lunes, 31 de diciembre de 2012

NO CUPO EN SU TUMBA

CIUDAD CARACAS, 31 de Diciembre de 2012
Carlos Aponte Hernández, hijo del coraje y la temeridad
ADOLFO RIVERO MATA

Así lo llama en un bello poema, como un homenaje póstumo a su memoria heroica de revolucionario internacionalista, al Coronel del ejército Sandinista, Carlos Aponte Hernández, el poeta y revolucionario cubano Pablo de la Torriente Braum, caído en combate en la defensa de la ciudad de Madrid durante la guerra civil española (1936-1939). Carlos Aponte Hernández nació en la parroquia La Pastora el 12 de diciembre de 1901, en la calle norte l0, número 54.
Desde muy joven abrazó la lucha revolucionaria en Venezuela al declararse enemigo jurado de la dictadura del sátrapa general Juan Vicente Gómez, la oligarquía terrateniente y del imperialismo norteamericano. Sus primeras acciones armadas en contra de ese régimen serían el frustrado asalto al palacio de Miraflores y al cuartel San Carlos el 7 de abril de 1928, al lado de un grupo de militares y estudiantes de la Universidad Central de Venezuela. Ante este fracaso y la persecución que se desató se incorpora a las guerrillas que comandaban en Guárico, Portuguesa, Barinas y Apure, los generales Emilio Arévalo Cedeño y Pedro Pérez Delgado (Maisanta).
Allí batalla por algún tiempo con ellos a las tropas del ejército gomecista. Posteriormente se separa de estos viejos caudillos al no poder haber un entendimiento en cuanto a un solo plan político-militar, debido a que estos jefes combatían con tácticas obsoletas del siglo XIX y no entendían la guerra moderna del siglo XX. Ante esta situación decide pedir su baja y marcharse al exterior, donde continúa en la senda de las luchas revolucionarias participando directamente en innumerables alzamientos y escaramuzas en países como Colombia, Perú, Nicaragua y Cuba.
Estando exiliado en México, junto a varios de sus compatriotas venezolanos, funda el Partido Revolucionario Venezolano (PRV). Cuando militaba en el PRV conoció y trabó gran amistad con el revolucionario nicaragüense, General César Augusto Sandino y el salvadoreño Agustín Farabundo Martí, quienes se encontraban allí para hablar con el presidente Plutarco Elías Calles, quien le había prometido dinero y armamento para la lucha que Sandino sostenía contra el ejército invasor norteamericano que había violado la soberanía nacional de Nicaragua.
Como revolucionario y enemigo jurado del imperialismo yanqui, Carlos Aponte Hernández se incorpora a esta lucha con el General Sandino; lo mismo hará Farabundo Martí los cuales pasan a formar parte de ese glorioso ejército de Sandino.
En Nicaragua participa en combates contra el invasor norteamericano, demostrando una gran experiencia en la lucha guerrillera, la cual queda expresa con la emboscada montada por él en el río Coco a los marines norteamericanos. Con esta acción alcanza el grado de Coronel del Ejército Sandinista y la gloria de ser combatiente de primera línea y lugarteniente del General de Hombres Libres: César Augusto Sandino.
Una vez expulsadas las tropas del ejército norteamericano de Nicaragua, el General César Augusto Sandino entra en negociaciones con el gobierno provisional presidido por Anastasio Somoza García, títere de los norteamericanos, el cual es asesorado por ellos, él mismo echa por tierra todos los acuerdos alcanzados hasta ese momento y asesinan al General Sandino y a todo su estado mayor.
En 1934 caía fusilado en El Salvador por la dictadura de Maximiliano Hernández García, Agustín Farabundo Martí, al fracasar en su intento por derrocar esa dictadura impuesta en ese país centroamericano por Estados Unidos. A pesar de todos estos reveses sufridos por sus amigos, Carlos Aponte Hernández no se amilana ni retrocede un instante en el camino revolucionario que se había trazado y acude al llamado que le hacen sus camaradas revolucionarios en Cuba para combatir la dictadura sanguinaria del sargento Fulgencio Batista, también instalado en el poder por Estados Unidos. En esta isla, la mayor de las Antillas, libra su último y más glorioso combate. Para el mes de mayo de 1935 caía en El Morrillo junto al combatiente antiimperialista Antonio Guiteras.
A ellos, en versos de un gran poeta cubano les decimos: “Hay muertos que, aunque muertos no están en sus entierros, hay muertos que no caben en las tumbas cerradas y las rompen y salen con los cuchillos de sus huesos para seguir guerreando en la batalla!
(*) Historiador

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