San Lucas, 3: 10-18
En su homilía de ayer, el Padre Roberto Martialay (SJ) versó sobre la insistencia en el anuncio de Juan el Bautista. Anunciador y predecesor que despierta a los oyentes que, al preguntarse, desean cambiar, convertirse. ¿Qué debemos hacer?
Hay quienes defienden los derechos humanos para defenderse a sí mismos, mostrando el egoísmo. Todos tenemos derechos y deberes humanos que cumplir, desde el ámbito de nuestros oficios o profesiones: médicos, carpinteros, enfermeras, abogados, hombrs de negocios, etc., con una moral específica. Es lo mismo la ética y la moral: una como costumbre y la otra que habla de las propias obligaciones, en el periodista que ha de decir la verdad, en el juez que ha de impartir justicia con equidad, etc.
Si todos nos preguntamos qué debemos hacer, nos encaminamos hacia la sociedad de la justicia, del compartir, de la honradez. A nadie se le pide más de lo exigido. Abrirse hacia los demás es el comienzo del Reino de Dios.
A la Sagrada Familia nadie les hace caso ni les abren sus puertas, siendo el hijo de Dios recibido por los animales. En tiempos de Adviento hay que reflexionar al respecto.
Ha muerto recientemente el sacerdote jesuita Acacio Belandia, el Bautista que entregó su vida a los demás. Amó a Jesús, a los pobres, a la Iglesia Latinoamericana, como monseñor Romero, Pere Casaldàliga, Pere Casaldàliga. Acacio luchó por la Iglesia de los pobres en un lugar de muchos peligros, con la guerrilla colombiana y bolivariana, con una Guardia Nacional que no actúa ni impone la ley. No podemos callar más, pues la Guardia Nacional ni los jueces imponen respeto. Acacio como Juan el Bautista en la difícil zona del Alto Apure.
So, 3: 14-18
Salmo 12
Fil 4, 4-7
Ilustración: Keith Parks
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