No hay Marx que dure cien años
Luis Barragán
Los venezolanos hemos compartido una ya larga experiencia, amarga para las mayorías que creyeron que la satanización y el voluntarismo más burdo bastarían para solventar sus problemas. Frágil memoria, nuevamente nos citamos con el mesianismo político que tiene por ventaja principal la inmediata borradura de sus pezuñas.
Sobre esas huellas invisibles, denostamos hasta el cansancio de una etapa en la vida republicana construida para liquidar las escaramuzas y guerras civiles que, no olvidemos, acumularon los intensos 150 años precedentes. Yerros y malentendidos la coparon y explicaron, hallando definitiva y fulminantemente culpables a los justos y pecadores que desarrollaron el acuerdo de Punto Fijo en una etapa de inimaginables dificultades para el país.
Mayorías que creyeron ingenuamente que el (co) gobierno constituyente de 1999, más que una asamblea o proceso, incurriría en el milagro de salvarnos y de emprender el camino hacia la libertad, la justicia y el desarrollo con toda la pureza de sus declamadores. Tratamos de una inmensa estafa electoral y política que dijo democracia, donde pondría autoritarismo; socialismo inédito, donde hay ese la versión cubanoide que ni el mismísimo Marx aceptaría; bolivarianidad, donde la psiquiatría ha de acudir urgentemente. No obstante, lo hubo, la otrora y plural minoría de la disidencia.
Quienes discreparon en medio de la borrachera prochavista, fueron rápidamente demonizados. Las corrientes convincentemente democráticas y progresistas, a contracorriente, lucharon (y luchan) con sus mejores armas cívicas no sólo frente al socialismo pretoriano, sino también frente a los otros sectores nostálgicos de sus antiguos esplendores y privilegios, cuyo atraso – igualmente – les autorizó a aplaudir al mesías insurgente tras la palabra sagrada de los llamados notables.
Esas minorías disidentes, actuando con nombre y apellido, resultaban incómodas e incomprendidas. Los aguafiestas frecuentemente escribían, hurgaban, denunciaban, alertaban: algunos pontificaban, muchos intentaban el humilde llamado a la reflexión y a la difícil construcción de opciones alternativas.
Recientemente, en una reunión con jóvenes socialcristianos en el interior del país, alguien nos preguntó cómo las generaciones anteriores adivinamos (SIC) las características del chavezato que está a punto de sufrir un monumental fracaso, así resulte - en el supuesto negado – ganador el 7- O. Obviamente, nos sorprendió el muchacho que debe cumplir pronto la mayoría de edad, y – lejos de consternarnos – lo celebramos porque se trató de una inquietud contrastante con la estupidez inoculada por la antipolítica en boga
El dirigente que cuenta con una profunda convicción y una poderosa intuición, no se deja arrastrar por el espejismo de los acontecimientos. Pertenecemos a una promoción generacional básica - ideológica y políticamente - formada, incluso, fuera de los canales formales del partido que los tentó (y aún tienta) esa vanidad insondable del ocio y de las meras relaciones públicas, por lo que no resultaba fácil embaucarla excepto (como también ocurrió), la deliberada deserción y el legendario oportunismo de los que ahora intentan el regreso.
Unos más reflexivos y otros, más prácticos, muchísimas veces compartimos sendos círculos de estudios y conferencias como no lo imaginan los jóvenes de hoy, confrontando a la ultraizquierda que pretendía ejercer el señorío en liceos y universidades. El debate de las tendencias internas en el partido socialcristiano que solía escapar de los conflictos personales, explicó una riqueza de matices, pero también la decidida coincidencia para una confrontación que el país de las megabonanzas subestimó.
En días pasados, después de conversar con la muchachada socialcristiana, hallamos casualmente un recorte de la prensa de principios de los ochenta donde la Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC) se movilizó para denunciar las complicidades generadas en Venezuela con la guerra civil centroamericana. Y, aunque sostuvimos internamente diferencias (recordamos un acto de formación en la JRC-Caracas, en el que coincidimos con Ezequiel Quevedo respecto a no pocos señalamientos), sobre todo ante el asesinato de Monseñor Romero y de los jesuitas salvadoreños, no dudamos que el camino democrático y el de la libertad liberadora era el mejor.
“No hay Marx que dure cien años, ni pueblo que lo resista”, fue una de las consignas. Por lo que, a diferencia de los muchos que se le oponen hoy o dicen oponérsele, conocimos muy bien de las promesas, intenciones y pretensiones de ese sector de la izquierda marxista tan exquisitamente encapuchada y apedreadora desde la órbita universitaria y – no faltaba más – autónoma de sus privilegios.
No era adivinanza, sino meditación, discusión, acción, previsión. Las únicas rutas para vacunarse frente a los espejismos de cualquier signo, respondiendo en términos resueltamente históricos.
Post-Data: En días pasados colocamos en el Facebook, el recorte de El Universal de Caracas (12/09/81), donde aparece Norgen Harringhton (de quien ahora colocamos una fotografía actual), dejando constancia de la protesta. Dio también motivo a algunos comentarios jocosos. Refirió NG: "En un Aniversario de Ultimas
Noticias engalanamos la primera pagina también en la Embajada de Rusia,
con el Spray en mano a mi lado estaba la comandante Soraya Gross y esta
de México nos llenaba de inspiración, Luis Barragan desde la Formación y
Hernan Vizcarrondo desde la Vanguardia, Moisés Benaim, Nelson Piña el
filosofo, Omar Arrellano la candela.Orlando Parra, Jesus Hernandez etc." Suficiente muestra de una tradición o, como nos comentó Agustín Berríos en días pasado, de una dirigencia de escuela (la que hoy hace crisis en COPEI). Son muchas las historias y la Historia, las anécdotas y vivencias de las viejas luchas.
Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/4606779.asp
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