sábado, 30 de junio de 2012

ESCORPIONÓLOGO

EL NACIONAL - Sábado 30 de Junio de 2012     Cultura/6
ENTREVISTA Brian Nelson es el autor de El silencio y el escorpión
"Los venezolanos están disgustados por lo polarizado que se ha vuelto el país"
El profesor de la Universidad John Hopkins dice que Chávez está dispuesto a usar la violencia para mantenerse en el poder
MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

Brian Nelson era un adolescente cuando llegó a Venezuela como parte de un programa de intercambio. Cursaría en un liceo de Maracaibo el año escolar 1988-1989. A diferencia de muchos estudiantes de la época, para Nelson, que venía de una sociedad en la que la última gran conmoción política había sido la renuncia de Richard Nixon en 1974, el Caracazo de aquel febrero fue más que unas vacaciones forzadas: ver a la gente en las calles protestar brutalmente por la inflación le cambió la vida, pues le enseñó el significado real de las finanzas. Por esa razón estudió Economía y Relaciones Internacionales.
Hoy es profesor de la Universidad John Hopkins, pero la línea que se destaca en su currículum es la publicación de El silencio y el escorpión, una detallada crónica de los trágicos acontecimientos del 11 de abril que le llevó seis años terminar y que es consecuencia de su amor por un país del que no se ha podido nunca separar definitivamente y en el que tiene a su "familia maracucha".
Obsesionado con la inclusión de la mayor cantidad posible de perspectivas, Nelson construye un bien narrado y atractivo relato que, además, tiene una visión erudita del país, rara en un extranjero, y una posición objetiva de los acontecimientos de esas fechas. "He vivido y estudiado allí, conozco la historia, pero tengo distancia y no me afecta emocionalmente la contienda que los divide. En Venezuela todo tiene el volumen subido: la política y la vida. El resultado es que la gente no puede enfocarse en nada y los días se suceden sin que nadie entienda qué pasa", señala el autor para quien su obra es una fuente noticiosa sin filiaciones a ningún lado.
"Creo que los venezolanos están disgustados por lo polarizado que se ha vuelto el país".
--¿Qué faltó en esta larga investigación? --Me hubiera gustado entrevistar a Raúl Baduel, pero no aproveché la oportunidad que se me presentó en 2004. Sin embargo, él leyó el libro y dijo que casi todo lo que escribí es exacto. Además, siempre me quedó la sospecha de que había más lazos entre Pedro Carmona y algunos de los generales. Por ejemplo, Carmona nunca me dijo quién lo llamó desde Fuerte Tiuna el 11 de abril en la noche ni quién le propuso ser Presidente. Sospecho que fue el admirante Héctor Ramírez Pérez, pero nunca pude confirmarlo; este militar estaba conspirando contra Chávez desde antes, lo que me hace sospechar que aprovechó el caos para acercarse al poder.
--¿Qué cambios ha visto en el país a consecuencia de los sucesos que relata en el libro? --Lo más obvio es que el Gobierno usó el 11 de abril para avanzar en su agenda política y poner sobre la oposición la etiqueta de golpistas. Ejemplo de esto es la acusación de que Henrique Capriles lideró un ataque contra la Embajada de Cuba. Toda la evidencia que yo recolecté, incluido el testimonio del obispo Baltazar Porras, indica que fue lo opuesto: Capriles ayudó a dispersar a los manifestantes y protegió a los cubanos de la turba.
--¿Qué aprendió con el trabajo? --Me di cuenta de lo importante que es poder cambiar de parecer y entendí que hay que ser muy valeroso e independiente para apostar por un cambio.
Llegué a Venezuela pensando que era liberal, un poco a la izquierda y apoyando el proyecto de Hugo Chávez. Eso es herencia de mi familia, que es de izquierda, pero cuando vi con mis propios ojos lo que pasaba me desilusioné y aprendí de las muchas izquierdas que existen en Venezuela: desde el socialismo moderado y democrático hasta el comunismo radical y totalitario.
--¿Qué le hizo cambiar de opinión sobre Chávez? --Al principio me gustaba porque pensaba que Venezuela necesitaba un cambio radical.
Durante la década de los noventa visité el país una vez al año y notaba su declive financiero. Algunos nos enamoramos de Chávez sin saber quién era: años después, cuando hablé con algunos asesores de la campaña de Chávez en 1998, me confesaron que desde entonces sabían que él era radical y que por eso le habían aconsejado hablar lo menos posible de sus planes a largo plazo. Por eso lo mostraron como el líder independiente que limpiaría los desastres de los partidos políticos. Cambié mi opinión sobre él cuando supe de su disposición para usar la violencia con motivos políticos.
Para escribir este libro conversé con esposas, madres, padres y hermanos de víctimas o con las mismas víctimas. Aunque intenté mantenerme objetivo, esos encuentros tuvieron un efecto muy grande en mi ánimo y mis opiniones políticas.
Me impresiona la hipocresía de este gobierno, que se autoproclama pacifista como una manera de disfrazar su apetito de poder.


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