domingo, 23 de diciembre de 2012

UNA JUVENTUD PARA EL CAMBIO


De una juventud política (y postdata navideña)
Luis Barragán


Nostálgicos más por el futuro que por el pasado, suscribimos estas notas sobre una juventud política que hizo historia en Venezuela. Consagrada la fecha como el día definitivo de su fundación, un 24 de Diciembre de 1947 fue bautizada como Juventud Revolucionaria Copeyana por Luis Herrera Campíns, Rodolfo Cárdenas, Valmore Acevedo, Eduardo Tamayo y Rafael Alfonzo.

Fue tal la importancia, significación y magnitud de la movilización de las juventudes venezolanas, que paulatinamente los partidos las canalizaron en un abanico indispensable de especialización funcional, ahora francamente pulverizado. Fundamentalmente, canalizaron y desarrollaron el liderazgo estudiantil, probando y consolidando vocaciones, frecuentemente de cara a sus específicas, dramáticas como intransferibles circunstanciales, fallando únicamente cuando pretendían decretarlo.

Fueron varias las etapas de la juventud socialcristiana y muchos sus protagonistas, los cuales torpemente no logra atisbar la ridícula y desinformada nota de Wikipedia. Digamos, por una parte, la de su larga travesía durante la dictadura de Pérez Jiménez, hasta que se institucionalizó definitivamente a partir de 1958, marcando un extraordinario  crecimiento cuantitativo y organizacional que derivó en una intensa y trascendente polémica ideológica, acumulando una hoy asombrosa fuerza electoral, hasta que se hizo manifestación de la crisis del partido y de los partidos; y, por otra, celebrando sus convenciones o asambleas, como las denominaban los estatutos, la militancia tuvo ocasión de elegir a sus secretarios generales o secretarios juveniles, como los fueron – en orden de sucesión -  Hilarión Cardozo, Eduardo Fernández, Abdón Vivas Terán, José Ramón Solano, Julio César Moreno, Donald Ramírez, Agustín Berríos, César Pérez Vivas, Vladimir Petit y Gregorio Graterol, destacando las encargadurías de Alvaro Páez Pumar y Oswaldo Alvarez Paz, junto a centenares de dirigentes juveniles municipales, regionales y nacionales de innegables méritos.

Suele ocurrir en toda entidad seria, surgieron sendas tendencias por obra de los planteamientos ideológicos y estilos de conducción, en una cordial y respetuosa competencia en la que, por lo general, la trayectoria política era decisiva para la promoción dirigencial. Hubo continuidad y perfeccionamiento de generaciones y procedimientos, hasta de orden administrativo, como ahora no lo imaginan los jóvenes y adultos que creen inventar el agua tibia de la política ya contaminada por eso que se ha dado en llamar la antipolítica. Sin embargo, a pesar de las demoliciones de la última década, quedan algunas expresiones de una juventud rebelde y cristianamente comprometida.

Acotemos, la última convención de la juventud demócrata-cristiana se hizo en 1994, dándonos una pista segura de su crisis. Hay quienes desean hacerla el venidero año, pero – irremediable – urgen de un debate de absoluta franqueza , por lo pronto, para avizorar tres perspectivas.

 De un lado, la necesarísima, atrevida e innovadora actualización ideológica de cara al consabido proyecto totalitario en curso. La pobreza político-cultural puede superarse gracias a una honestísima interrogación sobre la otra sociedad deseada que fuerce a la reflexión creadora, que ha de ser privilegiada antes de sumergirse en los esporádicos cursillos o talleres que pretenden adiestrar y decretar ese liderazgo huérfano de principios y valores, excepto los utilitarios: no hay un dirigente juvenil que  tenga idea del reto doctrinario de estos tiempos.

De otro, sólo concedido por una fuerte convicción, el compromiso político real y realista, mas no ese vulgar pragmatismo de la viveza efímera del relacionista público, intrigante y arribista. Este momento exige un dirigente juvenil de coraje e imaginación, capaz de concitar – ante todo – un compromiso moral para la travesía de los días duros que vienen, dispuesto a encabezarla, y que nunca concederán los esporádicos,   improvisados y necios talleres que convierten a la política en un mero fenómeno mercadotécnico.

Finalmente, el saberse en una dimensión intergeneracional. Quienes tuvimos responsabilidades dirigenciales en la JRC, lo comprendimos pronto, aunque es necesario precisar que es tan peligroso creerse generacionalmente autosuficientes, como rendir culto exclusivo y clientelar a los representantes de una generación anterior que tiene por única oferta facilitar y literalmente regalar aquellas responsabilidades que deben conquistarse por esfuerzo propio. Vale decir, aprendiendo a separar el trigo de la cizaña.

Hemos escrito en distintas ocasiones sobre la historia de la juventud socialcristiana en Venezuela, pero más interesa ahora – de salvarse – la que los muchachos puedan escribir siendo hijos de su tiempo. Condición ésta irrenunciable de tomar en serio el compromiso político e ideológico,   recordando por siempre que hay mundo nuevos que crear.

Post-data

Una feliz Navidad y mejor año 2013. Difícil coyuntura la que tenemos por delante. No hay destino personal absolutamente divorciado del colectivo. De modo que no ha de ser un sálvese quien pueda.

Fotografías: Reseña de la protesta reprimida ante el refinanciamiento de la deuda externa, protagonizada el 26-F por la JRC, quizá la última gran manifestación de calle que propulsó. 2001, Caracas, 27/02/1986. Y escena de la histórica IV Asamblea Nacional de la JRC ´de 1965, en la que, formalizándose las tendencias, resultó electo Abdón Vivas Terán, secretario juvenil nacional, y Rubén Darío González, precoz dirigente de los trabajadores, en subsecretario, según la gráfica de Justo Molina (Momento, 1967).

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