lunes, 4 de junio de 2012

¿MALA LECH, WALESA?

De la preexistencia cetevista
Luis Barragán


Hábito ya histórico, el socialismo que cursa en nuestro país no ha contado con la clase obrera, ni siquiera para el bullicio propagandístico. Numerosas derrotas electorales ha sufrido el partido oficial en un medio que desconfía  de sus promesas y – con sobrada razón - de sus realizaciones, impulsada la pobrecía desorganizada, maleada, manipulada,  y desestructurante como clave de supervivencia del régimen.

Huelga comentar la espesa sombra que el régimen ha proyectado sobre la libertad sindical, la violencia que ha sembrado en las luchas laborales, o la llamada tercerización que,  luego de agigantarla, inmoralmente dice ahora combatir dándose un plazo de tres años dizque para finiquitarla.  Pesa una enorme hipoteca sobre los empleados y trabajadores del sector público a los que, además de negarles toda negociación colectiva o la satisfacción de los pasivos tristemente célebres, literalmente los usa como fuerza de trabajo y de movilización electorales.

La constante creación, extravío y recreación de sendos aparatos sindicales oficialistas, al calor del generoso presupuesto público, ya parece definitivamente resuelto con una central que promete administrar el vasto clientelismo político en la república del falso empleo. Llamado a ejercer la hegemonía, lucen disminuidas las perspectivas de las centrales independientes en el supuesto negado de un fracaso opositor el 7-O.

La Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), de larga y discutida trayectoria, y las otras entidades afines,  afrontan un inmenso desafío después de protagonizar una intensa etapa de la lucha opositora. Y, aunque – sobre todo - aquélla  cuenta con una estimable experiencia acumulada y cuadros de conducción a lo largo y ancho del país, apenas es noticia por el  desalojo forzado que diligenció e hizo de una directiva del Instituto de Altos Estudios Sindicales (INAESIN).

Enunciando tres aspectos, digamos que la preexistencia actual de la CTV se debe, por una parte, al profundo impacto que recibió, tardando en asimilarlo, del fracasado paro petrolero y del encarcelamiento, obligada fuga y exilio del otrora emblemático Carlos Ortega. Desde entonces, hay demasiada cautela personal de sus líderes, optando por una injustificada mudez en las etapas más agudas de la crisis socio-económica que padecemos.

Valga añadir, por otra, las curiosas divisiones efectivas y eventuales de un comité ejecutivo que notamos con la ácida crítica y buen alcance mediático de algunos de sus miembros, pareciendo lejanos y reacios a una instancia  a la cual no renuncian decidida y definitivamente, refugiándose en ella con desenfado cuando las circunstancias no parecen beneficiarles.  Apuntemos que, testigos presenciales, modesta y activamente identificados con las luchas obreras, no fueron pocas las marchas enflaquecidas a las que asistimos por estos años con motivo  del Primero de Mayo en Caracas, donde se evidenció la debilidad de la CTV y – peor – de las otras centrales obreras, sin hacer mención de las corrientes o  tendencias diferenciadas  por nimiedades de entera promoción individual,  con las excepciones del caso.

Luego, es harto diferente la situación venezolana de la polaca que, al principiar los años ochenta,   hizo de la clase obrera el contundente y obvio sepulturero del socialismo real que después simbolizó la caída del muro de Berlín. Tamaña obviedad que resaltó Ludovico Silva en no pocos artículos de prensa, recogidos y publicados ulteriormente por la Academia Nacional de la Historia, aunque  desde temprano pretendieron desmentirlo, como Rafael José Cortés, por ejemplo,  en un artículo publicado en el órgano divulgativo del PCV (Tribuna Popular, Caracas, 09/12/83).

Finalmente, a la CTV no le queda otro reto inmediato en el horizonte que identificarse institucionalmente con la candidatura de Henrique Capriles Radonski, dejando de lado las vacilaciones y cálculos infundados de buena parte de su dirigencia, pues, teniendo por ventaja el reconocimiento de las fuerzas políticas e ideológicas en su seno, mas no a los partidos políticos y sus antiguas  distorsiones, así fuese por un largo y particular itinerario de medidas disciplinarias conjugadas, ha de asumir frontal y corajudamente la campaña electoral. Convengamos que, en este lado del mundo, como no puede haberla, no hay clase obrera invocada  por  el socialismo rentístico, por lo que ella no ha de protagonizar – aunque pudo – su debacle, compartiendo inexorablemente la escena.


Ilistración: Artículo referido de Rafel José Cortés.
Post-data: No logramos ubicar en nuestros archivos, una vieja ilustración de Pedro León Zapata con motivo de la visita de Walesa a Venezuela donde represehtaba a Lenin con un hablador, si mal no recordamos: "Mala Lech, Walesa...."

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