EL UNIVERSAL, Caracas, 15 de Diciembre de 2012
El oficialismo y algunos líderes de la oposición han optado por canalizar emociones para mal
RICARDO VILLASMIL BOND
En momentos de emociones extremas -pasión, orgullo, celos, miedo, odio y dolor- los ánimos se exaltan y la opinión pública se convierte en la peor de todas las opiniones. En estos momentos, surgen líderes que canalizan estas emociones, algunos para bien y otros para mal.
Veamos algunos ejemplos. Para sintonizarse con la sed de venganza presente en la opinión pública alemana, Hitler apeló a la violencia. En circunstancias similares, Nelson Mandela y Martin Luther King apelaron al perdón y a la hermandad. Y cuando la incertidumbre y el miedo dominaban en la opinión pública de sus respectivos países, Churchill y Roosevelt apelaron al heroísmo y a la valentía. Stalin, al terror.
Desde hace algunos años, los venezolanos hemos estado viviendo emociones extremas que el oficialismo y algunos líderes de la oposición han optado por canalizar para mal, manipulando y enfrentando a los venezolanos en una suerte de guerra civil. En medio de esta vorágine, la enfermedad -posiblemente terminal- del Presidente aparece como algo sacado de las páginas de la historia de argentina de Evita, y peligrosamente similar también en su potencial para la manipulación política y para sumir al país en una crisis política de larga duración. Pero, ojo, nada está escrito. Puede ser también una oportunidad para abandonar las posiciones extremas. Para hacernos mirar al otro despojados finalmente de nuestros prejuicios. Para comprender que nuestro destino depende de nosotros mismos, de nuestra capacidad de seleccionar líderes que estén a la altura de nuestras posibilidades y de no dejarnos encantar por quienes pretendan continuar llevándonos por el camino del enfrentamiento fratricida. Para darnos cuenta de que lo que está realmente en juego no son la vida y el proyecto de un venezolano, sino la vida y el proyecto de 30 millones de venezolanos.
Creo firmemente que la unión y la paz están perfectamente a nuestro alcance y que nuestras emociones pueden ser canalizadas para bien. Porque es mucho más lo que nos une que lo que nos divide y, además, mucho más real. Porque independientemente de nuestra afinidad política e ideológica, de nuestra condición socioeconómica o del color de nuestra piel, todos amamos a nuestros hijos y a nuestras familias. Y todos queremos verlos vivir en paz y progresar.
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