EL NACIONAL - Miércoles 25 de Julio de 2012 Opinión/9
El filo de Matisse
LEOPOLDO TABLANTE
Más de 10 años después de constatarse su desaparición del antes llamado Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber, fue hallada la Odalisca con pantalón rojo de Henri Matisse en una habitación del hotel Loews de Miami. La localización de la pintura valorada en 3 millones de dólares, aunque quienes la poseían, Pedro Antonio Marcuello y la mexicana María Martha Ornelas, pretendían negociarla por menos de la cuarta parte de ese monto fue llevada a cabo por funcionarios encubiertos del FBI. Al día siguiente, la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, se pronunció y dijo que era necesario ajustar los mecanismos diplomáticos pertinentes para confirmar la legitimidad de la pintura y para que, en caso de que la experticia diera positivo, fuera repatriada. Esta declaración ex post facto pone en evidencia la capciosa languidez del Estado venezolano y su vulnerabilidad para salvaguardar el patrimonio público.
En 2000 el presidente Chávez se hizo fotografiar al lado del falso Matisse durante una visita oficial al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Ningún experto había certificado todavía que la pieza no era genuina, aunque la réplica fuera más bien grosera. Sin embargo, la inconsciencia del primer mandatario simboliza la política oficial en materia de artes plásticas durante los últimos 10 años. Se sabe que entre las prioridades del presidente Chávez no figura la conservación de una pieza pictórica que, a su juicio, connotaría los valores del arte burgués. Por ello, la «revolución de la conciencia» de su política cultural ha preferido convertir los espacios expositivos del Estado en ámbitos de promoción masiva de artistas nacionales sin reconocimiento oficial, anteriormente desdeñados debido a la institucionalización de una noción «aristocrática» y excluyente de cultura.
En ese espíritu, los museos venezolanos se han transformado en ámbitos opacos que se caracterizan por acoger actos oficiales y por inhibir a los visitantes. Sin embargo, el arte, como la energía, se transforma. Por ejemplo, la interpretación de las editoriales del Estado en ramas de divulgación ideológica del régimen ha ayudado a diseminar una noción de riesgo entre los autores y editores que le son adversos, de entre quienes han surgido nuevas voces, nuevos sellos y un movimiento que reivindica una tradición venezolana. Ese esfuerzo, que ha madurado desde listas de correo electrónico, blogs y páginas web aunque también desde actividades apoyadas particularmente por alcaldías de oposición ha fraguado en un movimiento literario que tiene sus autores de cabecera, sus editoriales, sus títulos de culto y, por supuesto, sus celos y sus rencillas.
Mientras que el Estado bolivariano fija su propia agenda ideológica, privilegia obras prioritarias y sacrifica otras que contrarían sus valores, las piezas purgadas y sustraídas ¿por quién? de los museos nacionales encuentran su tasación por los caminos verdes. Junto a la Odalisca con pantalón rojo, otras 14 piezas habrían abandonado los depósitos del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas según un inventario realizado en 2001 cuando la directora de la institución era Rita Salvestrini. Y como el lienzo de Matisse (aunque seguramente con más discreción que éste), la fortuna de ese patrimonio es, en el mercado del arte, inversamente proporcional a su supuesta devaluación política en la Venezuela polarizada.
El destino de la Odalisca...pone de manifiesto el itinerario natural de una dama arribista caraqueña (en este caso, de una caraqueña por adopción) desde el aeropuerto internacional de Maiquetía: Miami, parada obligatoria del dinero latinoamericano expatriado, donde la vitalidad y la frivolidad de un cierto cosmopolitismo tropical apuntalado desde los años ochenta por los dólares del Cartel de Medellín son el eslabón de un sueño, con o sin visa, con filo suficiente para rajar el cuero curtido y el alma resteada del Hombre Nuevo bolivariano, ese engendro anacrónico que, como la réplica de nuestro Matisse, no ha sido más que mala copia.
Caracas, 21 de Julio de 2012
Odalisca con pantalón rojo
Seguramente nadie irá preso por este caso, no se harán averiguaciones, no se sabrá nada
ANDRÉS F. SCHMUCKE G.
Siempre he tenido la impresión de que el género de la delincuencia que consiste en el robo de obras de arte es algo que requiere de posgrados y estudios especializados. Cualquier malandro puede asaltar a alguien y quitarle un reloj, un par de zapatos o un Iphone, pero robarse un cuadro de un museo, que en teoría tiene toda la seguridad del mundo, eso es para mentes superiores.
Se me vienen a la mente, al pensar en esto, películas como: The Thomas Crown Affair o Ocean's Eleven, en las que el ladrón de arte es una persona sofisticada, que ha recorrido el mundo, un prototipo de hombre que es más parecido a un agente secreto que a un vulgar ladrón. Espero que la desaparición de la Odalisca con pantalón rojo del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas haya sido más de este estilo, pues así sí vale la pena hacer una película.
Doce años pasaron del rapto del cuadro de Henri Matisse (que se presume fue en el 2000, aunque se descubrió su desaparición en el 2003), para que el mismo fuera recuperado en Miami, gracias a las pesquisas del FBI. Eso demuestra que la justicia tarda, pero llega y que, en teoría, esta historia puede tener un final feliz.
Seguramente nadie irá preso por este caso, no se harán averiguaciones, no se sabrá nada. Los ladrones de arte son demasiado inteligentes, demasiado cool. Me imagino a un tipo como Neal Caffrey de la serie White Collar, muerto de la risa leyendo que encontraron el cuadro mientras se fuma un habano en alguna playa paradisíaca.
En el mismo orden de ideas, fabulosa la viñeta de Rayma sobre el tema, pero yo le diría a la Odalisca que por ahora se quede en el exilio, pues si se regresa capaz se la vuelven a robar. Quizás después de octubre todo sea diferente y el regreso a casa sea menos largo y tormentoso.
Fotografía: Tomada de la red.
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