EL NACIONAL - Viernes 22 de Junio de 2012 Opinión/9
Plagio e ignorancia
HÉCTOR FAÚNDEZ LEDESMA
A las acusaciones de plagio de sus tesis doctorales que, recientemente, obligaron a dimitir a Pál Schmitt a su cargo de presidente de Hungría, y a Karl-Theodor zu Guttenberg al cargo de ministro de defensa de Alemania, se une ahora el caso del actual primer ministro rumano, Víctor Ponta, también señalado por haber plagiado su tesis doctoral. Estos tres casos han involucrado a figuras políticas de muy alto relieve, y tienen la particularidad de referirse al fraude cometido por ellos en el ámbito académico; no en el político. Sin embargo, tal engaño ha tenido consecuencias en su vida política, y en el destino de sus países. Curiosamente, con mucha frecuencia, la ignorancia de los líderes políticos se pasa por alto.
No es que el procurarse un título académico mediante el fraude no sea digno de reproche. Sin duda, quien engaña en la vida académica (o en la vida privada), también puede hacerlo en la vida pública; por consiguiente, no me parece excesivo forzar la renuncia de un jefe de Estado, o de un ministro de Defensa, por haber cometido plagio. Pero sí llama la atención que, en otros países, incluidos los de este continente, esos mismos estándares no sean observados, con la misma rigurosidad, ya sea que se trate de plagio o de mera ignorancia.
Es probable que el lector recuerde a Sarah Palin confundiendo África con un país, a George Bush asumiendo que África es una sola nación, o a John McCain afirmando que Irak y Paquistán tienen una frontera común. Entre muchas otras de sus exquisiteces, Esperanza Aguirre, presidenta de la comunidad de Madrid y destacada dirigente del PP español, confundió al premio Nobel de literatura José Saramago con "una excelente pintora", de nombre "Sara Mago". En cuanto a Mariano Rajoy, éste ha dicho que del cambio climático sabe poco, pero que un primo suyo le ha dicho que no es importante. Mientras tanto, en Argentina ya es proverbial la confesión de Cristina Kirchner, cuando señaló que en sus clases de química nunca pudo aprender "más que el hache dos cero del agua". Hace sólo unas semanas que, en la Feria del Libro de Guadalajara, uno de los candidatos presidenciales mexicanos, Enrique Peña Nieto, fue incapaz de mencionar tres libros que hubiera leído. En fin, según Sebastián Piñera, Robinson Crusoe, el personaje de ficción de Daniel Defoe, vivió "cuatro largos años" en la isla Juan Fernández.
Difícilmente se puede acusar al presidente Chávez de plagio; pero sí de citar, fuera de contexto, a autores que muy probablemente no ha leído, o que, de haberlo hecho, no ha entendido. Imagino que muchos venezolanos recordarán la sorpresa de Chávez al enterarse de que "alguien" había fijado la fecha de Carnaval sin consultarlo; nuestro jefe de Estado, que presume de su habilidad matemática en cadenas de radio y televisión, primero afirmó que 7 por 8 es igual a 52, y ahora sostiene que 5 por 3 es igual a 18. ¡Ya podemos imaginar cómo estarán las cuentas del Estado! Lejos están los tiempos de los gobernantes ilustrados a quienes, con justa razón, se podía llamar primer magistrado. Definitivamente, la ignorancia, o la habilidad para el plagio, parece ser una condición indispensable para acceder al poder. Por lo menos en los tiempos que corren, da la impresión de que el poder político y la cultura no van de la mano. Pero, aunque no necesitamos presidentes o primeros ministros que posean un doctorado, lo que sí necesitamos es gente preparada para abordar, con seriedad, los problemas nacionales.
Tampoco necesitamos gobernantes con un hablar refinado y elegante; pero sería deseable que no utilicen un lenguaje procaz. La política es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de simples charlatanes, estafadores, o ignorantes.
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