lunes, 31 de diciembre de 2012

FAMILIA (2)

Fiesta de la Sagrada Familia
María conservaba todo esto en su corazón. Lc 2, 41-52
José Antonio Pagola

¿QUÉ FAMILIA?
Hoy es el Día de la familia cristiana. Una fiesta establecida recientemente para que los cristianos celebremos y ahondemos en lo que puede ser un proyecto familiar entendido y vivido desde el espíritu de Jesús.
No basta defender de manera abstracta el valor de la familia. Tampoco es suficiente imaginar la vida familiar según el modelo de la familia de Nazaret, idealizada desde nuestra concepción de la familia tradicional. Seguir a Jesús puede exigir a veces cuestionar y transformar esquemas y costumbres muy arraigados en nosotros.
La familia no es para Jesús algo absoluto e intocable. Más aún. Lo decisivo no es la familia de sangre, sino esa gran familia que hemos de ir construyendo los humanos escuchando el deseo del único Padre de todos. Incluso sus padres lo tendrán que aprender, no sin problemas y conflictos.
Según el relato de Lucas, los padres de Jesús lo buscan acongojados, al descubrir que los ha abandonado sin preocuparse de ellos. ¿Cómo puede actuar así? Su madre se lo reprocha en cuanto lo encuentra: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Jesús los sorprende con una respuesta inesperada: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».
Sus padres «no le comprendieron ». Solo ahondando en sus palabras y en su comportamiento de cara a su familia, descubrirán progresivamente que, para Jesús, lo primero es la familia humana: una sociedad más fraterna, justa y solidaria, tal como la quiere Dios.
No podemos celebrar responsablemente la fiesta de hoy sin escuchar el reto de nuestra fe. ¿Cómo son nuestras familias? ¿Viven comprometidas en una sociedad mejor y más humana, o encerradas exclusivamente en sus propios intereses? ¿Educan para la solidaridad, la búsqueda de paz, la sensibilidad hacia los necesitados, la compasión, o enseñan a vivir para el bienestar insaciable, el máximo lucro y el olvido de los demás?
¿Qué está sucediendo en nuestros hogares? ¿Se cuida la fe, se recuerda a Jesucristo, se aprende a rezar, o sólo se transmite indiferencia, incredulidad y vacío de Dios?. ¿Se educa para vivir desde una conciencia moral responsable, sana, coherente con la fe cristiana, o se favorece un estilo de vida superficial, sin metas ni ideales, sin criterios ni sentido último?
DIFERENTE
¿Puede decir algo al hombre o a la mujer de hoy el deseo de Dios de un creyente del siglo once? ¿Está permitido publicar su oración en un periódico de nuestros días? ¿Es una provocación de mal gusto? ¿Una ingenuidad? ¿Puede ser una «llamarada» diferente para quienes buscan algo más que bienestar material? He dudado antes de transcribir estos fragmentos de la célebre oración de Anselmo de Canterbury. Tal vez sean para alguno un «regalo de Navidad».
«Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate un rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia.... Excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte a buscarle...
Ahora di a Dios: Busco tu rostro, Señor, anhelo ver tu rostro... Enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte... Si no estás aquí, ¿dónde te buscaré? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia?... Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro.
¿Qué hará éste tu desterrado lejos de ti? ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu amor y tan lejos de tu rostro? Anhela verte, y tu rostro está muy lejos. Desea acercarse a ti, y tu morada es inaccesible. Arde en el deseo de encontrarte, e ignora dónde vives. No suspira más que por ti, y jamás ha visto tu rostro...
Tú me has creado... y me has concedido todos los bienes que poseo, y aún no te conozco. Me creaste para verte, y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado...
Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré»

Fuente:
http://www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php

NOTITARDE, Valencia, 30 de Diciembre de 2012
La Sagrada Familia: hogar de la fe (Lc. 2, 41-52)
Joel Núñez Flautes

A ocho días de haber celebrado la Navidad, en esta octava, celebramos litúrgicamente la solemnidad de la Sagrada Familia. Nos acercamos como creyentes a aquel hogar de Nazaret, a buscar allí referencias para nuestras relaciones familiares, vamos en búsqueda de aquellos valores y virtudes que podemos adquirir o implorar para nuestras relaciones interpersonales, para nuestro crecimiento y madurez humana-cristiana y contemplar cómo en la cotidianidad de aquel hogar se le daba espacio y centralidad a Dios; como necesita ser en la vida de cada cristiano o en la vida de una familia que ha optado por Cristo y cree en Él.
El texto del evangelio de hoy nos presenta a la Familia de Nazaret peregrinando, como era costumbre y ley en aquel tiempo, para participar en la fiesta central del judaísmo (como del cristianismo), que era la Pascua. Caminaban de Nazaret a Jerusalén, iba cada quien con su grupo, las mujeres, los hombres y los niños, cada uno metido en sus conversaciones y compartiendo a su nivel. Se caminaba mucho y era largo el camino. Lo primero que hay que resaltar es que María y José, como creyentes, van es busca de Dios, van a rendirle culto y al mismo tiempo, quieren enseñarle al Niño Jesús, su Hijo, a buscar y amar a Dios sobre todas las cosas; ya Jesús tiene 12 años, va creciendo, va entrando en la edad de la comprensión, de ir asumiendo valores. De regreso a casa, María y José se dan cuenta que Jesús se les perdió, se había quedado en el Templo de Jerusalén, con los maestros de la ley, quiere estar en “las cosas de su Padre”. Aquí resalta la humanidad de Jesús, Él como cualquier humano va creciendo, va madurando, descubriendo su identidad, de hecho lo resalta el mismo evangelio: Jesús iba creciendo en gracia y sabiduría, en cuerpo y mente y al mismo tiempo iba adquiriendo conciencia de su identidad humana y su identidad divina. Como humano Jesús descubre y entiende que está bajo el amparo de su padre adoptivo y su madre María. Por eso, regresa a casa con ellos y se somete en obediencia a sus padres. Jesús enseña a los hijos el valor del respeto y la obediencia a los padres, el dejarse guiar, el reconocer su autoridad moral, su experiencia de vida, con lo cual pueden ayudar a los hijos a crecer y madurar. Al mismo tiempo Jesús como persona divina, como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, enseña a María y a José a colocar a Dios como lo primero, como lo más importante de la vida, les estimula a fortalecer su fe y aquello que no pueden comprender con la razón, les impulsa a guardarlo y meditarlo en su corazón, como lo hizo María, les invita a abrirse al horizonte de la creencia.
Aquel hogar de Nazaret en medio de su sencillez, de lo cotidiano, como cualquier familia humana; supo vivir una fe profunda, una esperanza fuerte y un amor sin fronteras. María y José son prototipos de fe en Dios, de creer en su mensaje, de confiar en sus promesas, son ejemplo de esperanza al poner su corazón en aquello que Dios les invita a esperar y de amor, ya que supieron abrir sus vidas al Amor mismo revelado y presente en medio de ellos en la persona de Jesús. El Niño Jesús, viendo el ejemplo de sus padres, supo creer en lo humano, supo esperar y aprendió a amar y dejarse amar como cualquier persona que necesita amar y ser amado.
Acerquémonos y contemplemos el hogar de Nazaret, fijémonos también en el nuestro y quizás veremos donde están nuestras debilidades, las cosas que nos angustian, que nos paralizan y entristecen; pero también veremos nuestras ilusiones, los proyectos, las alegrías, los triunfos. Todo eso, la vida familiar que tenemos y la que queremos tener, pongámosla a los pies de la Sagrada Familia, pidámosle que aviven en nuestros hogares y en el corazón de cada miembro de nuestra familia, la fe, la esperanza y el amor. Que no nos dejemos vencer por las dificultades, que no caigamos en el pesimismo o la desesperanza, que no nos dejemos arrastrar por la increencia y que no se marchite en nosotros en el amor. Que por el contrario, cada día encontremos razones para creer, esperar y amar.
IDA Y RETORNO: Feliz Año 2013 para todos. Que Dios bendiga sus hogares, que sus proyectos y metas para el próximo año sean iluminados por la gracia del Señor. Pidamos a Jesús que proteja y guíe los destinos de nuestra patria; que todos trabajemos y aportemos para el progreso, la unidad, la paz y la justicia en Venezuela. Que Jesús reine en nuestro país y que como hijos de Dios y miembros de la Iglesia logremos que Dios sea amado y glorificado sobre todas las cosas. Que como nación mayoritariamente cristiana, no permitamos que el mal ni el pecado triunfen en nuestra amada patria, sino que con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, podamos tener un Año Nuevo lleno de cosas buenas para todos, sin excluir y sin hacer daño a nadie.

Fotografía: http://www3.eltiempo.com/vidadehoy/2008-07-24/cerca-de-720-mil-ninos-campesinos-del-pais-estan-por-fuera-del-sistema-educativo-colombiano_4393523-1

No hay comentarios:

Publicar un comentario