Luis Barragán
El activista, militante o simpatizante del oficialismo, ha sido víctima de un recio y prolongado bombardeo publicitario y propagandístico que inculpa a la oposición democrática de todos sus males. Denigrada, vapuleada y estigmatizada, a los ojos del más ingenuo pareciera que controlara las palancas del poder, por suerte de un prefabricado imaginario social que no sólo contamina a propios y extraños, sino – lo peor – dice relevar de responsabilidades a quienes real y efectivamente ejercen el gobierno en Venezuela.
De una ganada naturaleza mágico-religiosa, la irracionalidad ha llegado a límites impensables, aunque nadie cree ya en ocurrencias como la mentada guerra económica que cuenta con la jerarquía de una Razón de Estado. Además, directa o directamente, se le ha pedido a la población sacrificar sus libertades, temerosa de una indiscriminada represión, a favor de los bienes y servicios que, se aseguró, nunca tuvo. Sin embargo, al desabastecimiento de los más elementales insumos (alimentos, medicamentos, papel higiénico y paremos de contar), se suma el asombroso castigo de una inflación de digitos que el BCV cuida de no informar, incumpliendo con la normativa vigente.
El llamado sociaiismo del siglo XXI, es una empresa inconsciente e irresponsable que ha llegado demasiado lejos en sus improvisaciones. Despilfarrador de la más generosa y duradera bonanza petrolera que ha tenido el país, ni siquiera le garantiza el pan a quienes les pidió sacrificar su libertad, expuesto s día a día – como si faltara poco – a perder la vida inútilmente a manos del hampa.
El activista, militante o simpatizante del oficialismo, consecuente votante de los candidatos de un gobierno que lo defraudó, está hinchado del malestar, de la rabia, de la indignación como el resto de los venezolanos que jamás lo sufragaron, ya que no es el marciano desconocido por los rumberos del poder. Eso lo sabe muy bien el régimen y, por ello, de una forma u otra, para no arriesgar, lo induce a la abstención electoral, haciéndole creer que una derrota en las parlamentarias automáticamente lo derrumbaría, reemplazado por una oposición macabra de acuerdo a la elaborada versión de los carísimos especialistas que costea con el erario público.
De nada servirá que, descontentos con el gobierno, por muy carnetizado que fuere en el PSUV, ese militante, activista o simpatizante prefiera abstenerse, en lugar de votar secretamente en contra de sus verdugos, garantizando la continuidad de los personeros y de las políticas que garantizan el desabastecimiento, la inflación, la inseguridad personal. Una derrota del gobierno en las elecciones parlamentarias, teóricamente no significa la inmediata salida de Maduro de un gobierno que se le ha dicho – enfermizamente - consistente, blindado, fortalecido, de acero inoxidable y … eterno.
Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/22763-del-marciano-desconocido
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