jueves, 9 de diciembre de 2010
mitin de rutina
De un oficio (quizá) imprevisto
Luis Barragán
Las generaciones anteriores conocimos el pregón de la prensa diaria, gracias a los muchachos que roncaban en medio de la calle soportando el peso de su deambulante mercancía. Las más recientes creen tradicional labor la del anunciante de las paradas y rutas del transporte público que, por una dádiva, ayudan al conductor a llenar las busetas, dispensando la adicional orientación del transeúnte que pregunta.
La supervivencia se ha perfilado en una década y media, aproximadamente, también en el inadvertido oficio de vocear las direcciones de destino del transporte público. Los hay más avispados, ofreciendo alguna bebida al conductor que auxilian en su fatigoso y desesperante recorrido. No obstante, vale preguntarse sobre los ingresos reales del pregonero, las modalidades competitivas que emplea para imponerse en un determinado lugar, las relaciones desarrolladas con las autoridades y los propios delincuentes de la comarca, los horarios y posibles tributos a quienes le permiten oficiar bajo el sol, la lluvia o la densa neblina de la contaminación urbana.
Quizá nunca pensó la persona necesitada en tamaño y duro trabajo, incluyendo el acopio y cambio de las monedas sencillas. Las viejas instituciones del Estado, destinadas al aprendizaje de algún oficio práctico, no existen: el INCE es una entidad ideologizante que no ofrece respuesta alguna en una economía crítica. El mercado de la supervivencia ha perfilado alternativas que, excepto las innovaciones delictivas que puedan imprimírseles, permitan más honradamente comer y vestirse como se pueda, aunque diste mucho de permitir el pago de una vivienda y muchísimo de una póliza de seguro.
Así como suele desconocerse la figura del contratista público en los ensayos de sociología política venezolana, el pregonero de las paradas de transportación pública está ausente en aquellos de sociología del trabajo. Puede hablarse con soltura de un webmaster, pero no hallamos con facilidad señales de un técnico de las calles, ordenador de las rutas públicas, o – acaso – sobrevenido planificador urbano, porque tampoco nos atrevemos a nombrar las realidades de cada día.
Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionnacional/6585-de-un-oficio-quiza-imprevisto
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