SOL MARGARITA, 8 de Agosto de 2012
Actualidad pedagógica
Lo axiológico del pensar
El sentido de lo axiológico requiere abordar otras formas de encontrar a través de la moral y la ética, un espacio de sentimientos conjuntos que generen el bien, pero eviten el mal.
Javier Antonio Vivas Santana
Imaginemos, por un momento, que en una intersección de cuatro avenidas convergen cuatros semáforos con distintos colores al mismo tiempo. ¿Cuál sería su respuesta? ¿Sería posible avanzar con posibilidad de acuerdo entre quienes se vean envueltos en tal situación? ¿Existirían riesgos para los ocupantes de los vehículos?
El ejemplo del semáforo nos indica cuáles son los referentes que tiene el ser, y a su vez el conjunto de absolutos sobre sus obligaciones, responsabilidades y derechos. Por supuesto, es la educación, no sólo la que se imparte desde las aulas de clase la que determina el color de las luces (verde, amarillo o rojo), con la intencionalidad de avanzar o detener las acciones que se llevan a cabo por parte de una comunidad. Si este ambiente está afectado (contaminado), o mejor dicho (des)asociado con diversas formas de ver las luces del semáforo en otros ámbitos de esa misma sociedad, es evidente que este grupo de absolutos estará en permanente contradicciones, y no es que se busque eliminar las contradicciones. No. La sociedad per se estará sujeta con diversas formas de pensar y texturas del pensamiento, pero éstas tienen que ser para la búsqueda de soluciones, no para multiplicar los problemas.
En nuestros contextos educativos y sociales, ¿quién(es) dirige(n) lo valorativo? ¿El Estado, la familia, la escuela, la sociedad, la iglesia, los medios de comunicación, las llamadas “redes sociales”, o el mismo ser encuentra sus propias formas o espacios de valor ante otros seres, las cosas y el ambiente que le rodea? En todo caso, lo cierto es la desfragmentación en el conocimiento de la tabla de valores que cada grupo o subconjunto de la sociedad va imponiendo con su praxis y metalenguaje a las personas, lo cual indica que estamos ante una tarea nada fácil, sino hasta cierto punto utópica.
Es obvio, que por ejemplo, la iglesia discierne sobre principios conservadores basados en la llamada Palabra de Dios. La familia por lo que han considerado necesario para el bienestar de los suyos. El Estado se regirá por leyes y normas. La escuela asociará vínculos que difieran el bien del mal en función del contexto al cual pertenezcan, y los medios y redes sociales recurrirán a sus patrones, fundamentalmente, de consumo y estereotipos. Entonces, ¿qué hacer? ¿Será posible construir entre todos, un mínimo de espacios sobre el conocimiento que complemente lo valorativo desde una óptica grupal o individual? ¿Siendo así, cuáles serían los aspectos que tomarían más fuerza en la (de)construcción axiológica: lo ontológico, lo filosófico, lo epistemológico, lo teleológico, lo pragmático?
El sentido de lo axiológico requiere abordar otras formas de encontrar a través de la moral y la ética, un espacio de sentimientos conjuntos que generen el bien, pero eviten el mal. Y para ello, hay que plantear una vida de educación permanente en donde converjan otros escenarios que manifiesten el ámbar de la vida, los pétalos del querer, las nubes de ensueño y las estaciones del amor. Lo axiológico, no puede seguir siendo una tabla valorativa, es la valoración del alma desde lo espiritual, y es la valoración de la educación pedagógica en un contexto de mutua ayuda, de mutua solidaridad y de mutua vigencia histórica en su diacronía de hechos distantes de la sombra que opaca la estética del vivir.
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