EL UNIVERSAL, Caracas, 19 de Diciembre de 2012
Incultura democrática
No lograron nuestros líderes educarnos para una vida democrática
MARÍA TERESA ROMERO
Si algo quedó clarísimo de los dos procesos electorales que acabamos de transitar, es que el déficit de cultura democrática del venezolano es más profundo de lo que creíamos. En realidad, nunca en nuestra historia republicana nos caracterizamos por tener una firme creencia de que los procedimientos e instituciones democráticas constituyen el modo más apropiado de gobernar la vida colectiva, acogiendo y respetando los mandatos constitucionales y las reglas de juego establecidas; tampoco por la disposición a vivir y actuar como ciudadanos activos y constructores de democracia; y menos por la práctica del respeto y la tolerancia hacia las ideas ajenas.
Podríamos decir que la excepción fueron los 40 años de democracia representativa en que las elites políticas, militares, empresariales y sindicales se unieron, apoyadas en la Constitución de 1961, para instaurar y desarrollar un proyecto democrático. Pero a pesar de todos sus logros, ese sistema no dejó de ser fuertemente presidencialista, centralista, clientelista y populista. Las elites lograron establecer, con todo y sus vicios e imperfecciones, una forma de organización del Estado en que las decisiones colectivas eran adoptadas mediante mecanismos de participación popular representativos que confirieron legitimidad a sus representantes.
No lograron nuestros líderes educarnos para una vida democrática. No se dedicaron a fijar valores, creencias, convicciones y conductas ciudadanas necesarias para construir y garantizar la solidez y permanencia de un sistema democrático. No hubo verdadera conciencia de que para contar con instituciones democráticas fuertes es indispensable la existencia de una cultura política democrática arraigada entre la población.
Por ello, la mayoría de los venezolanos de hoy han sido tan fáciles de caer en las garras de un destructivo caudillo militar, de su proyecto totalitario y neocomunista camuflado bajo el manto de una democracia electoral instaurada a fuerza de un populismo y una propaganda sin precedentes en nuestra historia.
Ilustración: Keith Parks
Breve nota LB: Una inmensa obra de demolición en más de una década. Desobra que no pudo acometer en los instantes iniciales del régimen, por esa básica cultura democrática que lo obligó a una limpia consulta lectoral por 1998.
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