EL PAÍS, Madrid, 10 de Agosto de 2012
EL NACIONAL - Martes 14 de Agosto de 2012 Opinión/7
Necesidad de consenso en Siria
JAVIER SOLANA*
El sentimiento de que el régimen del presidente de Siria Bashar al Assad está llegando a un punto de inflexión crece por momentos.
La reciente renuncia del enviado especial de la ONU y de la Liga Árabe para Siria, Kofi Annan, ante la imposibilidad de implementar el plan de paz de seis puntos y detener la violencia, es uno de los muchos factores que obligan a la comunidad internacional a pensar sobre la necesidad de minimizar los peligros inherentes a la situación de Siria.
La falta de acuerdo entre los países miembros del Consejo de Seguridad ha ocasionado una prolongación y metamorfosis de la naturaleza del conflicto. Lo que comenzó como una lucha popular inspirada por las exigencias de la Primavera Árabe ha ido adoptando tonos cada vez más sectarios y radicales. Esta conducta refleja la pérdida de esperanza en el apoyo internacional y complica cualquier solución negociada.
El peligro creciente de represalias hacia la comunidad alawi, que representa el 12% de la población y bajo cuyo control se encuentra la economía y el Ejército del país, ha provocado que este grupo, que logró salir de su categoría de ciudadano de segunda clase tras la llegada del partido Baath de Al Assad en 1963, considere que su supervivencia esté intrínsecamente ligada a la de Al Assad.
De no abordar seriamente la oposición de Siria las inquietudes de esta minoría, temerosa de una venganza suní, podría estallar en el país una guerra civil sectaria peor aún que el conflicto que asoló el Líbano desde 1975 hasta 1990.
A escala regional, las consecuencias tampoco son baladíes.
En primer lugar, la propagación de la lucha entre los rebeldes y las fuerzas gubernamentales por el territorio sirio y el aumento del número de refugiados que huyen a los países vecinos Turquía, Jordania y Líbano, amenaza con extender la lucha a sus fronteras y atraerlos directamente al conflicto.
Turquía además está preocupada por las repercusiones que el conflicto pueda generar sobre su población kurda, guiada por unas aspiraciones independentistas que vuelven a emerger; Jordania considera la creciente afluencia de los rebeldes sirios en su territorio como una amenaza a su seguridad nacional; en el Líbano, la llegada de miles de refugiados ha desenterrado viejas disputas sectarias en Trípoli entre los chiita alauí, que, en su mayor parte, apoyan a Al Assad, y los suníes simpatizantes de la oposición.
El caos y el enfrentamiento podrían llegar también a Irak, donde la perspectiva de la caída del régimen sirio parece estar generando un repunte de la resistencia suní contra el gobierno predominantemente chiita de Nouri al-Maliki.
El desenlace que adopte el conflicto sirio tendrá también algunos efectos directos en la realineación de fuerzas en Oriente Medio. La alta posibilidad de que un gobierno suní lidere Siria después de la caída de Al Assad significaría un cambio estratégico de Siria hacia Irán, y su aliado libanés chiíta Hezbollah, cuya viabilidad puede peligrar si el nuevo gobierno sirio decide cortar el canal de suministro de armas desde Irán hasta el Líbano.
Arabia Saudí, que junto con Catar está armando a la oposición siria, ve la era post-Assad como una oportunidad estratégica para romper la alianza entre Siria e Irán y asestar un duro golpe a Hezbollah.
Sin una salida al conflicto de Siria, difícilmente se podrá avanzar en Irán, receloso ante las implicaciones que un cambio de gobierno en Siria podría tener para su influencia en la región. A la vez, la consecución de un acuerdo con Rusia (y, por tanto, con China) para contener el fuego sirio también determinará el margen de maniobra entre EE UU y la UE respecto a Rusia y China para tratar el programa nuclear de Irán.
En el fondo se trata de dos mesas de negociación paralelas, cuya evolución depende la una de la otra. En la primera mesa, los miembros del Consejo de Seguridad están de acuerdo sobre la solución y en la segunda hay una diferencia fundamental de posiciones con Rusia y China.
Para lograr un acuerdo, es esencial (como sucedió en el caso de Libia) que Turquía, los países del golfo y la Liga Árabe muestren una posición común. Solo así se conseguiría el respaldo de los sectores de la oposición siria y se lograría acercar posturas con las minorías. Esto añadiría más presión para obtener el respaldo del Consejo de Seguridad y poner en marcha un proceso que conduzca a la transición política. Alcanzar un acuerdo sobre un escenario post-Assad no será fácil, pero no hay otra alternativa más prometedora para Siria y para la región.
(*)Presidente del Centro de Economía y Geopolítica Global de Esade.
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