martes, 21 de diciembre de 2010

el corason hortografico


EL NACIONAL - Lunes 20 de Diciembre de 2010 Escenas/2
La V de corazón
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Flaubert decía que era un lugar común hablar mal de la Academia, cuando todos se morían por estar en ella. La verdad en las palabras del maestro se confirma día a día.

Da rédito intelectual despreciarlas y resulta de tono moderno atacar su conservadurismo. Ponerle los puntos a las íes de la Academia hace ver sesudo al que lo hace. Referir la hechura añeja de esta institución produce una apariencia de novedad que autocomplace. Entenderla reducto de escritores o de estudiosos vetustos hace ver juvenil al que impreca. Calificarlas de atrasadas y anacrónicas, gana favores en el reino de los enanos.

Estas actitudes y otras parecidas de aborrecible tono se han manifestado en el mundo hispánico y en nuestro país a raíz de la filtración de los cambios levísimos y muy razonables que serán sugeridos por la nueva Ortografía, que se presentó en Madrid el viernes 17 con la presencia de los príncipes de Asturias, el pleno de los académicos españoles y los directivos de las academias correspondientes. Ese día, la institución víctima de tantos ataques lució con orgullo una de sus realizaciones más respetables, culminación de un año en que las academias han publicado la nueva Gramática y el Diccionario de americanismos, hitos modernos en el estudio de la lengua.

El criticismo anacrónico, que al día parece más un pase de factura por todo el tiempo en que las academias se enorgullecían por ser organismos punitivos y castradores de los usos libres del idioma, no ha entendido que sus invectivas serían equivalentes a pretender juzgar a la ciencia por su incomprensión ante las teorías de Galileo y de Darwin o a las universidades de hoy por haber sido un día cobijo de especulaciones sin sentido y de proyectos que nunca cuajaron por delirio de sus cultivadores. Las Academias de la Lengua son hoy instituciones que sin olvidar lo que deben al pasado se entienden modernas en objetivos, métodos y recursos.

Diferencias aparte, cada una se empeña por recibir en su seno a los mejores conocedores de la ciencia del lenguaje en su país y por ejercer una lingüística científica y abierta.

Uno de los escollos que más urticaria ha propiciado en la nueva Ortografía ha sido el de los cambios de denominación para la v pequeña, chiquita o corta, que la sugerencia ha propuesto se denomine uve. Un ejemplo histórico sobre la fragilidad de estas denominaciones y sobre la inobservancia hacia los textos normativos (una feliz confirmación de que la lengua la hacen los hablantes), sería el nombre que para esta misma letra proponía la Ortografía de la RAE (Imprenta Real, 1826) a comienzos del siglo XIX.

Quería para ella el muy poético nombre de v de corazón: "La V que tiene esta figura, y se suele llamar V de corazón, es siempre consonante".

Este hermoso nombre no triunfó y muy pronto quedó olvidado por no haber sido refrendado por los usuarios de la lengua. Triunfó la lengua, dueña y señora de todas las formas de hablar y escribir lo que ella misma es y por lo que rige con inclemencia. En suma, los nombres son nombres y cambian y se cambian. La Ortografía propone reglas nuevas que vivirán sólo si la lengua quiere. Y la lengua, profetas dolientes, la hacemos todos. Así, no canten la rosa; háganla florecer en sus poemas.

O, más nueces y menos ruido.

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