jueves, 27 de diciembre de 2012

MOLICIE

EL NACIONAL - Jueves 27 de Diciembre de 2012     Opinión/7
ATresManos
Miradas múltiples para el diálogo
Molicie
ATANASIO ALEGRE (*)

A la molicie ­expresada bajo el adjetivo mollis, que significa blando en latín- atribuía San Agustín una de las causas de la caída del Imperio Romano. San Agustín era obispo de Hipona en el 412, cuando se produjo el Saqueo de Roma.
Si no hacer nada es ya un trabajo, esta es la forma que tiene de estar en el mundo, de sacar su vida adelante, quien cae bajo el dominio de la molicie.
San Agustín, que había llegado a la categoría de retórico ­la máxima condición intelectual de la época- antes de convertirse al cristianismo, se expresó de esta manera en un discurso a sus feligreses cuando se enteró de lo que estaba pasando en Roma. Migne, el autor de la Patrología, calificó este discurso Sobre la destrucción de la ciudad, como una de las piezas oratorias más importantes de la historia de la humanidad.
De hecho, ése fue el esquema de donde saldría, años después, la obra monumental de San Agustín, titulada La ciudad de Dios.
Eso fue entonces y en aquella civilización que tan bien asimiló la cultura griega, que llegó a tener poetas como Virgilio y Horacio, historiadores como Tito Livio y el mismo César que fue las dos cosas, general e historiador; pero aquella civilización que creó monumentos arquitectónicos como el Coliseo de Roma y desarrolló una red de calzadas para comunicar al imperio, que logró dotar del servicio de agua a las ciudades merced a los acueductos, cayó -con la abundancia de unos y la corrupción de quienes dirigían el Imperio- en la molicie, en la blandura de costumbres, en la suplantación del esfuerzo por el espectáculo del circo.
"Mientras nos mantuvimos fieles a nuestros dioses y a nuestras tradiciones, todo marchó como debía, el problema comenzó cuando nos dejamos llevar por otras creencias, por otra forma de interpretar el mundo", escribió el historiador romano Warron, a propósito de la caída del Imperio romano.
¿Pero hoy, qué papel juega la molicie en el comportamiento de las sociedades contemporáneas? Si uno quiere conocer cómo funciona la molicie, sin ir muy lejos, -entre nosotros- no tiene más que darse una vuelta, un día de trabajo, por cualquiera de las plazas de Caracas, por la de Brión, por ejemplo, -frontera de dos mundos- y echar una mirada a la gente que permanece allí horas y horas, sin hacer nada, sin dar un palo al agua, como se dice. ¿Qué hacen?¿Esperan a que caiga algo? -¿Y tú no trabajas? -Yo estoy en las misiones, mano.
-¿Y con eso vives? -Y alguna chamba que se presente por ahí.
¿De qué habla esta gente que llena ociosamente algunas de las plazas, qué callan, qué personajes están en sus conversaciones? Hablan mucho del Presidente a quien atribuyen lo bueno y lo malo de la situación; hablan de la inseguridad en el barrio donde viven, de lo que ha subido la vida, de que los buhoneros tienen ya los precios del automercado. No dicen nada en contra del régimen porque puede haber "sapos" que los denuncien y entonces se quedan sin el producto de la "misión". Pero algo es claro, prefieren estar ahí que en casa; ahí, que en el barrio; ahí, que entre cuatro paredes haciendo un trabajo.
"Si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos". Hablan mucho de beisbol, de que Cabrera es el mejor de la liga americana, comentan algunas de las jugadas de la noche anterior en el beisbol local.
Son magallaneros en su mayor parte. Traen a colación en sus conversaciones, alguna vez, a los hijos, cuando uno de ellos está en una buena posición gracias al esfuerzo de haber hecho una carrera y tener ahora un empleo.
Hay una pregunta recurrente.
-¿Y tú que crees que va a pasar aquí? -¿Cuándo? Y uno, que es un viejo lector de los buenos escritores que lo fueron antaño, no puede por menos que recordar aquello de Pio Baroja: "Un vago apoyado en un farol es un motivo de reflexión. El farol, la ciencia, la rigidez, la luz, el vago, la duda, la indecisión, la sombra. ¡Glorificad a los faroles! ¡Nos desdeñéis a los vagos!" Quien no desdeña a los vagos, a la gente a quien la molicie sirve de forma de vida, es el régimen. Sin ellos, sin su pasividad, su destino ­el del régimen- podría haber sido distinto.
(*) UCV.

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