EL NACIONAL, Caracas, 30 de Diciembre de 2001 / Siete Días
El ex Presidente Ramón J. Velásquez reflexiona sobre el pasado y el presente de Venezuela
“Nada se perderá de la historia reciente, lo viejo son las autocracias personalistas”
En ésta, la última entrega del año de Siete Días, un intelectual venezolano, cuya dimensión anticipa un análisis agudo y revelador de la historia contemporánea del país, proyecta una visión retrospectiva que permite esbozar desafíos y riesgos actuales que, por curioso que parezca, tienen antecedentes casi episódicos, anecdotarios y, particularmente, históricos. No hay respuestas, pero si advertencias, para quienes tienen que asumir una responsabilidad del tamaño del Estado
SIMÓN ALBERTO CONSALVI
KARENINA VELANDIA
A ratos el pasado se refleja en el presente y, como una cruel paradoja, descubrimos que estamos una vez más ante una serie de crisis y dramas nacionales ya conocidos por la historia. Y así, como en la dinámica de una correa sin fin, iniciamos el siglo XXI inmersos en la incertidumbre y el hallazgo de interrogantes sin respuestas. ¿No era esa realidad histórica la que caracterizaba a Venezuela a comienzos del siglo XX? Cualquier similitud no es más que una ironía, que en sí misma encierra no pocas respuestas. Se podrá advertir que hace un siglo las instituciones y el modelo que siguió el país se construyeron a partir de una férrea y sangrienta dictadura militar, y que lo que surgió de allí, aderezado por el petróleo, tiene como epílogo el presente, de igual modo cargado de incógnitas y cismas generacionales. En esta oportunidad no habrá bloqueo de potencias extranjeras para cobrarse una deuda externa impagable, como ocurrió en 1902 –episodio del cual se conmemora un aniversario centenario–, mientras los afanes expansionistas de Alemania e Inglaterra se estrellaban no contra las armas de la defensa de la Nación, sino en las oficinas del Departamento de Estado y en “el protocolo de Washington”, como el más reciente tic de la doctrina Monroe. Tendremos, en cambio, un escenario internacional impregnado por el estallido de otro país suramericano atrapado en su propio devenir histórico: Argentina. Y con esto, el fin de un modelo, con consecuencias impredecibles para todo el continente.
Lo que a continuación sigue es la fiel transcripción de una entrevista realizada al historiador y ex presidente Ramón J. Velásquez. No hay aquí una fórmula mágica para resolver los problemas del país. En cambio, se reseñan los hechos históricos que moldearon a Venezuela y la sombra que proyecta una combinación de asuntos pendientes, como el peso de la deuda externa, el fracaso del país en la empresa de liberarse del dominio del petróleo y las acuciantes dudas y temores que plantea la dependencia con respecto al precio del crudo, también en esta época. Cuestiones que habrán de resolver “los nuevos hombres de Estado” y una sociedad que hizo un sueño realidad: “En cada aldea, una escuela; en cada pueblo, un liceo; y en las capitales de los estados, institutos pedagógicos, tecnológicos y, finalmente, la presencia de las universidades”. Así como el petróleo irrumpió en los años 20, y el campesino entonces “abandonó su pala y ese día fue el final de la agricultura en el país”, esta entrevista se presenta en dos ejes, cuyo pivote no es otro que la aparición del negocio petrolero.
La alianza de los caudillos
–El año 2002 nos reserva algunos centenarios que conviene analizar desde ahora: la Revolución Libertadora del general Manuel Antonio Matos, y paralelamente, el bloqueo de Venezuela por potencias europeas, con la posterior intervención de Estados Unidos como árbitro. ¿Qué ocurrió en los últimos años del siglo XIX para que esos sucesos tuvieran lugar? –Habría que comenzar en 1899, fecha que marca una crisis histórica cuando se derrumba la única organización política que había surgido de la Revolución Federal: el liberalismo. El episodio de 1864, que se consolida con Guzmán Blanco, puede señalarse como el comienzo de la era republicana, pues la etapa de los grandes caudillos presidentes (Páez, Soublette, los Monagas) se caracteriza por la presencia de costumbres administrativas y normas de conducta política que venían de la Colonia. El liberalismo juega un cambio fundamental: liquida el desnivel existente entre la provincia de Caracas y el resto del país. Al surgir el régimen federal, y al proclamarse la alianza de las provincias bajo el nombre de estados soberanos, se creó un sistema dentro del que, en teoría, y por primera vez, las provincias podían plantear sus aspiraciones de igual a igual con Caracas. El país constituye entonces los Estados Unidos de Venezuela.
“Esa etapa se prolonga hasta 1899. Después de los años anárquicos de gobierno de Falcón, surge con la Revolución de Abril de 1870 el organizador del nuevo Estado federal: Antonio Guzmán Blanco. Hace todas las promesas del liberalismo y se enfrenta con la Iglesia: en el seno de la Universidad, con el estudio de las ciencias experimentales; y en las relaciones de la comunidad, al absorber el papel de educador y al crear los registros civiles, que le arrebataban a la Iglesia el control de los nacimientos, las defunciones y los matrimonios”.
–¿Cómo logra Guzmán Blanco un período de paz, en un país de tantas guerras civiles, si privilegiaba al mismo tiempo a los caudillos regionales? –Ese régimen tenía un factor militar que lo hacía distinto de los anteriores y de lo que iba a venir después: cada estado soberano tenía su propio ejército. No había ejército nacional. Y en cada estado, el jefe militar era el presidente, y para que el presidente de la República interviniera en los conflictos regionales, debía tener su visto bueno. Allí radicaba el poder inmenso de los caudillos regionales. Por eso los presidentes necesitaban ser sus aliados: garantizaban la paz. Esa alianza permite, en el siglo XIX, los 20 años de paz de Guzmán Blanco. Es así como empieza entonces el desarrollo del país. Esa era la situación para 1899. El primer banco alemán, el Disconto Gesellschaft, había financiado la construcción de la primera red de ferrocarriles en el país, al tiempo que hacía lo mismo con la deuda venezolana. Era el gran acreedor.
–Es el tiempo de la llegada de los andinos. En medio de tantos caudillos, ¿cómo logra Cipriano Castro conquistar al poder? –Guzmán Blanco abandona el país, Crespo lo sustituye, combate al Mocho Hernández. Pero matan a Crespo y el Liberalismo se queda sin jefe. Es el momento en que un exiliado, que se encuentra en Colombia y que también pertenece al Partido Liberal, dice: “Muerto Crespo, llegó la hora de transformarnos de exiliados en invasores, porque si permanecemos aquí, terminaríamos como cebadores de ganado”. Era Cipriano Castro. Entonces, con un ejército de jóvenes civiles, se lanza con la intención de avanzar hacia Caracas. Así llega al centro; el ejército del gobierno está anarquizado, Castro lo derrota y se instala en Valencia. Empieza un ir y venir entre el gobierno de Caracas, el comandante del ejército que está en San Mateo, y Castro. El Gobierno, encabezado por el presidente Ignacio Andrade, tiene el control del país, pero se niega a combatir. Envía una misión a Castro y éste le expresa que quiere su renuncia. Una noche, el comandante en jefe del ejército gubernamental, sorpresivamente, proclama a Castro como jefe de la revolución, jefe supremo del país, y jefe del partido liberal amarillo. Andrade huye a Saint Thomas. –A Castro lo acompañaba la buena fortuna, o la fatiga de la guerra, tal vez... O ambas cosas...
–Castro entra a Caracas, no con el ejército andino, sino en hombros de quienes habían salido a combatirlo, las tropas de Luciano Mendoza. El liberalismo amarillo lo ve como una salvación. Desde noviembre de 1899 hasta 1900, hay fiestas por ese motivo. Castro pronuncia como programa una especie de mancheta, que sigue teniendo vigencia y es el mejor del mundo: “Nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”. Pero los liberales ven algo raro. El convenio entre los presidentes anteriores y los caudillos consistía en que los primeros no intervenían en las elecciones regionales, pues los jefes de cada estado tenían que ser del lugar y nombrados por votación popular. Castro, sin embargo, realiza nombramientos sin considerar esa condición.
El primer banquero revolucionario
–¿Cómo se maneja Castro, ya jefe supremo? ¿Qué recursos utiliza, y cuáles fueron sus relaciones con el resto de los factores de poder? –Castro carece de recursos. Le pide a la banca 500.000 pesos. Se los dan. Solicita otro préstamo, y se lo conceden. Pero el tercero se lo niegan. Apresa entonces a las juntas directivas de los bancos Venezuela y Caracas y los lleva a La Rotunda. Aun así, no le dan el dinero, por lo que los hace desfilar hasta la estación del ferrocarril, para remitirlos a Puerto Cabello. Finalmente, los banqueros otorgan el préstamo. Castro, no obstante, culpa a Matos, el primer banquero de Venezuela y quien lo ha ayudado a llegar al poder de ser el responsable de la negativa. Lo encarcela. –Evidentemente, es la primera gran crisis de Castro y, sin duda, del país... 1902.
–Frente a esta situación, se juntan entonces todos los liberales y deciden liquidar a Castro. Escogen a Matos como el jefe de la insurrección. Así que la primera revolución del siglo es de un banquero, quien logra que las cuatro grandes compañías extranjeras instaladas en el país bajo el Liberalismo Amarillo, la New York & Bermúdez Co., la Orinoco, el Cable Francés y el Disconto alemán, lo financien. Matos organiza el ejército revolucionario más grande que ha tenido Venezuela: en un país de dos millones de habitantes, cifra que incluía palúdicos y tísicos, levanta 8.000 hombres en oriente y 8.000 en occidente. El general Luciano Mendoza, el mismo que había traicionado a Andrade, es quien inicia la batalla más larga de la historia de la República: tres semanas, del 12 de octubre al 4 de noviembre. Castro, agotado, había preparado un segundo ejército andino, que entra y lo refuerza, derrotando la revolución. Matos se refugia en Curazao, y proclama el fin de la guerra. Pero no era así, aún quedaban los ejércitos de oriente y occidente.
–Es el momento del bloqueo, como apoyo abierto a Matos, quizás...
–Castro recibe entonces una nota de París, en la que se le advertía que si la revolución no triunfaba, vendría un bloqueo por parte de Inglaterra, Alemania e Italia. El pago de una deuda contraída por Guzmán Blanco y por Crespo era la razón. Inglaterra y Alemania concentraron entonces parte de sus escuadras en el Caribe. El 9 de diciembre, sus representantes acuden ante el canciller y le entregan un ultimátum, pero ese mismo día los acorazados aparecen bloqueando los puertos venezolanos. En el momento en que las tropas van a descender, reciben un mensaje de Teodoro Roosevelt: “Si ponen un pie en territorio venezolano, movilizaré la escuadra de Puerto Rico”. Resucitaba entonces la fórmula Monroe: “América para los americanos”.
–Fue la segunda intervención de Estados Unidos en un conflicto venezolano. ¿Tenía acaso temores directos en cuanto a los planes alemanes? ¿O de los propios ingleses? –Alemania, más que el cobro de los 26 millones que le debía Venezuela, lo que aspiraba era a tener una isla en el Caribe, porque se adelantaba la construcción del canal de Panamá, y era la única potencia sin dominio en el Caribe, así que escogió como base ideal Margarita. Los ingleses lo que querían era completar su sueño: si ya tenían el Esequibo, esperaban ponerle la mano al delta del Orinoco. Pero Roosevelt les dijo que los problemas venezolanos se arreglarían en Washington. En los cálculos ingleses no estaba apoyar a Alemania, por lo que estos últimos se quedaron solos negociando la deuda en los “Protocolos de Washington”, también conocidos como “los infames”.
La aparición del Estado nacional –Entonces, ¿podría pensarse que el desenlace de la Libertadora y del bloqueo terminó por consolidar a Castro? –El triunfo de Cipriano Castro y la destrucción del poder del liberalismo amarillo crea una nueva realidad política: la aparición del Estado nacional. Se acaba el feudalismo militar de los caudillos federales. La Constituyente de 1901, y, luego, la reforma de 1904, liquidan las milicias federales y crean el ejército nacional, otorgándole al Presidente su comandancia. Queda como única realidad política la alianza de caudillos, que Castro llama Liberalismo Restaurador. –Con Castro se acaban los colores: el amarillo es el último que se pierde, después del rojo de los conservadores y del azul de los Monagas... ¿Cómo se opera, entonces, la consolidación del sistema naciente? –Deja de ser amarillo, pero sí liberal, porque en este calificativo se encontraban los grandes cambios. Castro mantiene ese nombre hasta el final, porque liberal era liberación. El segundo paso es la creación de una escuela militar, para formar una oficialidad que comande el nuevo ejército. Ese es el origen de la actual FAN. Da un gran salto hacia la concentración del poder, liquidando la distribución liberal amarilla, y obliga a las asambleas legislativas de los 20 estados a que le den la atribución de elegir a los presidentes de estado. Empieza a debilitar a los otros poderes. El centralismo empezó con Guzmán, pero con Castro y Gómez se profundiza para crear el Estado nacional.
–Castro, evidentemente, se siente todopoderoso, capaz de retar al mundo... –Viene una etapa de conflictos internacionales, con rompimiento de relaciones. También un distanciamiento del presidente Castro con el vicepresidente Gómez, quien se refugia en el ejército. Una situación personal crítica obliga a Castro a irse para Europa, en 1908. Gómez da un golpe de Estado, pero para no compartir el poder con quienes lo ayudaron a derrocar a Castro, logra que lo demanden como autor intelectual del fusilamiento de Antonio Paredes ante la CSJ, que declara a Castro incapacitado para ejercer la Presidencia.
–Al golpe lo precede la ruptura con Estados Unidos...
–Sí, es así como Gómez queda instalado en el poder como sucesor legal. Pero frente a la política de enfrentamiento con las naciones, mantenida por Castro, Gómez decide llevar buenas relaciones con todo el mundo por 27 años. Además, logra la liquidación, a través de sucesivas reformas constitucionales, de todas las formas del federalismo. Era un ignorante, pero buscó siempre a los mejores. Esa fue una generación que se había formado dentro del positivismo, lucha contra lo teológico, y por la modernización. Constituye así el equipo ideológico más importante que ha tenido un Presidente. Y ellos tienen una oportunidad única en su vida, que es la de hacer las leyes, códigos, y las reformas educativa, fiscal y financiera. Gómez respetaba a ese grupo y les manifestaba su consideración con regalos en diciembre. Así se organiza el Estado nuevo, con la participación de juristas expertos que se encargaron de crear códigos que todavía están vigentes.
Se cumplió la consigna
Lo nuevo en Venezuela es el ejercicio de la democracia; lo viejo, lo tradicional, es el ejercicio autocrático, dictatorial, mantenido a lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX por dictadores que alegaban razones regionalistas o, simplemente, exhibían el poder de la violencia. Hasta 1936, la sociedad venezolana, el pueblo, era un personaje casi ausente, silencioso, que iba detrás del caballo del caudillo. La organización de Venezuela en partidos políticos, la existencia de pugnas ideológicas, el ejercicio de las libertades políticas, significaron también cambios fundamentales en la orientación de las políticas del Estado, especialmente en educación, en salud y en el desarrollo económico del país. Eso es lo nuevo.
“No puede olvidarse que se cumplió la consigna: en cada aldea, una escuela; en cada pueblo, un liceo; y en las capitales de los estados, institutos pedagógicos, tecnológicos y, finalmente, la presencia de las universidades regionales. Hechos éstos que han determinado un indiscutible avance en la formación educativa y profesional de las nuevas generaciones, muchas de las cuales también tuvieron acceso a las mejores universidades del mundo, como propósito del Estado democrático. “Fallas, pecados, engaños, pudo haberlos y los hubo, pero no puede culparse de tales hechos negativos al sistema democrático. El peculado, el tráfico de influencia, el nepotismo y todas las otras formas que desfiguran la acción oficial, vienen de atrás, del tiempo de las autocracias militares, que siempre confundieron patrimonio público y patrimonio privado. En fin, lo moderno en Venezuela es la conciencia democrática que existe en la mayoría de los venezolanos de hoy.
Fotografía: Detalle de la primera plana de El Nuevo Diario, Caracas, 30/08/1917.
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