martes, 30 de junio de 2015

EXACTITUDES SOSPECHOSAS



Sobran los comentarios sobre las exactitudes sospechosas, perfeccionado el 17 de diciembre de 1935 – fecha oficializada del fallecimiento de Gómez – con el 17 de diciembre de  1830.  Al historiador no le cabe otra opción que la de probar que el hijo de La Mulera no murió efectivamente ese día de 1935, si existiere algún documento irrefutable y confiable. Al literato, le queda especular creadoramente y, en este sentido, “Junto al lecho del caudillo” de Domingo Alberto Rangel (1981), es un buen ejercicio. Al politólogo, psicólogo social o antropólogo, indagar sobre la razón y conveniencia de tamaña coincidencia. E, incluso, al comunicador social o comunicólogo, le compete dictaminar sobre la reiterada noticia de ambos natalicios y obituarios, ocupando la primera plana de la prensa a la vez que son silenciados otros hechos que significaron un enorme riesgo para aquellos que se atrevieran a su publicación.

Por una parte, huelga comentar en torno al sobrepeso de Bolívar en nuestra historia. Empero, principiando su obra, el antropólogo Miguel Ángel Perera  hace útil la distinción del bolivarianismo de Gómez que, junto al de Pérez Jiménez, “no era otra cosa que un acto de veneración al Héroe y fundador de la patria, a su memoria y actos”, sin que necesariamente abonara a una “ideología bolivariana” (“Venezuela ¿nación o tribu? La herencia de Chávez”, UCV, Caracas, 2012: 78). Y, por otra, las fechas mágicas de Gómez, nos remite a la utilidad de sus invocaciones. Para el natalicio, es evidente a los fines de la legitimación del poder, algo que no ocurrirá con la de su muerte. Pudo ocurrir, si el continuismo hubiese sido el signo después de ocurrida gracias a la posible herencia que beneficiase a Eustoquio Gómez o a otro al que también le corriera su sangre por las venas, hábil y corajudo.

LB

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