De una doctrina parlamentaria (y una obligada coletilla)
Luis Barragán
Además de difícil, luce innecesario concatenar todas y cada una de las intervenciones de los parlamentarios del oficialismo a lo largo de la década, para atisbar la idea que cultivan sobre la institución. Ahorrándole esfuerzos al historiador, politólogo, jurista o sociólogo que aún tenga interés, bastará con revisar el informe suscrito por Ricardo Sanguino, presidente de la Comisión Permanente de Finanzas y Desarrollo Económico, en relación al proyecto presupuestario de la Asamblea Nacional, recientemente aprobado.
Formalmente reconocidas las competencias y atribuciones que la vigente Constitución de la República le concede, además de arengar sobre una “amplia política de participación e interpelación popular”, protocoliza una postura doctrinaria orientada a convertirla en una mera sucursal del PSUV, atenta y presta a todos y cada uno de los requerimientos del ocupante de Miraflores. Predica, entre los objetivos esenciales, el de una transformación de la Asamblea Nacional en Asamblea Popular, por ejemplo, como si ella no fuese el fruto de una votación universal, directa y secreta de toda la ciudadanía.
Obviamente, el reclamo de conversión no es absolutamente ingenuo, pues está concatenado al propósito de erigir un Estado Comunal, cuya conformación dependerá de las comunas adedocráticas y quirúrgicamente controladas y financiadas que posiblemente no tarden en renovar el mandato presidencial en un futuro cercano, retrotrayéndonos a las elecciones de segundo y tercer grado. El Informe Sanguino reniega del origen y la permanencia realmente populares del actual parlamento, apostando por otra e interesadísima versión de lo popular que aspirará, igualmente, a la selección de los diputados por las comunas, aunque éstas ni siquiera tengan la importancia y prestancia de las viejas municipalidades que osaron imponer a los diputados en una etapa histórica que creímos superada.
La discusión y la apresurada aprobación del aludido proyecto, no sólo impidió debatir en profundidad la gestión del parlamento en 2012, sino el propio supuesto teórico que la inspiró. Además, en esa misma sesión hubo que abordar otras propuestas presupuestarias y de endeudamiento, que no obligaron a una prolija explicación del oficialismo que, por cierto, equivale a un radical acto de franqueza del que todavía no es capaz, pues, dudamos que muchos deseen renunciar a la quincena, soslayando las directrices constituyentes que pudiera hacerlos naufragar.
De eufemismos está cargado el breve informe de marras, como aquello de la “interpelación popular”. Oculta una triste realidad: los altos funcionarios son ininterpelables e ininvitables, resignadas las comisiones permanentes a tramitar las solicitudes gubernamentales y atender a la clientela que no alcanza los predios miraflorinos, cortejando a los ministros que tengan a bien darles una mirada.
Para el oficialismo, la Asamblea Nacional debe parlar, no parlamentar; acatar, no controlar; habilitar, no legislar; fiar, no presupuestar. Tamañas pretensiones constituyen un inmenso desafío para la oposición que aún debe reivindicarla, pues, así lo advierten sendos estudios de opinión, la generalidad de las personas no la conoce, no sabe de sus funciones y atribuciones, confundida con las jornadas “deliberativas” de Chávez Frías y sus encadenados consejos de ministros.
Obligada coletilla: en el recientísimo debate parlamentario que concluyó con la autorización del nuevo viaje presidencial, la diputada Gladys Requena alegó que el diagnóstico de la enfermedad únicamente concierne al paciente. Hay ámbitos ciertos de privacidad en los mandatarios, pero – en esta ocasión – se equivoca la parlamentaria varguense, porque la suerte del país ha dependido de ese diagnóstico que no ha querido exhibir debidamente certificado, y – por ello – ha generado desconfianza, sembrando la incertidumbre. A la materia se otra: la libertad de indagar y de informar. Tamaño argumento equivale al reconocimiento de la debilidad de las instituciones democráticas, obligando a la propia oposición a reclamarla persistentemente. No es como dice un periodista tarifado por el gobierno que la prensa del Estado amaneció con un llamado a la unidad y el patriotismo, mientras que la opositora calculando el reemplazo del presidente-comandante. Nada más catastrófico ocurrió a Estados Unidos con la muerte de Roosevelt, metido en la segunda guerra mundial. Empero, la continuaron y la ganaron, funcionando todos los mecanismos institucionales que llevó al ascenso de Truman.
Fuente: http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/13468-de-una-doctrina-parlamentaria-y-una-obligada-coletilla
Fotografía: El Nacional, Caracas (22/10/12)
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