sábado, 11 de diciembre de 2010

sobre jóvito y urd


Una nota sobre URD
Luis Barragán


Muy pocos recuerdan a Unión Republicana Democrática (URD) y a Jóvito Villalba. Obviamente, carecen de toda vigencia política, pero la historia está ahí, pendiente, a la espera de una reflexión innovadora sobre lo que significaron con todos sus aciertos y errores.

Es natural el olvido, cuando ha transcurrido más de dos o tres décadas del fulgurante protagonismo que tuvieron. Apenas, equivocada o confusamente a nuestro juicio, Carlos Raúl Hernández le comenta a Mirtha Rivero del "izquierdismo de Jóvito"; quizá sigue viva la sentencia de "yo y mi partido, mi partido y yo" que popularizó definitivamente "Radio Rochela", el también extinguido programa de televisión; surgen nombres como el de Alirio Urgarte Pelayo, el del autopistoletazo, o Leonardo Montiel Ortega, cuya pericia en materia petrolera palideció gracias al primer capítulo de una telenovela del escándalo; interesados, adquieren hoy otros matices Fabricio Ojeda e Ignacio Arcaya; y, por supuesto, la generación del '28 o el pacto de Punto Fijo.

Una rápida consulta a la clásica obra de Manuel Vicente Magallanes sobre los partidos políticos en Venezuela,nos permite redescubrir la fundación del partido por figuras más a tono con el medinato, el 10 de Diciembre de 1945. Luego, Villalba lo capitalizó casi inevitablemente, frente a las circunstancias estelares del proceso constituyente de principios de los '50.

El 30 de Noviembre de 1952, el partido ya jefaturado por Jóvito gana los comicios para la Asamblea Nacional Constituyente, pero el día 2 de Diciembre se anucian otros resultados. Y para el día 15 de Diciembre, el líder amarillo (color corporativo que toda lavida caracterizó a URD), fue invitado al ministerio de Relaciones Interiores, siendo expulsado del país junto a Luis Hernández Solís, Ramón Tenorio Sifontes, Humberto Bártoli, Víctor Raffali, Raúl Díaz Legórburo y Jesús Alfonso Medina Sánchez.

Aludimos a una experiencia política importante que no cuenta con la fortuna de sendas y conocidas investigaciones históricas o politológicas, tan necesarias también para nuestro adecuado direccionamiento hacia el futuro. Más allá de lo que se ha consagrado como el fenómeno de la "urredización", con más de talante despectiva que verificación pedagógica, quedan muchos espacios para la tinta y el papel.

Creemos, los partidos llamados históricos no desaparecen súbitamente, sino que experimentan una prolongadísima agonía, a veces penosa o lastimosa. Posiblemente, "mi partido y yo, yo y mi partido" merezcan una profunda consideración respecto a sus posturas y oportunidades, la transitoriedad de Punto Fijo o la Ancha Base, la realización de sus cuadros de conducción, inventario y desaparición del patrimonio inmobiliario, el dominio legal de la entidad y las adhesiones contradictorias que tuvo en los eventos electorales, la pérdida de sus archivos, la cuantía real de sus miembros, entre otros.

EL NACIONAL, Caracas, 18 de Enero de 1998
Protagonistas
Jóvito Villalba
(Pampatar 22/3/1908 - Caracas 8/7/1989)

Su incipiente calvicie, aunada a su fogoso verbo de orador, le hacía aparentar más edad de la que tenía. Su participación en la semana del estudiante en 1928 dio pie a una ola de protestas contra Juan Vicente Gómez, lo que le valió ocho años de prisión, primero en La Rotunda y luego en el Castillo Libertador. Durante los sucesos del 14 de febrero de 1936, Villalba se erigió en el principal líder opositor del general Eleazar López Contreras. Su ganado prestigio político lo obtuvo al principio como presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) y luego con el partido que fundó y del que fue su máximo líder: Unión Republicana Democrática (URD). Esta organización política ganó las elecciones del 30 de noviembre de 1952 para escoger los miembros de la Asamblea Constituyente, triunfo que fue desconocido por Marcos Pérez Jiménez. Villalba fue detenido y enviado al exilio, en Nueva York, donde, junto a Betancourt y Caldera, sentó las bases del Pacto de Punto Fijo. Eventualmente, URD le retiró su apoyo al gobierno de Betancourt y Villalba pasó a la oposición. Rol en el que desempeñó los cargos de diputado y senador, así como el de candidato a la Presidencia de la República.

EL NACIONAL - DOMINGO 4 DE ABRIL DE 1999
Las trampajaulas de 1957
SIMON ALBERTO CONSALVI

Después que el 2 de diciembre de 1952, el coronel Marcos Pérez Jiménez dio su "golpe dentro del golpe", la dictadura consideró inevitable ampararse en alguna máscara de legitimidad. No bastaba, evidentemente, que las Fuerzas Armadas lo hubieran proclamado como "Presidente provisional". El dictador, aun cuando la Guerra Fría (y John Foster Dulles) propiciaran los regímenes de fuerza para sus batallas anticomunistas, quería ser un Presidente constitucional, como Stroessner, Odría o Somoza. La tentación electoral acababa de señalarle que, por ese camino, no encontraría sino rechazo: el 30 de noviembre, la dictadura fue aplastantemente derrotada. La unidad del país se consolidó alrededor de la figura de Jóvito Villalba. El Gobierno secuestró las urnas electorales y falsificó los resultados, contó los votos con las puntas de las bayonetas. URD había obtenido 1.198.000 votos. Renunciaron 11 de los 15 miembros del Consejo Supremo Electoral. El MRI dio los "nuevos" resultados: para el Frente Electoral Independiente (del Gobierno), la cantidad de 788.031 y para URD, apenas 638.336.

Mientras Jóvito Villalba y otros líderes de URD viajaban al destierro, en Caracas, y sin quórum, se instaló la Asamblea Nacional Constituyente de 1953. Fue uno de los episodios más lamentables de la historia del siglo. Mario Briceño Iragorry describió ese proceso en Sentido y vigencia del 30 de noviembre de 1952.

Una "constituyente" que no pasó de ser sino una dependencia del Ministerio de Relaciones Interiores. En aquel estado de sitio, legitimó al "Presidente provisional", mientras con premura aprobaba (sin discutir) la Constitución de 1953, hecha con tan apresuradas tijeras, que no pudieron borrar la previsión del artículo 104 que consagraba la gran conquista de la Constitución de 1947, entonces considerada como herética y socialista: la elección directa, universal y secreta del presidente de la República. No se sabe si fue una imprevisión o, simplemente, una jugarreta del ministro de Relaciones Interiores, que solía burlarse de los apremios legalistas del general. La Asamblea Constituyente le dio, pues, la Constitución que deseaba y el título consiguiente de presidente constitucional de la República, además de proveerlo (manu militari) de los senadores y diputados que habrían de acompañarlo en aquella odisea de (i)legitimidad del período 1953-1958.

El artículo 104 fue la desgracia del general, y nunca se lo perdonó a su ministro de Relaciones Interiores. En su Historia Política de Venezuela, Juan Bautista Fuenmayor relató los avatares del dictador en 1957. Había resultado relativamente impune aniquilar a los oposicionistas, censurar los periódicos, abrir campos de concentración, cárceles masivas y destierros masivos. Pero pensar en otra consulta electoral (con el antecedente del 30 de noviembre) era una verdadera calamidad.

Ante las impertinencias de Vallenilla-Planchart, avanzado 1957, de que se "acababa el tiempo", Pérez Jiménez le contestó: "Usted está empeñado en alborotar el cotarro político. Deje llegar los acontecimientos". Surgió la idea del plebiscito. "En una ocasión me habló usted del plebiscito, de la consulta al pueblo sin intermediarios", le dijo Pérez Jiménez al ministro. "Aquí los partidos no representan nada... Pues, prescindamos de ellos. Dirijámonos al consumidor... El venezolano de hoy no es el mismo de hace cinco años". Sorpresivamente, envían al Congreso un proyecto de Ley Electoral y, desde luego, lo aprueban, y fijan el 15 de diciembre para la consulta. Al elector le darían dos tarjetas, la azul para el Sí, la roja el No. Con la azul se reelegiría al presidente de la República y al Congreso. Era el "tercer golpe dentro del golpe" y marcó el final de la dictadura. Todo el país (incluidas ahora las Fuerzas Armadas, tan arbitrariamente utilizadas por el dictador), rechazó los propósitos continuistas del plebiscito. "La Constitución ha pasado a ser el golpe de Estado erigido en sistema", declaró en Nueva York Jóvito Villalba. Rafael Caldera fue expulsado de Venezuela, y así, en ese diciembre primaveral, Betancourt, Villalba y Caldera velaron sus armas en la Navidad de un destierro que pronto tendría su fin.

Dios ciega a quien quiere perder: el primer ciego de 1957 fue Pérez Jiménez. No pudo comprender que el país lo rechazaba y que estaba fatigado de tanta asfixia. El 1° de mayo fue un día estelar: el arzobispo de Caracas, monseñor Rafael Arias Blanco, dio a conocer su famosa Pastoral. Se leyó en todas las iglesias de todo el país. Fue una crítica severa frente a las condiciones sociales del venezolano. Junto a la gran riqueza de unos pocos, todos los demás andaban en penuria. "(...) nadie osará afirmar que esa riqueza se distribuye de manera que llegue a todos los venezolanos", dijo el arzobispo, "ya que una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en unas condiciones que no se pueden calificar de humanas. El desempleo que hunde a muchísimos venezolanos en el desaliento y que a algunos empuja hacia la desesperación; los salarios bajísimos con que una gran parte de nuestros obreros tienen que conformarse, mientras los capitales invertidos en la industria y el comercio que hacen fructificar esos trabajadores, aumenta a veces de una manera inaudita". La Pastoral descorrió el velo de la censura.

Esa era la realidad social y el balance de 10 años de dictadura. Es difícil comprender, por consiguiente, cómo el protagonista de la década puede ser magnificado y convertido en el gran modelo, digno de emulación en estos tiempos. Moraleja: sólo las constituciones democráticas preservan los derechos humanos y las garantías del ciudadano.

EL NACIONAL - MIÉRCOLES 18 DE AGOSTO DE 1999
El ejemplo urredista
Humberto Celli

En 1952 y 1958, Unión Republicana Democrática (URD), vivió los mejores instantes de su existencia, bajo la conducción de uno de los grandes líderes venezolanos de este siglo: Jóvito Villalba. En 1952, URD aglutinó el más amplio respaldo popular como forma de repudio a la cruenta dictadura perezjimenista y, aunque su victoria fue desconocida, quedó la demostración sólida de la valentía del pueblo venezolano que llamado a expresar su voluntad la manifestó con claridad.

En 1952, URD con la candidatura presidencial del almirante Wolfgang Larrazábal estuvo a punto de lograr una importante victoria. Todos coincidieron en que si en la acera de enfrente no hubiese encontrado un estadista y líder popular como Rómulo Betancourt, el primer presidente de la democracia venezolana habría sido Larrazábal.

En los años siguientes URD empezó a rodar por una pendiente. Muchos errores de su dirección política lo llevaron a iniciar su desvanecimiento, pese a que Villalba hizo esfuerzos supremos y, sobre todo, manifestación de voluntad democrática. En 1963, cuando Venezuela se movía en la dicotomía votos o balas, el candidato urredista lanzó su propia consigna: "voto sí, balas no", lo que significó un gran impulso y apoyo al esfuerzo democrático que venía realizando el presidente Betancourt.

Pero ya URD había comenzado a disminuir y aunque algunos dicen que en el Gobierno del presidente Chávez los de mayor poder son urredistas (Miquilena, José Vicente Rangel, Arcaya), lo objetivo es que ese gran partido prácticamente es inexistente. De allí que de unos años para acá se ha venido utilizando en el lenguaje político, el término urredización para significar un proceso de envejecimiento progresivo y desactualización popular que condena irremediablemente a la muerte. Hoy URD está representado en el Congreso Nacional por un solo diputado, Ramón Tenorio Sifontes.

Sin embargo, el proceso vivido por URD fue lento y duró muchos años, de allí que muchos directivos de mi partido Acción Democrática, piensan que la misma curva descendente en nuestro caso duraría mucho tiempo más. Pero cuando se instala la Constituyente y se observa que AD sólo tiene un representante, no se puede dejar de pensar que lo que en URD demoró 30 años, la actual dirigencia de AD lo logró en un año.

Los errores de URD se cometieron de tanto en tanto: indefiniciones doctrinarias, vacilaciones políticas, abandono inoportuno de los dos gobiernos de coalición iniciales de nuestra democracia: Punto Fijo y Ancha base, alianzas desafortunadas, corrupción...

En cambio la actual dirigencia política de Acción Democrática pareciera haber entrado en competencia con el tiempo para ver cuántos errores pueden cometerse en el menor lapso.

En julio de 1998, en una apresurada modificación estatutaria, le arrebataron a la base partidista el derecho a escoger su candidato presidencial, para imponer el llamado consenso y presentar una candidatura que todas las encuestas de opinión presentaba como incapaz para obtener la victoria.

El desastre mayor vendría unos meses más tarde, cuando después de adelantar la campaña de Alfaro Ucero, deciden, violentamente, despojarlo de la candidatura faltando 10 días para las elecciones (¿qué partido en el mundo soporta eso?). Y apoyar a Salas Romer, candidatura hecha a base de cuantiosos recursos económicos que le permitieron manipular encuestas y comprar espacios para aparentar una fuerza que no tenía. Por si fuera poco Salas representa un pensamiento de derecha, muy alejado del ser acciondemocratista.

En el interregno, la dirección nacional se repartió los cargos al Congreso Nacional, colocándose primeros en las listas y también en los circuitos. Es decir, todo el poder para el soviet o, en términos criollos, alfarismo sin Alfaro.

En todos los países cuando se producen descalabros, los dirigentes renuncian a sus cargos. Son muchos los casos, pero señalaremos dos de signo ideológico contrario: En España, Felipe González, después de haber ganado cuatro elecciones consecutivas y perder una, renunció al liderazgo del PSOE y Helmut Kohl, después de ser canciller de Alemania por 20 años y perder una elección, renunció a la presidencia de la Democracia Cristiana alemana. Y eso que estas derrotas fueron producto de los avatares de la política, no de errores cometidos.

¿Podía esta dirección nacional concluir un proceso de revitalización de AD? Quienes con sus desaciertos y errores colocaron al partido al borde del colapso, no tienen credibilidad ni capacidad.

EL NACIONAL - VIERNES 26 DE FEBRERO DE 1999
Lecciones, elecciones y reelecciones
Jesús Sanoja Hernández

El 20 de febrero de 1992 estaba preso en el cuartel San Carlos, si la memoria no me traiciona como suele suceder, el teniente coronel Hugo Chávez Frías. Habían pasado cien años justos del alzamiento de Crespo contra el gobierno de Andueza Palacio, quien empujado por la emoción continuista había impuesto la reforma constitucional de 1891 mediante la cual pretendía prorrogar su mandato por dos años más. ¿El resultado? Triunfó la Revolución Legalista y Andueza salió desterrado a la espera de que Crespo fuese borrado del mapa político, lo que efectivamente sucedió en Mata Carmelera. Seis años de exilio le costó al portugueseño (menos afortunado que Luis Herrera y más ambicioso que Márquez Bustillos) la aventura continuista.

En cambio, ni Gómez ni Cipriano Castro tuvieron problemas en la prolongación de sus mandatos, el de Castro logrado por la "vía revolucionaria" y el de Gómez por un curiosísimo mecanismo que mezclaba el golpe y el autogolpe. No ha habido presidente o dictador más habilidoso en nuestra historia que Juan Vicente Gómez. Se hizo reelegir cuantas veces quiso y reformó la Constitución cada vez que lo deseó y, además, se valió de presidentes títeres que no daban órdenes que de él no provinieran, como Gil Fortoul, Márquez Bustillos y Juan Bautista Pérez.

Las lecciones derivadas de las reelecciones castro-gomecistas son, por lo menos, dos: las constituciones resultan fácilmente reformables o sustituibles cuando el presidente de turno dispone de mucho poder y diestra capacidad de mando, a su vez respaldados éstos por un partido armado (el Ejército) o por un partido político hegemónico. En América Latina, en el período de la "apertura democrática", la mayoría de los países optó por desechar la reelección inmediata, pero de pronto en estos años 90, varios presidentes han saltado el muro de contención e impuesto la modalidad reeleccionista: en Brasil el ex teórico de la dependología (feísima palabra prácticamente desaparecida del vocabulario sociológico) bregó la repetición, usando a veces procedimientos prohibidos. Cardoso, pues, obtuvo nuevo período en octubre del pasado año en medio de la euforia por la recuperación económica, al poco tiempo desplomada por "el efecto Brasil".

Más abajo, el astuto Menem, que de peronista tiene lo que Pinochet de inocente, logró la reelección en 1995 tras reforma constitucional que contó con el apoyo (créanlo si quieren) de Alfonsín. Y muy poseído de sí mismo y de sus virtudes para la maniobra, intentó en 1998 una segunda reelección contra la cual se rebeló su propia organización, el Partido Justicialista. Los analistas calificaron las jugadas de Cardoso y Menem, al juzgarlas vinculadas a los proyectos de Fujimori en Perú y Pérez Balladares en Panamá, como onda expansiva del reeleccionismo latinoamericano.

Fujimori utilizó al Congreso (tan distinto al que disolvió en 1992) para rechazar al referéndum propuesto por la ONPE (Oficina Nacional de Proyectos Electorales) con el fin de impedir su tercer mandato. El soberano, pues, no tuvo oportunidad de expresar el rechazo a una tercera elección de Fujimori, quien para entonces veía caer en picada su popularidad, parcialmente recuperada por el manejo de asuntos fronterizos con Ecuador y Colombia.

Pérez Balladares (a) El Toro, deseoso de ser el presidente que recibiría de Estados Unidos la administración del canal de Panamá, adelantó, en el mismo año 98 de la furia reeleccionista latinoamericana, la aprobación del mandato duplicado, pero en vano: el referéndum del 30 de agosto vetó con más del 60% de los votos, el plan de lo que sus críticos llamaron "la dictadura civil".

Hay un país de excepción en la región, y la excepción viene funcionando como lubricada e infalible máquina política desde hace 70 años, al reforzar la consigna de la Revolución de 1910 ("Sufragio efectivo, no reelección") con la hegemonía del PRI, todavía no afectada a pesar de la irrupción de Cárdenas en 1988, así como de los avances de su partido, el Partido de la Revolución Democrática, y del Partido de Acción Nacional en las elecciones regionales. A cambio de la no reelección, ni inmediata ni con intermedios en el drama, México se acogió al período sexenal, el mismo que Menem redujo a cuatro años cuando impulsó la reelección inmediata.

En los tiempos en que se discutía la democrática Constitución de 1961, oí decir que Jóvito Villalba era partidario de incluir la reelección inmediata, aunque con reducción del período a cuatro años, como en Estados Unidos, país donde el reloj ha funcionado tan perfectamente como el de la no reelección mexicana con sus turnos sexenales, aunque debe advertirse que después de Roosevelt, electo tres veces, la reelegibilidad se redujo a un solo período (1951).

Lo que en principio aducía Villalba era la reducción del lapso y la reelección inmediata facilitaban para la segunda oportunidad una especie de referéndum sobre el primer mandato. Y no sé si alertaba acerca de los retornos presidenciales 10 ó 20 años después, punto que intentaré tratar en algún próximo artículo, a propósito de dos casos ejemplarizantes: CAP y Caldera.

Fotografía: Jóvito Villalba con el periodista Ciro Medina (Bohemia, Caracas, nr. 672 del 9 al 15/02/76)

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