domingo, 12 de diciembre de 2010

entrevista a una psicoanalista


El Nacional Todo en Domingo - Domingo 12 de Diciembre de 2010 TODO EN DOMINGO/54/ Entrevista
La venezolana que acerca a Freud
Mariela Michelena busca en el inconsciente las respuestas que luego ofrece de manera amena. La psicoanalista caraqueña, autora de cinco libros traducidos a varios idiomas, vive en España donde su nombre suena en alto volumen y, aunque siempre vuelve, ésta es la primera ocasión que se presenta como autora con el libro Mujeres malque- ridas . Aquí cuenta su historia, en la que ha remontado la adversidad para conseguirse con su manera de trascender
Sasha Correa


"Petare está encapotado, parece que va a llover".
A pesar de los 30 años que lleva en Madrid, Mariela Michelena se sigue asomando en las mañanas por la ventana de su casa en España para imaginarse la panorámica de lo que sería Caracas si pudiera verla desde su casa en La Florida. Tal cual como acostumbraba hacerlo antes de hacer maletas siguiendo un camino que deparó éxitos en el tiempo, como psicoanalista y escritora.

Aunque frecuenta estos predios anualmente ­ineludible visitar a su madre­, es la primera vez que viene "como autora", luego de que llegara a las librerías locales Mujeres mal- queridas. Reconstrucción de la identidad más allá de la pareja, una publicación que se nutre en buena parte de historias de carne y hueso de sus consultas para explicar el extraño mundo de mujeres exitosas, atractivas, divertidas y valientes, que insisten en ensartarse en relaciones imposibles, destructivas o sin futuro. De antemano la aclaratoria: "No es ni un manual ni un libro de autoayuda, es puro psicoanálisis, de principio a fin, pero no se nota", afirma Mariela Michelena con su verbo y letra.

Femenina sí. Feminista nunca. Por eso aclara que no intenta "defender nada", "ni dar soluciones mágicas", sino acompañar a las lectoras con un texto que traza la figura de aquellas que se quieren mal, a través de un amor tergiversado. Allí brinda explicaciones en apariencia sencillas, digeribles, incluso cargadas de buen humor, sobre conductas que son enfermizas.

Quizás sea este su título más sonado, pero no el único. Se estrenó en el mundo editorial con Un año para toda la vida, sobre el primer año del bebé y su relación con la madre. Sigue Saber y no saber, curiosidad sexual infantil. Después, en 2007, Mujeres malqueridas, traducido al francés y al portugués, que apenas ahora llega a Venezuela con Editorial Alfa; y en 2009 Anoche soñé que tenía pechos.

Mientras habla, Michelena se revela tan caraqueña como coqueta, suelta y risueña. Sus manos no se detienen, acompañan con salero cada frase.

Con ellas escudriña su cartera y saca pronto un cuadernito verde lleno de acotaciones. Como éste, asegura tener cientos, a los que se devuelve para alimentar cuanto escribe. "Me la paso escribiendo, haciendo notas y marcando en postits frases que se me van ocurriendo para explicar o contar algo. Puede ser durante la consulta, en un taxi, o cualquier parte".


Dulce pasado. "Esta es mi hija la mayor, Nenena. Ella es perfecta, excelentes notas, del centro de estudiantes. Luego viene Corina, la artista, todo lo transforma en cosas maravillosas, es creativa. Y después viene ésta, Mariela, la más alta de mis hijas". Con esa anécdota, cuenta Michelena entre risas, cómo su mamá solía presentar a sus tres niñas.

Psicoanalista al fin, se explica a través de su pasado, convencida de ser bastante más que una mujer alta.

Viaja en el tiempo y recuerda el olor a tortas con el que creció junto a sus cinco hermanos: su mamá las hacía para vender (de allí que su sobrino, Marcel Rasquin, director del filme Hermano, usara el recurso de ese aroma en la película, colocando a la madre de sus protagonistas como una vendedora de tortas).

Hija además del ingeniero Santos Michelena, artífice de la fuente de Plaza Venezuela, Mariela insiste en venir de una familia tan "especial e intensa", que se vio obligada a buscar su propia identidad para dejar de ser la hermana de... o la hija de... Por los pasillos de la UCV pasó interesada en Literatura. Con su primer esposo, no obstante, salió del país, estuvo en Lima y Estados Unidos; regresó, se divorció y optó más bien por Psicología en la UCAB. Su segundo matrimonio la llevó a Madrid, en donde hizo estudios de psicoanálisis (forma parte actualmente de la Asociación Psicoanalítica de Madrid). Después de 14 años se separó, mas no de Madrid: allí se quedó, en la actualidad, con un tercer esposo.

Desde siempre quiso alistarse en las filas de Freud: "Eso de ser sólo aprendizaje, o que si piensas en positivo las cosas salen bien, no me era suficiente para explicar mi propia historia". Por eso la primera psicoanalizada fue ella. "No soy una mujer asilada, sino que respondo a mi familia, a un trío de hermanas muy particular, a una infancia.

He vivido en carne propia los beneficios del psicoanálisis y ha sido fascinante".

El futuro se lee en el pasado. Mientras retoca sus labios de rojo intenso, Michelena se imagina a Freud fascinado con Internet y sus posibilidades, te niendo cientos de amigos en Facebook y hasta con un blog. No lo ve recibiendo, como antes, a mujeres histéricas que se desmayan, o con partes del cuerpo paralizado, pero sí anoréxicas, bulímicas o enfermas por amor: "Lo que cambian son las formas, pero el núcleo se mantiene. Por eso Freud establecía que todo parte de una prohibición que determina lo demás: la prohibición del incesto. Nosotros nos preguntamos: con esta persona ¿sí o no? Con esta puedo, pero no quiero, o no debo; con esta otra debo pero no quiero... La historia sin fin. Esa complejidad es exclusivamente humana, nos hace más ricos pero también más desdichados".

Más de 100 años de historia lleva esta escuela. Para la escritora, se trata de una alternativa más que vigente que, a diferencia de otras más rápidas y eficaces, de oráculos y tratamientos, va a la raíz: "Lee el destino de la persona no adivinando, sino viendo hacia el pasado. La medicación es como el remedio que te alivia los síntomas; esto sería el antibiótico que cura la enfermedad. Busca los retoños del inconsciente para dar con la clave. La persona sabe que algo le pasa, pero no sabe qué ni por qué. El psicoanálisis enciende una luz en esa oscuridad, descubriendo un universo que estaba allí, pero no a la vista".

Michelena pone las cosas en su lugar: la idea, más que vivir con el peso del pasado, es impedir que tenga efectos en el presente: "Que puedas pasar la página y avanzar". Para eso ­explica­, se intenta desentrañar la agenda oculta que viene con cada paciente: esa que hace que la persona incurra en conductas autodestructivas o dañinas que se justifican sólo en el inconsciente.

Si se ganara la lotería, seguiría ejerciendo por disfrute ­asegura en broma. Cuenta que se levanta muy temprano y escribe tres horas, siempre de cara a una próxima publicación. Hace natación tres veces por semana y luego su parte predilecta: los pacientes. Hasta las nueve de la noche o hasta que la mente ­más que el cuerpo­ aguante.

En un día puede ver de 6 a 11 pacientes, en la comodidad de su casa. "No me aburro ni un segundo, porque sale un mundo y entra otro. Es fantástico ser psicoanalista, te sientas allí y te cuentan sus historias infinitas, humanas, de la vida real", confiesa devolviéndose una vez más al pasado, para recordar a su abuela, como "una gran contadora de historias", que desde pequeña la acostumbró a escuchar.

Del psicoanálisis disfruta la parte "práctica y viva", más que la teórica: "Por mucha distancia emocional que uno pone, no siempre se evita enfermar con el paciente y curarse con él.

Cuando ves que una persona se transforma y crece es mágico. Como cuando ves películas de National Geographic, en las que en cámara lenta aparece una flor abriéndose, pasa igual con una persona: se abre, es increíble", dice iluminada por el brillo de sus ojos.


Pasar la página. "Soy la misma tonta de siempre, ni más inteligente ni más profunda, nada que ver", confiesa con la misma honestidad del color blanco que lleva puesto, luego de haber superado un cáncer, a partir del cual le extrajeron las dos mamas y los ganglios de ambos brazos. Que a las mujeres con esta enfermedad se les trate de convencer de que "no pasa nada", que "si piensan positivo mejoran", que es cuestión de calma y fe, no le parecía apropiado. Convencida de que sí pasa algo, y que es demasiado el peso que recae sobre la paciente, da su testimonio en su más reciente publicación Ano- che soñé que tenía pechos¸ traducido también al portugués.

"El cáncer te obliga a vivir con la muerte respirándote en la nuca. Con eso sigo viviendo.

Me veo a veces como si estuviera viendo la vida sentada sobre mi lápida, meciendo mis piernas así, como los niños en un banquito, porque la conciencia sobre la muerte no la pierdes, y no puedo distraerme".

Por un momento su mirada se nubla y moja en recuerdos tristes, pero valientes: "Cuando me preguntaba cuánto tiempo podía quedarme, me aliviaba saber que mis libros quedarían".

Desde ya saborea su próxima publicación: Me cuesta tanto olvidarte, una especie de segunda parte de Mujeres malqueridas. Reconoce de antemano que no se ve escribiéndole a los hombres o tratando temas estrictamente masculinos: "Ellos me gustan más para otras cosas, casarme por ejemplo". Aunque en Madrid su nombre suena a volumen más alto, en Venezuela apenas se introduce como autora. No le quita el sueño, al contrario. "¡Por fin llegué!", celebra contenta, con El Ávila en frente, mientras se termina una empanada de queso criollo y un jugo de mora. El cielo, de repente, se encapotó. Hoy, y en Caracas, sí va a llover.

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