EL UNIVERSAL, Caracas, 17 de Junio de 2012
El sacratísimo Corazón de La Patria
Folclor patético y milicos de lo último, son los que presenta el redivivo César con el Libertador
ELÍAS PINO ITURRIETA
En el acto de inscripción de su candidatura, el presidente Chávez se ocupó de reforzar el mensaje que le servirá de fundamento en la campaña electoral. Identificó la alternativa de su permanencia en el poder con el proyecto más encarecido de La Patria, tras el claro propósito de encasillar a sus rivales, y especialmente al candidato Capriles, en la parcela de la negación de los valores de altruismo y preocupación por el bien común y apego a las grandes realizaciones de la Historia que, según se supone de manera corriente, distinguen a los bienaventurados dispuestos a jugarse la vida por la defensa de una causa inmaculada a la que acosan las fuerzas del mal. Conviene detenerse en algunos detalles de esa puesta en escena mediante la cual ofrece el Presidente un nuevo capítulo de regeneración nacional, para saber a qué atenernos. En especial para no dudar a la hora de oponerse a semejante designio de manipulación y tontería.
La referencia a La Patria, con la cual inició el Presidente su retorno a la vida pública después de un elocuente encierro, estuvo acompañada en su comienzo por dos elementos ante los que habitualmente se ha manifestado respeto o temor desde la fundación de la república: la música llanera y la influencia de las Fuerzas Armadas. Escogió los cantares a los que se ha atribuido la esencia de la sensibilidad nacional, como si de veras se resumiera en el joropo y en el pasaje la traducción del sentimiento nacional expresado por sus voceros más auténticos. Después, para ofrecer mayor sustento al mensaje, entonó o trató de entonar unas estrofas del Himno del Ejército, que acompañaron los oficiales y exoficiales presentes en la tarima -los únicos familiarizados con la letra-, mientras la gente escuchaba en silencio la curiosa mezcla. La Patria encarnada en la garganta de Reina Lucero y protegida por los pífanos de los cuarteles; La Patria convertida en zapateo rural y en ruido castrense; La Patria calzada de alpargatas, pero también uniformada de oliva, abrió la puesta en escena de la reaparición del líder a quien poco antes presentó un viejo palafrenero como "El Jefe de Venezuela". El presentador anunció con propiedad el objeto de la función: se anunciaba la madre de todas las batallas por La Patria, encabezada por el César invicto.
Un cuidadoso montaje, capaz de paralizar a los líderes y a los seguidores de la oposición si no lo ponemos en su lugar con el desenfado que merece. En la parte posterior del teatro se enseñoreaba una imagen de Bolívar, para que ningún detalle quedara en manos del azar.
Hay sentencias famosas contra el patriotismo, expuestas por pensadores célebres y a cuyos contenidos se puede acudir para redondear el ar-tículo, pero de momento conviene decir ciertas verdades contra la grosera parafernalia del pasado lunes. Lo de la música llanera, en primer lugar. La música llanera solo es un fragmento del sentimiento y del gusto populares frente a manifestaciones como el polo, el merengue y el bambuco, por ejemplo, muestras de nobleza y de autenticidad tan legítimas como los aires canonizados por la "revolución". Además, en no pocas ocasiones la música llanera refiere a una concentración de mal gusto y a una abrumadora dosis de chabacanería que únicamente pueden circular sin reproche en los botiquines de los bajos fondos. Cualquier intento de colocar a la música llanera en la cima de la amenidad popular conspira contra otros muchos aires o sentires regionales que merecen la mayor consideración, y simplifica la diversidad en beneficio de una burda sazón que no puede satisfacer a la mayoría de los paladares, necesitados desde hace tiempo de otras ofertas gratas a su mesa.
Sobre la pretensión de que sea el Ejército una de las garantías de La Patria, de acuerdo con lo sugerido por el presidente Chávez en las melodías y en las coreografías de su retorno, baste decir que no pocas veces han sido los representantes de las Fuerzas Armadas los causantes de las desdichas venezolanas, los responsables de las desgracias de la república, más o casi más que cualesquiera de las figuras de la sociedad civil a las que atacó sin compasión después de cansarse del joropeo. Terribles sonidos y sospechosos adalides, folclor patético y milicos de lo último, son los que presenta el redivivo César con el Libertador como telón de fondo para que la gente se detenga a pensar a la hora de votar contra unas socorridas virtudes a las cuales se atribuye el resguardo de del patriotismo, pero que apenas son la derivación de antiguos y deleznables estereotipos.
Vistos semejantes ritos en el altar de La Patria vienen a la memoria numerosas citas lapidarias sobre los oficiantes del lunes, especialmente sobre el arcipreste entronizado en el púlpito con arpas y bayonetas, con maracas y cañones, con bandolas y tanques de guerra, con camisones floreados y charreteras, pero me quedo ahora con una de Simón Rodríguez. El maestro del Libertador cuya efigie presenciaba los sucesos, el pedagogo aclamado por la "revolución" como una de las raíces de su proyecto para la refundación de la república, como uno de los ideólogos fundamentales de América Latina y como ejemplo de lucidez y aun de genialidad, dejó para la posteridad la siguiente afirmación: "No hai cosa más patriota que un tonto".
Ilustración: Dumont
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