lunes, 2 de mayo de 2011
OCTOGENARIA
EL NACIONAL - LUNES 02 DE MAYO DE 2011 ESCENAS/2
80 años
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ
El vértigo del pasaje anuncia la maestría de una escritura. El recurso aliterado quiere demostrar el ímpetu de narrar: "El tambor atruena en el espacio. Son cuatro, son diez, son veinte tambores golpeados furiosamente.
Aquel son estremece la carne, y la sangre enloquecida en el fondo de la carne. La carne morena como la sombra, como la tierra. Hieden los esclavos, ¡puaj!, hieden a carne hedionda, a tierra hedionda, a animal hediondo, a agua hedionda de tierra hedionda, de mata hedionda, de día hediondo, de guerra hedionda, de cosa hedionda, hedionda, hedionda, hedionda como los esclavos". Párrafo del capítulo XIII de Las lanzas coloradas (1931) [Los Libros de El Nacional, 2006], la novela de Arturo Uslar Pietri que, en su 80 aniversario, sueña ya con la premoción de la centuria.
El primer párrafo del capítulo primero ofrece los momentos fundadores en la asimilación uslariana del léxico criollo en su aplicación narrativa: "¡Noche oscura! Venía chorreando el agua, chorreando, chorreando, como si ordeñaran el cielo. La luz era de lechuza y la gente del mentado Matías venía enchumbada hasta el cogollo y temblando arriba de las bestias. Los caballos planeaban, ¡zuaj! y se iban de boca por el pantanero. El frío puyaba la carne, y a cada rato se prendía un relámpago amarillo, como el pecho de un cristofué. ¡Y tambor y tambor y el agua que chorreaba! El mentado Matías era un indio grande, mal encarado, godo, que andaba alzado por los lados del Pao y tenía pacto con el Diablo, y por ese pacto nadie se la podía ganar. Mandinga, le sujetaba la lanza. ¡Pacto con Mandinga!".
En lectura gruesa, este texto se levanta sobre los pilares de siete voces de origen, naturaleza o semántica venezolana: cogollo, cristofué, chorrear, enchumbar, godo, mandinga y puyar. La gestión metaforizadora de esta narración apuntalada para posteriores situaciones líricas se complace en asumir la factura del léxico venezolano y en hacerlo entrar para que protagonice la narración. Esto parece ser indiscutiblemente así en la necesidad que tiene el narrador de convocar al "cristofué", no en su carácter referencial, común como nota de rareza de nuestra ornitología tropical, sino en su carácter de unidad léxica activa en la comparación entre el "relámpago amarillo" y el "pecho del cristofué".
La pasión por el español venezolano hizo del escritor un conservador del más notable valor de la cultura de un pueblo: su lengua.
Propició una salida a los deterioros del español general, tan maltratado desde su idea por los venezolanos del tiempo en que vive, llamando la atención hacia la riqueza del genuino español del país, siempre un recuerdo puro de los mejores momentos del pasado, en una suerte de refuerzo lingüístico utópico de un país arcádico, ya perdido para siempre. Español general deteriorado frente a español venezolano conservado en pureza podrían ser los dos extremos que establecieron el pensamiento y la acción escrituraria de este escritor tan singular.
Incorpora en su obra de novelista y de cuentista las voces determinantes de la lengua nacional, al tiempo que desde el artículo periodístico y el ensayo aboga por una salida digna a los descalabros de la lengua que en paralelo va siempre a entender también como descalabros del espíritu.
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