sábado, 14 de mayo de 2011

ÍNTIMA COTIDIANIDAD


EL NACIONAL - Viernes 13 de Mayo de 2011 Cultura/4
EXPOSICIÓN La intervención incluye obras fuera de la galería
Francisco Martínez ilumina el poder del signo
El artista presenta una propuesta conceptual a través de esculturas basadas en las señales de tránsito
CARMEN VICTORIA MÉNDEZ

La aparición de una serie de señales de tránsito carentes de números, letras y nomenclaturas despertó la intriga de los transeúntes en la avenida Principal de Prados del Este y sus alrededores, pero por poco tiempo. Los símbolos fueron vistos por primera vez el lunes al atardecer, y para la mañana del miércoles la mayoría de ellos se había esfumado. Quienes tomaron las piezas probablemente no sepan que se trata de obras de arte, que son producto del ingenio del escultor Francisco Martínez y que formaban parte de la exposición Disociaciones colectivas, inaugurada anoche por la galería GBG Arts.

Martínez lleva varios años observando las señales de tránsito, estudiando sus códigos y formas, y preguntándose cómo esos símbolos se podían vincular con su obra. Fue así como pasó de trabajar el metal a desarrollar una propuesta gráfica y escultórica a la vez.

El leitmotiv del trabajo de Martínez siempre ha sido la huella digital. En esta ocasión, el artista la plasma sobre fotoprismático, un material que refleja la luz. "Las piezas que coloqué afuera son del mismo tamaño, forma y color que las señales de tránsito. Quise sacar las obras de la galería porque esta exposición parte de una idea que empezó en la calle. Las imágenes vienen del recorrido que hago a diario.

Creo que la gente ya no ve las señales de tránsito, ni los semáforos. Están allí, pero nadie los ve. Quiero que la gente comience a notarlos, a darle a lo cotidiano otra dimensión, que el espectador sea parte de una nueva posibilidad comunicativa, que vea las señales y se pregunte qué es eso".

Las señales de Martínez remiten a la película La ola, en la que un experimento lleva a un grupo de estudiantes a intervenir una ciudad con un símbolo, entre otras cosas. Sin embargo, la intención del artista no fue territorial, como en la cinta de Dennos Gansel, sino lúdica.

Las piezas trazan una suerte de circuito en el cual todos los caminos conducen a la galería. Una vez allí, el espectador tiene la oportunidad de vestir uno de los objetos escultóricos elaborados por el creador para la muestra: un casco industrial intervenido con una linterna. Ya en la sala, la luz rebota sobre las obras colocadas directamente sobre el piso, sin pedestales, y convierte los amarillos y naranjas en tonos neón.

Las piezas carecen de volumen, pero siguen siendo esculturas, explica el artista: "Creo en una definición ampliada de la escultura. Para mí es un problema de idea, no de realización exacta. Ya cuando un elemento genera sombra está ocupando un espacio.

Escultura no es el objeto sino el grupo de elementos dentro del espacio, no es lo que está sobre la base o el suelo, sino lo que se incorpora al lugar".

La siguiente parada es un cuarto oscuro en el que se exhibe una sola obra. Un fragmento de El jardín del sueño del amor, una pieza del compositor Olivier Messiaen en la que predomina el piano, se repite una y otra vez, hasta crear una atmósfera muy particular.

La muestra puede leerse como una gran intervención espacial, en la que prepondera el objeto-imagen, destaca la curadora Katherine Chacón, para quien el conjunto revela un cambio en el modo de entender la obra de arte por parte del artista, cuyas preocupaciones se ven desplazadas hacia lo conceptual.

Fotografía: Manuel Sardá

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