domingo, 22 de mayo de 2011

UNO Y MÚLTIPLE


NOTITARDE, Valencia, 22 de Mayo de 2011
Jesús, el camino, la verdad y la vida (Jn.14,1-12)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio de este domingo pertenece a esa primera parte del largo diálogo en que Cristo se despide de los suyos, de aquella Comunidad de apóstoles y discípulos que son el Pueblo, la Iglesia que el quiso fundar y reunir para que continuara su misión. Se despide no para dejarlos huérfanos o solos o sin su presencia; lo hace para ir a prepararles un lugar en la Casa del Padre y para enviar luego al Espíritu Santo. La idea central del evangelio es que Cristo es el Camino para llegar y acceder al Padre. Jesús se autorevela delante de los suyos, deja ver su divinidad, les muestra su condición de Hijo de Dios, de su unidad con el Padre Eterno, cuando utiliza la expresión "Yo Soy"; frase que todo judío y conocedor de la Sagrada Escritura entiende como título aplicable sólo a Dios. Jesucristo, pues, se presenta delante de los suyos como Dios verdadero.

El evangelio comienza con las palabras de ánimo que Jesús infunde a sus discípulos después del anuncio de la traición de Judas y de la negación de Pedro: "No pierdan la calma, crean en Dios y crean también en mí". Es decir, crean en mi Padre y crean en mí que soy el Hijo de Dios encarnado. Enseguida les anuncia su partida a la Casa del Padre; es decir, su paso (la Pascua) por la muerte y la resurrección: "Voy a prepararles un sitio, volveré y los llevaré conmigo". Jesús les dice que a donde Él va ya saben el camino, pero como Tomás le pregunta por él mismo, les responde: "Yo soy El Camino, La Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí". Entonces interviene Felipe y dice: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le dice: "Quien me ve a mí ha visto al Padre…".

Jesús es uno con el Padre y permanecen para siempre, Él y el Padre son eternos y por eso Cristo puede constituirse en Camino hacia Dios. Él es la imagen visible, el rostro humano de Dios, el que nos enseña como es Dios en esencia. Quien ve a Cristo ve y conoce al Padre. Por Cristo, con Él y en Él podemos conocer a Dios visiblemente.

Juan utiliza tres verbos que son significativos y que nos pueden ayudar a nuestra reflexión: Ver, conocer y creer. El ver bíblico va más allá del ver físico; por eso, en un primer momento los discípulos no reconocen en Jesús al Padre, ni muchos menos los fariseos y jefes religiosos pueden ver más allá de la humanidad de Cristo. Pudieron ver sus milagros, su conducta que iba encaminada al bien, su doctrina avalada con la verdad y sin embargo no creyeron en su persona. Porque es imposible ver a Jesús como Dios verdadero, si no es por los ojos de la fe, esa que da la visión auténtica. En Juan, por tanto, estos tres verbos: ver, conocer y creer forman un conjunto intercambiable, como si fueran sinónimos. Por la fe llegamos a un conocimiento profundo de Dios, podemos contemplar su rostro en la persona de Jesús, podemos llegar no sólo a creer en Cristo Jesús, sino a creerle a sus palabras, a su mensaje, a su doctrina que se resume en el amor. La fe nos lleva a una experiencia profunda, a un encuentro personal con D
ios y así se da un conocimiento de su persona. Dios ha tomado la iniciativa y se nos ha hecho el encontradizo en Cristo; quien cree en Él, conoce, encuentra y contempla a Dios. Cristo no hace otra cosa que mostrarnos el querer y el ser de Dios en su forma de pensar, sentir y actuar. Por tanto, quien está en Cristo está en Dios, quien le sigue encuentra el Camino hacia el Padre.

El Padre y Jesús, junto con el Espíritu Santo son uno, no son tres dioses o no están puestos uno al lado del otro, son una unidad perfecta, aunque distintos. Jesús nos hace participar de esta unidad e intimidad divina, nos conduce al seno de la Trinidad misma; a la eternidad y sólo por la fe podemos comprenderlo.

Fuera de Dios que es el Camino, la Verdad y la Vida, encontramos angustia, miedo, desesperación y no atinamos a encontrar nuestra meta. Si caminamos en Dios toda la vida se ilumina, recobra su sentido, su razón de ser y llega entonces la esperanza, la alegría, la ilusión de saber que no sólo Dios nos llama a esta vida, sino a la vida eterna, cuyo Camino es Cristo.

Como Iglesia, caminemos tras los pasos de Nuestro Divino Redentor y anunciemos al mundo que sólo en Dios está nuestra fuerza, refugio y esperanza.

Ida y Retorno: Me preguntan: ¿La Iglesia Católica se ocupa de los pobres? Es una pregunta que responderé hoy y el próximo domingo y por supuesto que sí. Desde siempre los pobres, al estilo de Cristo, son los preferidos de la Iglesia. En el Documento de Puebla se dice que la Iglesia hace opción preferencial por los pobres; opción preferencial que no significa opción exclusiva, porque todos tienen cabida en la Iglesia. Sin embargo, son los hermanos más necesitados los que requieren palabras, cercanía y ayuda material para poder encontrar sentido a la existencia, a la vida; porque todo ser humano merece vivir bien, con sus necesidades básicas cubiertas y por esto la Iglesia contribuye y alza la voz para que otros ayuden a los más desamparados.

Ilustración: Juan Gris

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