San Juan, 6: 41-51
En su homilía de ayer, el Padre José
Joaquín Albístur (SJ), hizo referencia a la primera lectura en la que Elías
duda de su vocación profética, está rodeado de enemigos, etc.; antes, el maná; ahora, el pan.
Y a la segunda, donde Pablo dice que no nos portemos mal con el Espíritu Santo
que entristece; haciendo lo contrario, Dios se alegrará. Se dirá que el
proyecto de Pablo es demasiado para nuestras fuerzas.
Jesús es la comida, el sustento,
quita la sed y el hambre para siempre. Pan de vida, vida eterna. Por entonces,
el pan era esencial para los judíos, como puede serlo hoy la arepa entre
nosotros. Casi puede decirse, la arepa de vida.
Pan de vida, por una parte, el que nos da Jesús con su Palabra, nos
alimenta y fortalece. Por eso, no se
entiende a un cristiano que no lea la Biblia, aunque sea cinco minutos diarios,
y - especialmente - los Evangelios.
Pan de Eucaristía, por otra, pan
verdadero que es cuerpo y sangre de Jesús. El próximo domingo abundaremos al
respecto.
Jesús vino para dar comida a los
hambrientos, a los desesperados. Muchas veces, nos sentimos indignos de
comulgar, pero hay que hacerlo al igual que leer unas paginitas de los
Evangelios: verás cómo cambiará la vida, en lugar de ir a brujos, etc., por desorientación.y
cansancio.
1Re, 19: 4-8
Salmo 33
Ef, 4:30-5,2
Fotografía: LB, el Padre José
Joaquín Albístur (SJ), al comienzo de la Santa Misa (Iglesia de San Francisco, Caracas, 12/08/12)
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