martes, 1 de febrero de 2011
bancada
De la tradición parlamentaria
Luis Barragán
Sábado, 29 de Enero de 2011
Desafortunadamente escasa, una historiografía del parlamento venezolano permitiría apreciar el increíble retroceso hoy experimentado. No porque todo pasado haya sido mejor, sino por la vivacidad que tuvo – sobre todo, a partir de 1958 – un órgano del Poder Público inevitablemente plural y polémico.
Bastará con citar las sesiones regulares del Congreso de la República, conjuntas o separadas, en las que todos los medios de comunicación social impresos o audiovisuales las accedían sin mayores problemas, incluyendo comisiones o subcomisiones, permanentes y especiales. Por supuesto, hubo no pocos problemas, pero jamás perdió el rumbo como instancia fundamental del debate político del país, harto ejemplificado con los consabidos sucesos de 1992 que fue estelarizado en las cámaras con absoluto respeto y garantía de la inmunidad parlamentaria de la minoría que defendió y se benefició de los intentos golpistas, como después el tiempo – implacable – demostró.
Los allanamientos a la inmunidad nunca se parecerán al que padeció Wilmer Azuaje el año pasado, objeto de un morboso revanchismo sin precedentes, pues, extraordinariamente fundados, respondieron a una discusión de absoluta responsabilidad e implicación política. Cada senador o parlamentario, por solitario que fuese, gozaba de las garantías necesarias para el ejercicio de su investidura.
Obviamente, hubo problemas y muy graves, pero también la capacidad de superarlos en los cauces de una institucionalidad perfectible. Hoy resultaría absolutamente inaceptable para el partido de gobierno perder la mayoría o control de la Asamblea Nacional, como sucedió con la instancia en diferentes ocasiones, traumáticamente ilustrada con la pérdida de control oficialista de la cámara de diputados a principios de los sesenta, sin que el mundo se acabara.
Junto a la descentralización, el multipartidismo parlamentario completó el fenómeno innovador experimentado hacia 1998, para despecho de los obcecados y maniqueos críticos del bipartidismo, paradójicamente – ambos – combatidos duramente por la fórmula presidencial ganadora por entonces. De modo que, pretendiendo atajar las tendencias históricas subyacentes, hoy la Asamblea Nacional es una clara manifestación de las regresiones políticas impensables lustros atrás: una lectura del Reglamento Interior y de Debates, Ley de la República, será suficiente para ponderar la minusvalía en la que se empeña el celebérrimo y temeroso Comandante-Presidente en franca violación a la Constitución de la República vigente. No obstante, nuestra esencial observación reside en la bancada opositora.
En efecto, hay una tarea pendiente de reaprendizaje de las lides parlamentarias, pues, por muchas que sean las credenciales exhibidas a título individual, es necesaria la reinstitucionalización del trabajo a través de lo que se llamaron las fracciones parlamentarias. No importa la nomenclatura (fracción, grupo, bancada, etc.), sino la voluntad de una labor concertada, eficaz y profunda.
Siendo el caso que mejor conocemos, el Partido Social Cristiano COPEI por muchísimos años hizo presencia en el parlamento a través de una fracción ordenada y reglada, añadida la posibilidad del voto de consciencia. Contaba con un reglamento que – por lo demás – le permitía un relacionamiento respetuoso y equilibrado con el foro realizador de las líneas partidistas (el Comité Nacional), seleccionada la jefatura libremente por los parlamentarios, sujeta únicamente a la confirmación del partido (recordemos elecciones como la de Gustavo Tarre/Luis Corona frente a Paciano Padrón/Gehard Cartay, brillantes diputados que no supuso destruir a nadie); la estabilización y especialización de las labores, con una subjefatura, coordinación de cámaras y de comisiones, una secretaría confiada a dirigentes destacados que todavía no eran diputados o senadores); el desarrollo funcional de una sede que contó con una biblioteca y una sala de cibermedios abierta sin excepción al público. Y las frecuentes publicaciones, complementarias a los diarios de debates, por cierto, objeto de interés para legos y especialistas, profesionales del periodismo o del derecho.
Hay una tradición necesaria de asumir y renovar, por mucho autoritarismo que ahogue a la Asamblea Nacional, aunque se tengan los novísimos “digepoles” en casa (como los famosos “colectivos”). No lo dudemos, contribuirá a abrir una distinta opción frente al chavezato.
Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/7094-de-la-tradicion-parlamentaria
Etiquetas:
Asamblea Nacional,
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