jueves, 2 de diciembre de 2010

advertencia


EL NACIONAL - Miércoles 01 de Diciembre de 2010 Opinión/10
Fábrica de personajes
LEOPOLDO TABLANTE

Los mejores actores suelen ser personas que fluctúan entre las identidades de sus emociones, acentuadas por los accidentes de su historia familiar y de su vida personal.

Esas personas son catálogos de humores a disposición de los personajes de ficción que los montan. Más que deliberada, esa operación parte de una tradición que siempre ­en algunas sociedades más que en otras­ invade el campo de la vida cotidiana.

A este respecto, dos escuelas sociológicas me vienen a la mente: la de Erving Goffman, en la que la vida social es el resultado de la convergencia de diversos papeles que los individuos desempeñan como si se cada uno fuera un personaje teatral; y la teoría de la distinción de Pierre Bourdieu, en la que se establece que las diferencias socioculturales humanas son resaltadas a través del conjunto de gustos que conforman criterios gregarios de lo deseable y lo indeseable.

Bourdieu ha sido guía e inspiración para un joven sociólogo norteamericano, Mark Greif, quien junto con Kathleen Ross y Dayna Tortorici, ha desarrollado una investigación sobre la figura del hipster en la urbe estadounidense.

Un hipster es un individuo joven vinculado con una tendencia de moda o con una tribu urbana que cultiva cierto estilo y ciertos hábitos notorios. Los hipsters normalizan el código estético de una subcultura: hippies, punks, darks, góticos, emos, etcétera.

La primera referencia a la palabra la leí hace mucho tiempo en la novela Sobre el camino, de Jack Kerouac; después fue James Brown quien me la recordó mediante una canción suya que se llama "Bring it Up (Hipster’s Avenue)"; vivir en Nueva Orleáns, cuyo Barrio Francés está lleno de hipsters, me ha presentado estos personajes como seres indisociables de la bohemia circundante. Allí los hipsters pueden desempeñarse como mendigos, buenos o malos músicos ambulantes o malabaristas que, incluso cuando están desprovistos de talento particular, siempre son capaces de expresarse: a través de su pinta, de un discurso animado por algún exceso químico o por las emanaciones corporales que corresponden a muchos días sin techo y sin ducha.

Si bien muchos de ellos son genuinos seres sin domicilio fijo, otros son muchachos acomodados que, después de cursar música, artes o humanidades en alguna institución de educación superior privada pagada por sus padres, son atraídos por la bohemia de una ciudad turística pero con movida subterránea. Las ideas de arranque son dos: conquistar el fantasma de la libertad y exponerse a la vida misma a través de sus encantos y sus rigores. He aquí el primer golpe de teatro: aparentar ser pobre cuando no se es, impostura que tiene, sin embargo, un alto valor moral en una comunidad de jóvenes aparentemente decepcionados por los excesos de la plutocracia; el segundo se porta sobre el cuerpo: un disfraz de juglar con casaca decimonónica, blue jeans sucios y pegados a las piernas, lentes redondos oscuros y un viejo sombrero de copa fabricado en raso; un atuendo de negro estricto, ojos delineados, tatuajes interminables y guitarra folk a la espalda; o actitud de desamparo nihilista que se acompañará con las estridencias de una flauta celta. Cartera de whisky o cerveza a la mano son requisitos imperativos.

En suma, la ejecución teatral creíble, ésa que alía el temperamento del intérprete con la patología del personaje, expresa una historia y una tradición más que el dominio de una técnica. La técnica consistirá en todo caso en exteriorizar el quiebre de un individuo forjado por una sociedad y una cultura determinada, en nuestros tiempos por la cultura de masas. Por ejemplo, Martin Sheen partiendo de un karatazo el espejo de su habitación con fondo musical de The Doors en aquella conocida escena de Apocalipsis ahora es una cápsula de la sentimentalidad irlandesa de la que James Joyce o Frank O’Connor hicieron novelas y cuentos: la del bebedor sin control que, llegado un punto, colapsará en la barra del bar o se batirá a puños en la calle contra los fantasmas de sus deseos caídos en frustración.

Ilustración: http://1thought2many.files.wordpress.com/2010/07/generational-carter_hipster.png

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