EL NACIONAL - LUNES 09 DE OCTUBRE DE 2006 B/14
Cultura y Espectáculos
ENTREVISTA
MIGUEL ÁNGEL CAMPOS, sociólogo
"La gente de este país nunca había sido tan consumista y fetichista"
El escritor trujillano, profesor de la Universidad del Zulia y autor de La ciudad velada (2001), Desagravio del mal (2005) y La fe de los traidores (2005); analiza la tradición ensayística que condena al petróleo, comenta los efectos que tuvo la "Venezuela saudita" en la intelligentsia criolla y esboza un país que nunca existió. Todo esto en una entrevista
ALBINSON LINARES
El sudor perla las frentes cuando alcanza los 39º centígrados. Lentamente, Miguel Ángel Campos se acomoda en un banco de concreto y juguetea con su bastón. Sociólogo, con dotes excepcionales para el ensayo, es famoso por lo agudo de sus construcciones en prosa.
No menos afilado es su verbo que, con calma y firmeza, esboza juicios que revelan la idiosincrasia nacional. O la casi ausencia de una, hecho que revela los signos de una crisis que trasciende la diatriba política diaria.
Andino, de Motatán para ser exactos, Campos se sabe heredero de un legado valioso y poco recordado que tiene como epítomes a Mariano Picón Salas y Mario Briceño¬Iragorry.
¬¿Cuándo se comienza a consi derar al petróleo como el origen de nuestros males?
¬Muy tempranamente al petróleo se le asocia en Venezuela con el imperialismo, ésta fue una perspectiva de intelectuales y escritores que se impuso a los lectores antes de que la experiencia colectiva pudiera derivar hacia sus propios juicios. Perspectiva simplista y mecánica, pero venía en línea directa de la cultura de la pobreza, como emblema del redentorismo y formalmente de cierto criollismo que tipificó lo nacional. Luego, con el fracaso del Estado en la tarea de redimirlos a todos, se incubó una especie de resentimiento que prendió ampliamente en todas las capas de la sociedad. Era una explicación fácil y fraudulenta pero muy rentable políticamente, dejaba a salvo la incompetencia de la élite dirigente para administrar la riqueza fiscal, hacía caer todo el peso en la fatalidad de un agente causal que no podía ser encarado, entonces se le miró con encono, se le identificó como algo extraño, ajeno.
¬Desde cuándo surge la tesis del "petróleo perverso"? ¬La tesis del petróleo perverso como instrumento forense está lista y opera en el imaginario venezolano ya hacia la época de la actualización material (modernización), finales de los 40. Los grandes usufructuarios de esta explicación falsa del sufrimiento son los partidos políticos, pues esto les evitó hacer las reformas necesarias y producir reflexiones de fondo e incluso la mea culpa. En 40 años, y luego hasta hoy, el esquema de retención del poder fundado en el parlamentarismo, democracia digital y estado de derecho como parapeto, se ha mantenido intacto, financiado exclusivamente por la capacidad de conciliar del Estado.
"Es un mecanismo tan poderoso que aquellos que se levantaron contra la gallina de los huevos de oro terminaron arropándola tiernamente para que no se resfriara. Los insumos civiles y de naturaleza ideológica son casi inexistentes en la estructuración de la vida social venezolana, la cacareada politización de la población es sólo fruto de la novísima cercanía entre la masa filistea y simuladora y lo que en Venezuela equivocadamente se considera expresión característica de lo político: el Estado".
¬¿Qué ensayistas reforzaron esa tesis? ¬En el ensayo esta tesis es más bien escasa. La muestra tiende a ser claramente panfletaria y esto nos pone a salvo. Pienso en dos nombres como Ramón Díaz Sánchez y Joaquín Gabaldón Márquez. Es sobre todo en la escritura de ficción, novela y cuento, en la que el discurso es más elaborado y su alcance se presta para una valoración. La primera novela del petróleo que en sentido estricto organiza el tema es representativa de esta tesis, Mancha de aceite (1935), luego tenemos Mene (1936), Ofici na Nº 1, que linealmente comienza en Casas muertas.
"Los narradores construyen símbolos y arquetipos, éstos modelan un parecer y el sentir, es el arte de un país encarando un tiempo y un conflicto, y esta tarea no es menor ni desestimable. Para bien o para mal, es la grave responsabilidad de este tipo de indagación, que ha sido conservadora y simplista, subsidiaria de intereses ajenos a la literatura misma. Uslar es, sobre todo, un hombre angustiado por el derroche y cuando hace juicio se muestra como el hombre culto y moralista; Adriani es el economista cuyo plan ni siquiera considera el petróleo como una fuerza del futuro; Picón Salas lo ignora y cuan do lo toca es esquivo y mordaz. ¬Como investigador, ¿cuándo decide escribir para desmitificar al petróleo?
¬Seguramente mis imágenes del niño que vivió una vida de pobreza alrededor de un campo, visto desde fuera, de lejos, me aguijoneó para explicarme una realidad del presente: aquel niño observaba no con rabia sino con emoción, con alegría por el futuro que debía estar en algún lugar. Mi gratitud con el petróleo, verlo como fuente de felicidad y haberme salvado de una vida rural y bárbara, se lo debo a mi madre. Su maravillosa intuición la hizo movilizarse desde los Andes deprimidos y tristes hacia la bulla de los campos para educar a sus hijos; ella siempre creyó en esa fuerza transformadora y no se rindió ante la cultura gamonal y las penurias.
¬Durante el proceso de inves tigación, ¿cuándo tiene la certeza de que esta explosión minera no era perjudicial, sino todo lo contrario?
¬Aún sin proyecto, sin plan estable y de largo alcance, el impacto del petróleo ha sido claramente positivo. En ausencia de aquellas gestiones ha actuado como una fuerza inercial de consecuencias salvadoras. Lo sentí leyendo las historias resentidas y un tanto simplistas de la narrativa, estudiando la condición del país antes de 1936. Si los jóvenes que hoy tienen menos de 25 años tuvieran alguna remota idea de lo que era la Venezuela desolada y vacía de antes de esa fecha, se morirían del susto.
Los efectos de la "Venezuela Saudita" ¬¿Puede plantearse un parangón histórico con otros países?, es decir, los cambios dramáticos que trajo el advenimiento del petróleo para Venezuela, ¿tienen algún antecedente en otras naciones?
¬En México hay una conducta similar, la economía minera tiende a ser vista como un agente casual, no enraizado en la identidad, como los procesos de la agricultura, digamos, pero nadie achaca a la caña de azúcar o al conucaje males como la degradación y sumisión gamonal. López Velarde, el autor de Suave patria, poema cíclico de totalización de lo mexicano, dice: "El niño Dios te dio un pesebre y el diablo los veneros del petróleo".
¬¿Los vicios generados por la riqueza y la abundancia minera tienen algún reparo? ¿o la idiosincrasia del venezolano está marcada irremediablemente por este hecho?
¬La sociedad sabe que es una explicación ruidosa pero desleal. Adquirió de un modo de vida novedoso y estimulante sus rasgos más deplorables, hicimos de una posibilidad de dignidad material una expectativa de redención, mezclamos riqueza con mala conciencia y desde la penuria material, el resultado no podía ser sino la condena de aquello que no obstante nos sacó de la barbarie.
¬¿Qué efecto tuvo la "Venezue la saudita" en la intelligentsia criolla?
¬El mismo que tiene hoy. Ésta sigue siendo una sociedad dominada por valores arraigados en la ausencia de solidaridad, frívola y consumista, estragada por agentes típicos del capitalismo subdesarrollado, es decir, hábitos marginales y pretensiones de modernidad. Extrema pobreza y riqueza grosera son los efectos de gestiones de desarrollo fundadas sólo en la inversión neta y el clientelismo. La intelligent sia creyó, supongo, que el país ya estaba resuelto y pensado, que todo aquello de interrogarse por el desgarro y demás era cosa cursi y del pasado.
"Una expresión sería la llamada República del Este. Hoy tenemos santificadores de oficio, muchachones oportunistas, aquellos bebían hasta reventar y celebraban la vida breve. Éstos reviven teorías a conveniencia y otros se quedaron sin programa, los sacó de paso la novedad pintoresca de la oralidad, enmudecieron y esperan por los buenos tiempos. Felizmente, siempre tenemos pequeñas reservas de beligerancia y disidencia, y esto dignifica a individuos aislados.
El país que nunca existió
¬¿Existe la identidad nacional como un concepto arraigado entre los venezolanos?
¬Ni siquiera tenemos sentido de arraigo, intuición de un origen común. Tampoco el reconocimiento de una heredad que debe permanecer en el tiempo. La única fuente de unidad ha estado representada en el ejercicio del poder público. El Estado unifica por medio de una cultura de tutelaje, culto servil al poder de oficina, es fácil acomodarse a esto. Pero la acción de remitir los acuerdos y una voluntad colectiva a un patrimonio fundado en adscripción y pertenencia es algo casi fantasioso, totalmente inexistente.
¬El país glosado, analizado y proyectado por nuestros pensadores, ¿existió alguna vez?
¬Es sólo una aspiración ideal, de carácter moral. Lo concibieron como recurso frente a la disgregación y la angustia del finis patriae. Hemos tenido hombres buenos, seguramente, pero no buenos ciudadanos, por lo demás todos han demostrado un recurrente amor por las formas públicas del poder, representación deformada y torva de esa patria entrevista en los raptos de buena conciencia. Tampoco una clase política en términos medianamente técnicos, sólo líderes de liderismo, según la definición de Mijares, y por supuesto, hombres que tiran la parada.
¬¿Cree que este gobierno ha utilizado las carencias y la falta de pertenencia del ciudadano medio para fortalecer el proceso revolucionario?
¬Ha canalizado las tendencias igualitarias de una sociedad cuyo enorme complejo de culpa la hace delegar todo su poder en manos de quien representa sus más oscuras frustraciones.
¬¿Es correcto calificar a este proceso político como una "revolución"?, es decir, ¿cree que los cambios son tan abruptos como para que eso sea correcto?
¬Los únicos cambios que sociológicamente se pueden definir como tales son los culturales. La gente de este país nunca había sido tan consumista y fetichista. Quienes escandalizan con el espanto de comunismos y socialismos, debieran apartar cita con el oftalmólogo.
Fotografía: Tomada de la red
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