viernes, 31 de agosto de 2012

PUEBLO-TEJIDO

El Nacional - Lunes 16 de Agosto de 2004     B/10 Cultura y Espectáculos
AXEL STEIN cree que la ciudadanía está hecha de patrimonio artístico
El arte venezolano es privilegiado afuera, aquí es pasto de las llamas
Este venezolano, investigador e historiador de arte, no puede ver con indiferencia el desmantelamiento vandálico del que han sido objeto algunas de las obras de arte contemporáneas más emblemáticas del país. “Esas creaciones no son metal, son obras.
Son nuestro patrimonio para el presente y para nuestros hijos. Un puente lo puedes reponer, pero una obra de arte es única”
EDGAR ALFONZO–SIERRA
ENTREVISTA

“Es insólito que la construcción de la sede de la Galería de Arte Nacional, un proyecto que ya tiene 12 años, sea hoy una nueva ruina en la ciudad, en plena avenida Bolívar”
De acuerdo con una información publicada en estas páginas el sábado pasado, el especialista en artes Axel Stein logró la atención de la Unesco en el caso de las obras públicas de la ciudad que -creadas por primeras figuras del arte venezolano y mundial: Jesús Soto, Carlos Cruz–Diez, Marisol Escobar, Alejandro Otero, Gego y Gerd Leufertsufren un proceso de desmantelamiento vandálico.
La Unesco señaló sus limitaciones al respecto, ya que no puede “tomar iniciativas y acciones sin una solicitud oficial por parte del Gobierno, en este caso las autoridades encargadas de la protección del patrimonio”, según informó el organismo en carta dirigida a Stein. Sin embargo, también indicó que hará “todo lo posible para movilizarlas (a las autoridades del país) para que investiguen sobre las actuales condiciones de las obras y tomen los apropiados remedios en la ciudad de Caracas y a monitorear el estado de conservación del área”.
Stein es venezolano, crítico, investigador e historiador de arte egresado de la Universidad de Bruselas, ex profesor universitario y ex director de la Sala Mendoza. Desde 1990, ha ocupado diferentes cargos directivos en Sotheby’s para América Latina y Estados Unidos.
“Todo este problema va más allá de robar la defensa de una autopista”, explica. “Esas creaciones no son metal. Son obras. Son nuestro patrimonio para el presente y para nuestros hijos. No podemos dejar que esto siga, porque si no esto no va a parar aquí. Un puente lo puedes reponer, pero una obra de arte es una creación única y en el caso referido afecta a proyectos de artistas de la remarcada talla internacional y talento como los venezolanos Alejandro Otero, Jesús Soto y Carlos Cruz–Diez, quienes crearon con un basamento teórico-práctico de gran envergadura espiritual para el país”.
–¿Qué se puede hacer?
–Hay recursos, una regulación, normas de salvaguarda, orientaciones para la preservación, instituciones.
Son cosas concretas: leyes. No las puedes obviar, pero el problema es complejo porque, aún así, quiero saber cuáles han sido las medidas y previsiones del Instituto de Patrimonio Cultural para detener el desmantelamiento ocurrido -día tras día- en la obra de Alejandro Otero. Por sus condiciones, fue objeto de un trabajo continuo porque implicaba montarse en la estructura y bajar las piezas, que por sus dimensiones y peso debieron transportarse en un camión. A lo mejor hasta con una grúa se actuó. Es grave. Estamos hablando de nuestra cultura contemporánea, de los valores de nuestros artistas.
Soto, Cruz–Diez y Otero, te guste o no te guste, están irrefutablemente ubicados entre los 5 ó 10 artistas más importantes que ha dado Venezuela para el mundo en los últimos 200 años.
Profetas de otras tierras
Axel Stein defiende esta última idea: “Acabo de ver la exposición Utopías invertidas del Museo de Bellas Artes de Houston, que es un centro de investigación en Estados Unidos atento al estudio del arte latinoamericano. Esta exposición fue curada por Mari Carmen Ramírez y es una suerte de recapitulación de las vanguardias latinoamericanas desde los años 30 hasta los 70. ¿Quiénes están allí considerados como los más destacados miembros de las vanguardias latinoamericanas del siglo XX? Pues, no otros sino Soto, Cruz–Diez y Otero, junto con Gego y, en papel preponderante, Reverón.
La exhibición está acompañada por un libro sobre el tema, de 700 páginas, en el que se publican todos los manifiestos de vanguardia e investigaciones que se hicieron en el momento de las vanguardias creativas, principalmente, de Brasil y Venezuela. Los héroes de la exposición, los que tienen los mejores espacios en el edificio del museo son los venezolanos”.
–Evidentemente, esa experiencia choca con la situación de las obras públicas de esos mismos artistas en Venezuela.
–Sí, por un lado, en esa muestra tenemos a Venezuela en su más alta expresión de creatividad y cultura, como una líder de vanguardia.
Es insólito, es muy conmovedor para todos, ver el cariño con el que está abordado el tema y el tamaño de la investigación allá vertida. Por otro lado, llegas aquí, al país, y resulta que lo que afuera se trata con guantes blancos, aquí es pasto de las llamas. ¿Quién vigila las obras desmanteladas? Por Dios, se trata de la plaza Venezuela, que debe tener policías permanentes para vigilar el lugar. Entonces qué, ¿mañana van a tumbar el Cristóbal Colón, lo van a picar y a fundir también? Después será Madariaga y pare usted de contar.
Añade: “Sin embargo, pasan cosas como con la fuente Las Toninas de Francisco Narváez, que se han mantenido hasta ahora como único vestigio decente de lo que queda de Caracas porque hay gente detrás de eso. Los familiares del artista hicieron una fundación, formaron su personal en Venezuela y en el exterior, invirtieron su patrimonio en la conservación de esa obra y la de otros artistas, llevan 20 años ocupándose de la plaza O’ Leary, pero, entonces, alguien dice dame acá esa plaza que yo me ocupo de ella. No me gustaría pensar que el futuro de la fuente sea el mismo de los monumentos cercanos a ellos, bajo la guarda del Estado”.
Mutilaciones, mudanzas, nuevas ruinas
“¿Por qué tanto interés en María Lionza y no en todo el resto de los monumentos públicos? Me aventuro a decir que lo que representa la diosa es algo de lo que se está extrayendo provecho. Con todo el respeto a ella, esa estatua no es lo mejor de Alejandro Colina, sí tiene un valor popular eminentemente votivo que no se adecúa a la plaza de los Museos, porque no es un punto para un culto ya que es un lugar civil y laico. Por favor, ¿a quién se le ocurrió cambiar la pieza? Ése es nuestro problema crítico y continuo de mudanza de las esculturas que siempre ha sido un tema durante 20 años. Si quitas una estatua, un monumento, estás quitando cosas de las que está hecha nuestra ciudadanía.
Trasladarlas es crear un faltante.
Es como que te quitan un brazo.
Así quitan el edificio Galipán o lo que sea. Qué queda entonces de ti, de nuestra historia. Menos mal que no pueden quitar el Ávila, si no ya se les hubiera ocurrido”.
–¿No hay, entonces, una sensibilidad política hacia el arte como patrimonio?
–No, pero con María Lionza hasta el TSJ tuvo que manifestarse.
¿Por qué no pasa algo así con el Abra solar de Alejandro Otero? Yo tuve la inmensa suerte de ver esta obra colocada en la punta de la isla de los jardines de Venecia, donde está el pabellón de Venezuela, dominando totalmente el canal, con todos sus rotores eólicos en acción con una extraordinaria majestad.
Un homenaje en aluminio de Alejandro Otero, de El Manteco, en el estado Bolívar, a la riqueza de su tierra.
Para esa obra Otero adelantó estudios técnicos en el Instituto Tecnológico de Massachussets durante dos años. ¿Todo eso vale qué? Vale.
Vale muchísimo para nosotros. Si no, sería como arrancarle el corazón al venezolano, su unicidad. Si eso no tiene valor, entonces alguien me tiene que explicar qué sí lo tiene.
–¿Habría que estudiar y repensar el sistema de valores del país?
–Sí y nuestras deficiencias al respecto.
Tenemos cantidad terrible de taras, huecos y lagunas. Es insólito, por ejemplo, que la construcción de la sede de la Galería de Arte Nacional, un proyecto que ya tiene 12 años, sea hoy una nueva ruina en la ciudad, en plena avenida Bolívar.
Cómo en un gobierno que quiere el progreso material, espiritual y cultural de su pueblo, sus instituciones relacionadas con la preservación y transmisión de ese conocimiento son las más golpeadas en todo el sistema.
Todo lo que se hizo en la cuarta república no era malo. ¿Dónde están las exposiciones que se hacían en esa época que ayudaron a colocar a Venezuela y sus artistas en el panorama internacional? ¿Qué nos llega del exterior? ¿Dónde el presidente o el vicepresidente o el presidente de la Asamblea Nacional o del TSJ han inaugurado una exposición?
Que den ese ejemplo, un apoyo con su presencia.
–Se ha reforzado el pensamiento que ciertas formas artísticas y culturales son privilegiados secuestrados y negados históricamente al colectivo.
–Desconocen que aunque la alta cultura es elitista, no puedes prescindir de ella. Es una pequeña locomotora que arrastra mucho. Y no me mientan. El arte popular per se tampoco arrastra masas. Debemos saber que la cultura es cosa de tejidos.
No puedes pasar de una cosa sin la otra. Por ejemplo, el arte popular ha nutrido al arte pop y hasta la palabra pop es popular. Si no tienes los dos lados de las cosas no quedamos en nada. Podemos poner el arte popular y el arte contemporáneo, uno al lado del otro, y ambos hablan de nuestro país. Además, ¿dónde está el arte popular aquí? Acabo de recorrer el país y todos los artistas populares están pasando trabajo. Por otra parte, al creador popular no lo sostiene el pueblo sino una cantidad de individuos con una sensibilidad formada, algunos con cierta educación especializada, que adquieren sus obras, que dan a conocer a esos artistas, que los exponen y los legitiman en las instituciones.
Espíritu
Stein no quiere obviar, como parte de este problema, sus convicciones sobre el perfil político del país: “Se cree que alrededor de una sola persona se deben coagular todas las aspiraciones espirituales y nacionales de un país. Algo fatal. El espíritu de un territorio es compartido. Nadie es dueño del espíritu venezolano, puede decidir de modo terminal qué es ese espíritu, porque es pretender querer saber qué pasa por la cabeza de 25 millones de personas.
Hay que entenderlo. El alma venezolana es de múltiples orígenes”.
“Aquí no mandan los indígenas, ni los mantuanos, ni italianos, ni portugueses, ni mestizos, ni indios guaraníes, ni guaiqueríes, ni waraos, ni pemones, ni los negros de Barlovento, ni nadie que se te ocurra poner en esa lista. Este es un país de ciudadanos donde todo el mundo ha aportado algo. De paso, los mantuanos han aportado muchísimo: esta entrevista es en español, no en arawako. Cuando llegamos a la casa tal vez descansamos en un chinchorro, que no es español. Es decir, el tejido del país es lo que hay que respetar. El grave problema es que no entendemos cómo está hecha la trama social.
Privilegiando sólo una parte el país, no lo podemos mantener. El pueblo no es exclusivamente los indigentes y los pobres. Ésa es una visión errada de la vida. El pueblo es todo el tejido social. Una gran pintura que todos hacemos”.

Fotografía: Yanni Montilla

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