lunes, 23 de mayo de 2011

DEL MARXISMO EN EL PODER


El marxismo olvidado
Luis Barragán
(*)

Celebramos la realización de esta jornada de reflexión sobre el marxismo, el de antes y el de hoy, agradeciéndole al Dr. Jonathan Benavides, presidente de la fundación, su amable invitación. Constituye una iniciativa importante, pues, la profesión de fe del presidente Chávez suele pasar inadvertida, hay otras prioridades en el extenso y duro problemario socio-económico nacional y, a lo sumo, la versión más vulgar de la escuela es la que llega a cotizarse en la opinión pública, quizá por los consabidos efectos de la llamada “antipolítica”.

Breve digresión, la variedad, urgencia y tratamiento de los problemas nacionales frecuentemente impide el planteamiento de fondo del proyecto en curso, igualmente imputable a la escasa vocación para meditarlos, un dato importante de la cultura política impuesta y compartida en la década. La propensión a banalizar los acontecimientos públicos, sublimarlos según la coyuntura, en los cuadros oficialistas y – es necesario reconocerlo – en la oposición, impide ventilar aquellos asuntos supuestamente tediosos que nos agobian o pueden agobiarnos: las consignas de ocasión, no permiten airear – tratándose del propósito expreso de los actuales conductores del Estado – el modelo específico que Jorge Giordani, casi excepcionalmente, identifica como socialismo rentístico, u otros asuntos como la lucha de clases o la propia teoría del valor.

Luce indispensable una breve consideración del imaginario social que se ha implantado, más o menos exitosamente, teniendo por tal lo que el régimen cree de sí y del país (y lo que creemos de ambos), considerando los elementos racionales e irracionales que lo conforman. A guisa de ilustración, Gisela Kozak Rovero ha ponderado la supervivencia de un imaginario propio de los sesenta, al examinar con acierto un conjunto de novelas de gran influencia o éxito editorial (1), por lo que nos importa indagar sobre la otrora crisis que ese imaginario experimentó al fracasar la insurrección armada, asombrosamente superviviente.

Ejercicio de precisión, intentaremos esbozar y contrastar el componente racional luego de revisar dos importantes y – por entonces - impactantes ensayos: (A) “Proceso a la izquierda (o de la falsa conducta revolucionaria)” de Teodoro Petkoff (Editorial Planeta, Barcelona, 1976), y, replicándolo, “La izquierda y su proceso” de Moisés Moleiro (Ediciones Centauro, Caracas, 1977). Ciertamente, hay un conocimiento histórico que es parte de nuestro acervo socio-cultural convertido en sentido común, donde el núcleo figurativo explica la estructura conceptual (núcleo central), según colegimos de Elisa Casado G (2).

Adelantándonos, sostendremos que priva un imaginario social anacrónico que compensa el déficit de reflexión teórica del marxismo hecho poder en Venezuela. Y, a pesar del profundo debate de la inmediata etapa post-subversiva, los ya viejos errores fueron obviados en la última década, trastocados en recursos de sostenimiento en la dirección del Estado.

IMPROVISACIÓN ACTUAL DEL MARXISMO

Hay coincidencia en la sobrevaloración de la insurrección de los sesenta, cuya derrota agudizó el verbalismo revolucionario, generó un ritual moralista y facilitó el chantaje político, obviando otros instrumentos teóricos, inculpando exclusivamente a la burguesía de las distorsiones o muralla de prejuicios que aisló a la izquierda marxista, según Petkoff (A: 14, 24, 65 s.). Este cuestiona el modo de ser revolucionario que Moleiro, sencilla y radicalmente, acusa de haber dejado de serlo (A: 17 s., 75; B: 217), pareciéndonos interesante la estimación del marxismo como “toda una cultura, en medio de la cual nos movemos” y “pretendemos esclarecer y esclarecemos” los problemas esenciales (B: 174 s., 190, 196).

Interesante y también decisiva, porque el marxismo venezolano de ayer, no es el mismo de hoy, independientemente de las distintas circunstancias vividas. Antes, hubo una diferenciación de posturas e identidades de alcance conceptual y estratégico, o - por lo menos – acusados matices entre el PCV, MIR y FALN y sus desprendimientos, mientras que ahora se intenta el camino del partido hegemónico (PSUV), en el que suelen invocarse indiscriminadamente los liderazgos y escuelas encarnadas por Trotsky y Dieterich, Mao y Chomsky, Marulanda y Mariátegui, Gramsci y Guevara: todo antecedente revolucionario sirve al esfuerzo de legitimación actual del poder, independientemente de las contradicciones y desacuerdos suscitados ayer en los propios cuadros marxistas.

Tamaña invocación obedece a la extrema y utilitaria simplificación del discurso oficial, expuesto como continuidad de un mismo relato heroico, por forzado que fuese. Por consiguiente, dando la pista inicial del retroceso, la crisis es del marxismo como cultura y tradición en abusivo beneficio del imaginario de los sesenta que revela el soporte anacrónico del ejercicio de poder.

Es evidente la improvisación en los diferentes enfoques dizque marxistas del presidente Chávez, literalmente utilizados para fustigar a sus adversarios. No están muy lejos los oradores municipales o parlamentarios afines , permitiéndonos valorar las actas o diarios de debate como fuente insustituible para la calibración de toda comprensión y compromiso contraído con el régimen.

Puede tomarse como objetivo actual, la revolución socialista e independencia nacional (B: 133, 186), consumada ya las consabidas etapas que ocasionó la división del PCV y creación del MAS, en el plano teórico y estratégico (consumación de la democracia representativa, lucha anti-imperialista, salto hacia el socialismo, aunque sin reclutar a la burguesía industrial que se supuso haría causa común). Hallamos un exceso de adjetivaciones del socialismo en curso que, al mezclar las viejas consignas, no transmiten ese esfuerzo de reelaboración creadora que mereció o dijo merecer al compás del debate teórico de la etapa post-subversiva.

El marxismo en el poder, apela a la maniquea confrontación del capitalismo-socialismo, sin considerar siquiera – en términos generales – la sociedad ultrarrentista que impulsa incesantemente. Hay dudas sobre la acabada naturaleza capitalista del modelo que dice suplantar Chávez Frías y, por lo menos, Petkoff versaba “más exactamente” en torno a la “sui géneris civilización burguesa venezolana” (A: 26), deseosa de suplantar sin el cumplimiento del estapismo programado por el PCV, pero jamás el oficialismo ha expuesto una tesis coherente y convincente respecto al modelo de sociedad que desea y se empeña en destruir.

¿QUIÉN PROTAGONIZA?

Hoy, muy pocas veces se habla de la otrora celebérrima dictadura del proletariado, sobre la cual – partidario – abundó Moleiro (B: 182 ss.), acusado Petkoff de destruir como mito al proletariado mismo, ensayando un bloque social que no protagoniza o hegemoniza, de acento gramsciano (B: 122, 176 s., 185 s., 201, 261). Y llama la atención sobre una tarea todavía pendiente: “La izquierda venezolana no ha hecho siquiera un estudio serio de la clase obrera venezolana, de sus diversas capas, de su grado de conciencia política”, dando lugar a “ideas absurdas”, incurriendo en una “deificación de los pobres” (B: 244, 261).

Petkoff, tipificándolo como un “teleologismo histórico de izquierda”, la acusa de simplificar grosera y ficticiamente la complejidad social, transustanciada la clase obrera, denunciando que la mayor parte de las posiciones que le endilgan no preexisten en ella, al tratar el nuevo bloque social (A: 103 ss., 110). Genera la arraigada noción de vanguardia, que es mero voluntarismo, expresada – en última instancia - en la organización vertical, la falsa “unanimidad”, la atmósfera de intolerancia y la “imaginería de la organización revolucionaria como ‘Estado Mayor’” (A: 19, 31 s.).

Moleiro establece una relación importante del foquismo con el vanguardismo, acentuando en éste el abandono de la teoría por la acción heroica, la desvinculación con la clase obrera, el gesto que reemplaza a la organización, la simplificación del proceso cubano, el ciego activismo, la confrontación permanente, y – clave – el empeño de “reducir la política en términos militares” (B: 163, 254). Obviamente, junto a Petkoff, habida cuenta de sus diferencias polémicas, comulgan con la intención y misión de corregir las desviaciones. No obstante, sostenemos, no sólo sobrevivieron, sino que gozan de una amplísima vigencia.

Es cierto que no nos encontramos en medio de una dictadura como la conocida por Europa Oriental décadas atrás, pero no menos lo es que – partiendo de una cultura y sociedad básicamente democrática que lo condiciona, por los momentos – el régimen ha agudizado y perfeccionado sus rasgos autoritarios. Y, aunque Giordani insista en la generación de un nuevo bloque social (3), no es – precisamente – la clase obrera la que lo lideriza, ejemplificado el fenómeno extraordinariamente con la suerte que le ha tocado en la región de Guayana.

Por lo demás, desactualizada toda radiografía de las clases sociales en Venezuela, parece sobradamente evidente el privilegio capitalizado por la alianza cívico-militar que se traduce en la inmensa ventaja de quienes acceden a la burocracia y contrataciones públicas, capturando las divisas petroleras y haciéndose capaz de actos heroicos amparados por el Estado. Inevitable, ellas se realizan a través del PSUV, como aparato partidista y agencia clientelar que hace suya la fraseología revolucionaria, con todos los atributos de una vanguardia o foco de la sociedad militarizada que también impulsa, justamente deificada la pobreza a la que asiste – incluso – como negocio.

La radicalización presuntamente es verbal, incurriendo en el sostenido moralismo que observara Petkoff, quien advirtiera decenios atrás que la lucha de clases no debe confundirse con el resentimiento social, y – valga subrayar – cultivadora de lo que llamó la nostalgia por la lucha armada (A: 44 ss.). Esta, a nuestro juicio, es el motor de un imaginario que cuestionó, al igual que Moleiro, experimentando una crisis que se creyó terminal, hasta resurgir en reemplazo de toda la reflexión actualizadora que el marxismo venezolano olvidó.

Moleiro cuestionaba la presentación o exhibición de determinados dirigentes, como “comandantes”, durante la campaña electoral de 1973 (B: 146), mientras – ya lo citamos – Petkoff versaba sobre el “Estado Mayor”, siendo inevitable recordar la pública y oficial denominación o intitulación de Chávez Frías como “Comandante-Presidente”, al igual que los hay “Comandante-Diputado” y “Comandante-Concejal”. Es parte del imaginario reconstruido, de la historia contemporánea reescrita, contextualizadora en los términos de Casado, en absoluta sustitución de la discusión teórica sobre las intenciones y pretensiones del régimen. No obstante, de todo lo que se ha olvidado el marxismo actual venezolano, algo se salvó.

En efecto, para finalizar, Moleiro deslizó lo siguiente: “El grado de violencia represiva en una sociedad socialista dependerá de la resistencia que se le ofrezca, de las violaciones que se hagan de su legalidad, de la implementación de formas subversivas de violencia que puedan dañar seriamente el proyecto. Como todas las sociedades organizadas, por lo demás. Pero pretender que el socialismo será la reconciliación de todos los venezolanos, por encima de sus posiciones políticas y de los intereses en juego, no es más que un sueño. Y un sueño tonto” (B: 196 s.). Huelgan los comentarios.

Notas:

(1) http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9233479.asp

(2) "La teoría de las representaciones sociales", en: Casado, E. - Calonge, S. (2001) "Conocimiento social y sentido común". Facultad de Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela. Caracas: 57-105.

(3) http://www.analitica.com/premium/ediciones2009/5812611.asp

http://www.noticierodigital.com/2010/09/la-ferrarizacion-del-pais/

(*) Ponencia para la Jornada de Reflexión sobre el Marxismo Venezolano, Instituto de Formación “Juan Germán Roscio”. Caracas, 18 de Mayo de 2011.


Post-data:

Curioso, pues, al emplear frecuentemente la estampa de don Groucho para referirnos al marxismo, por el ya consabido grafiti del llamado Mayo Francés, unos se disgustan por irrespetar al magnífico comediante, mientras otros por ofender a don Karl....

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