflua venganza por la derrota de 1978 (35, 40), una errada consideración de la campaña electoral de 1978 como la mejor (55), una sugestiva observación sobre el ultraísmo en los sucesos del Caracazo (105 ss.), o una quizá excesiva contabilización de los golpes soportados por el presidente Betancourt (196).
Valga acotar el valor institucional que se desprende de ciertas prácticas de gobierno, como el de la conducción del Consejo de Ministros, evaluando aquellas interminables y espectaculares interpelaciones parlamentarias (123), o la propia circunstancia de un ministro discrepante con el programa de ajuste que no contaba con un equipo de análisis de alto vuelo para consagrar sus objeciones frente al otro ministro o funcionario especializado (135). E, igualmente, las cenas hogareñas como modalidad de acercamiento y discusión, ejemplificadas por las de Reinaldo Ortega (209), por cierto, otrora estrella fulgurante de la que ahora no sabemos nada, o la que promovió Naín, destacando las humoradas al filo del 27-F (278).
La de Rivero, es una obra muy bien escrita y hasta cautivadora que a lo mejor anuncia a una buena novelista en el futuro, un poco más descontaminada del lenguaje periodístico. Apuntemos, finalmente, un mal prólogo como el de Alonso Moleiro, quien además de intitularlo alegremente (¿Y Nixon no fue el CAP estadounidense, siguiendo la ligera pauta?), supone imprescriptibles las reformas del Estado impulsadas décadas atrás, aunque son muchos los que se sienten a gusto con la democracia directa y plebiscitaria de doce años ya.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2010/12/la-rebelion-de-los-naufragos-2/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=718625
Ilustración:
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3L32gdgiJGj6Wuh956V-i8lBeQmdSuyQywYqAXPw7si7WCDg9-_rzcGfGopNkBD6EtwZDNGiUEqTIS8ToKF3iJKGDSq3cibU7zwR2U786jOlXbabgHAT29FyW_p-cM1Vn8VanvlyIN1k/s1600/la+Rebeli%25C3%25B3n+de+los+n%25C3%25A1ufragos.jpg
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