De la incomodidad liscaniana
Luis Barragán
Nos antojamos de un ya largo período de ausencia de una intelectualidad expresiva, múltiple, corajuda, versátil y polémica, con la cual contamos en décadas anteriores. Excepto algunas voces, la (auto) censura, el oportunismo y la resequedad ventean hoy sobre una realidad que muy pocos ya se atreven definitivamente a tildarla.
El venidero 7 de julio se cumplirá el primer centenario del nacimiento de Juan Liscano, quien tenía también por feliz costumbre la de incomodarnos. Ensayista y poeta de densidades, tuvo por hábito opinar con fundamento sobre las más diversas materias, comprometiéndose políticamente.
En la década de los cuarenta del XX, le entregó al país – reconociéndose – la cultura popular tan subestimada por las élites, a través de una festival que lo comprometió con el esforzado recorrido por todos los rincones del país, a través de las indecibles carreteras que pretendían unir sus precariedades. La prosa y el poema surgieron de profundas vivencias que también perfilaban un pensamiento político necesitado de una sistematización urgente, ahora que está en peligro – precisamente – el pensamiento político en Venezuela, ahogado en un repertorio agigantado de pocas consignas que dicen superarlo.
Las observaciones liscanianas en torno al día a día de nuestra experiencia democrática, felizmente contradictorias cuando se siente y se vive la pasión de país, único requisito para alcanzar la urgida coherencia, tuvieron por exacta vocación el debate al que no le temía. En los años finales de su existencia, pudimos concordar o no con sus posturas, pero jamás desconocer la dificultad de contradecirlo y hasta la de coincidir, pues, no era complaciente a juzgar por su testimonio escrito, y que no tuvimos la suerte de tratarlo personalmente.
De preguntarnos cuál de sus títulos recomendaríamos, sin dudas favoreceríamos “Reflexiones para jóvenes capaces de leer” (1983) y “Nuevas tecnologías y capitalismo salvaje” (1997). Con todas las diferencias que podamos marcar, la muchachada a la que tanto se empeñó en hablarle, puede con facilidad actualizarlo: peor ha sido este socialismo salvaje, mafioso, alienante - y, puede decirse, alienígena - consumado y al que no le dio tiempo de apreciar cabalmente por su desaparición física en 2001 y que, por cierto, se resiste a las redes sociales como la dimensión de las pluralidades libres.
Tomada la muestra al azar, en “Reiteraciones” (El Nacional, Caracas, 19/01/1978), apuntaba a la distorsión democrática en la que también incurrían las “agencias de publicidad, de ‘survey’, los técnicos del acondicionamiento de la opinión pública, los periodistas entrevistadores y – por qué ocultarlo – los especialistas del oportunismo político”, generando una “subsociedad de contratantes y servidores, de aventureros y aprovechadores”, minando la probidad y elevación de los ideales democráticos. O, meses más tarde, en el “País imposible” (Ibidem, 03/05/1978), manifestaba: “Los venezolanos no estamos haciendo a Venezuela, la está haciendo el rey Petróleo. A lo sumo fuimos capaces de elegir una vía de convivencia política, pese a la aberración que significaron las guerrillas castristas”, halagando a Rómulo Betancourt, en los días que la dictadura argentina, Andrés Bello, la generación literaria de 1928, el socialismo real, Salustio González Rincones, Caracas, la mujer y el poder, la minicultura o las plazas públicas ocuparon esa reflexión tan alerta que lo caracterizaba.
¿Qué no diría hoy de la democracia plebiscitaria y protagónica de maniobrados límites, de la maquinaria publicitaria y propagandística de un régimen, de la (auto) censura y del bloqueo informativo, de la especialidad corrosiva, del literal crudo que ya no alcanza sacrificadas las exportaciones no petroleras, de la perdida convivencia política, de las subsociedades que colman y sojuzgan a la sociedad…? Y de la propia continuidad de los sectores intelectuales afectados, quebrantados, tarifados, cuya inflada vanidad – por fortuna – es insuficiente para liquidar la inteligencia que sobrevive.
Procuramos hallarle cupo, desde la bancada democrática de la oposición, para que el parlamento le rinda un tributo que quizá no le haga falta en la misma medida que estas modestas notas, u otras de mejor puntaje, inquieten al lector sobre un legado irrenunciable. Pensamos en otros centenarios en vida, como el de Cecilia Martínez o Fedora Alemán que nos lleva a la oración, pues, al momento de escribirlas, no sabemos de la suerte de quienes construyeron un país que tanto meditó Juan Liscano.
Ilustración: Pancho Graels, tomada de "Conversaciones con Alfredo Peña" (Fundacademus - Editorial Jurídica Venezolana. Caracas, 1982).
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2015/06/de-la-incomodidad-liscaniana-2/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1093529
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