jueves, 19 de mayo de 2011

EL EXAGERADO MAYO DE 1968


Celebérrimo mayo francés, distante. Recuerdo haber revisado la prensa venezolana de entonces e, incluso,la revisión de sendos artículos de Arturo Uslar Pietri y Gonzalo Barrios, en El Nacional de Caracas, sobre unos eventos que sorprendían al mundo, menos a los pueblos de este lado del mundo habituados al contestatarismo universitario. Hasta creo que Régis Debray llegó a tildar los acontecimientos estudiantiles del norte, diez años más tarde, como la revolución cultural del capitalismo. Empero, independientemente de las posturas tardías que asumamos, deseamos llamar la atención sobre una novela.

Leímos por vez primera la exageración de Bryce Echenique, a principios de los ochenta. Cosas de buen librero, celebramos por entonces la certera recomendación de "Lectura" o "Suma", como un buen día, todavía insospechado en el país, nos atrapó la contraportada de "El nombre de la rosa" de Eco, reforzada por el comentario del artista-vendedor.

Romaña en el París de 1968, el amor de Inés que lo llevó a integrar un círculo marxista: amor que reemplazaba su credencial como díscolo heredero de una gran familia burguesa de Perú. Las barricadas como pretexto para todo latinoamericano deseoso de conquistar a las muchachas del patio. No sé qué hice un viejísimo recorte de prensa, donde Alexis Márquez Rodríguez examinó la obra con la mirada puesta en el premio internacional Rómulo Gallegos.

"No se puede leer a Marx en la playa. No me preguntes por qué, pero no se puede. Agarra los Barojas y llévatelos a la playa, si quieres", notándole Martín la bizquería a Inés, precursora de los otros tormentosos amores como el de Octavia de Cádiz (Argos Vergara, Barcelona, 1981: 189). Hubo otras ocurrencias: "Tuve que mandar a hacer como mil llaves, porque los muchachos eran de izquierda, y no hay nada más reaccionario en el mundo que un baño propio y no compartido" (38). De los abracadabrantes caminos, surgía el testimonio de "mis esfuerzos por aprender a conservar mi edad y estatura en todas las circunstancias, un aprendizaje de la agresividad, digamos" (506).

Luego de Romaña, surgió una inmensa fiebre por leer a todo Bryce Echenique. Aliviada ya, a finales de los noventa. Creo que no le hemos leído más, desde entonces. Dos o tres años atrás, arrepentido de haber subrayado aquella primera edición, volvimos a "La vida exagerada....", pero no nos divirtió como la primera vez. Algo natural que no se repitiese aquella primera vez de los ochenta, donde la carcajada surgía espontáneamente.

En estos días de jocoso recuerdo del París del '68, teniendo a la mano el ejemplar, recordamos a Romaña. ¿Qué será de su vida, la de Inés y todos los peruanos y latinoamericanos que se metieron en las barricadas del Barrio Latino?....

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