San Juan, 1: 1-5, 9-14
En su homilía de hoy, el Padre Javier Alberdi (SJ) dijo que había que estar “ojo pelao”, pues, perdíamos al Niño en medio de los festejos decembrinos.
Hay que decirle a Jesús: “no te entiendo, chamo, pero me fío de ti”. Otro cantar sería que entendiésemos todo, pero no lo podemos comprender con nuestros esquemas: estamos ante un misterio. “Gracias a Dios es Dios y sabe ser Dios”. Pidamos porque sepamos recibirlo.
¿Dios se hace uno de nosotros? Es un misterio que se haga humano y salga por la puerta trasera. No nació en una clínica o en un hospital. No había sitio para María, primer disparate. Comienzo de la historia: ese carajito (SIC) que está ahí es Dios. Nace en una miserable aldea de 300 habitantes, Belén, como un pueblito perdido en las montañas andinas. Además, recordemos, fue uno más de la aldea donde se crió. Jesús de Nazaret jugaba metras, era un Juan Bimba, y por eso también sorprendía a sus paisanos cuando comenzó a predicar y llamarse Hijo de Dios. Nace en un pesebre y muere en una cruz. Un Juan Bimba que sembró el amor.
¿Qué Dios se revela en Jesús? Lo pensamos todopoderoso, que resuelve problemas y castiga. ¿Qué Dios nos enseña Jesús? Único camino del verdadero Dios, porque también hay falsos dioses (“un bojote de falsos”).
Dios no castiga, no condena. Jesús amoroso, compartió con nosotros para salvarnos. Hoy, la fiesta renueva nuestro compromiso, es Emmanuel que nos libera y salva, pero hay que saber escucharlo. Para Él somos lo máximo, ilumina nuestra vida. La Navidad es una locura de Dios que es camino verdadero para la vida (al padre no le gusta “soy el camino, la verdad y la vida”).
Ojalá nazca en nuestros corazones. Es un liberador que está con nosotros.
Isaías 52, 7-10
Salmo 97
Hen 1, 1-6
Nota LB:
Gustamos mucho de la misa de San Francisco, también por el esfuerzo de reflexión que los padres realizan, por una parte. Demasiadas veces, los feligreses no prestamos atención a lo referido en las homilías de ésta u otras Iglesias, siendo tan importantes, aunque también las hay aburridas y hueras. Quizá la interpretación de las Escrituras merezcan un cierto ejercicio teológico, por las preguntas que nos hacemos, incluyendo al sacerdote que – igualmente – medita sus intenciones, propósitos y realizaciones.
No todas las ocasiones son propicias, pero – rompiendo un poco la rutina – celebramos que, por lo menos, pueda asomar otros ángulos, como hizo el Padre Javier. Por lo demás, una noticia todavía distante para el grueso de la feligresía, hay escuelas y tendencias teológicas que ameritan de su aproximación.
Visto lo anterior, por ello es importante también conocer el nombre del sacerdote. Hay características personales, legítimas e inevitables en su interpretación. ¿Que sea una necedad problematizarse? No lo creemos, aunque debamos no perder el dato importante: la esperanza que nos lleva a la fe. Y valga la anécdota, porque al Padre Javier, en una anteriorísima ocasión, le pregunté cómo se llama y él, me dijo que lo llaman en un gesto de humor; indagué el apellido gracias a otra persona. Ahora, olvidándolo, de nuevo le pregunté y me dijo que por teléfono. Discretamente me retiré, pues, no estaba para chanzas. Es natural, que unos expongan un sentido de humor, distinto al otro: no lucen decisivas las relaciones primarias de simpatía o antipatía, porque el fondo es otro y común: la fe.
Indagué con otras personas y no recordaban su apellido. Interesante, por la radical modestia del sacerdote, sencillamente no protagoniza, aunque hay circunstancias que necesitan de su identificación: por ejemplo, para este humilde apuntador.
LB
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