lunes, 27 de agosto de 2012

PALADAR PETROLERO

De la imperceptible pérdida de sabores
Luis Barragán


Luego de una más o menos prolongada ausencia, quienes regresan al país suelen advertir un literal cambio de sabores. Entre otros productos, la leche es más ácida, el huevo desabrido, el jamón acartonado o el agua sospechosa, sorprendidos por  la escasez de alternativas en los más variados renglones.

Comentaba entre dos amigos, la inicial impresión que tuvo la prima de María Efe, junto a la familia,  al reencontrarse con los platos venezolanos. Uno, llanero, indicó que no le es fácil conseguir una carne que sepa a tal; y, la otra, abandonó las hojuelas de maíz que ha degustado desde la infancia, ahora francamente desmejoradas.

La pérdida de calidad de los alimentos que consumimos, añadidos los nutrientes, es una realidad que se ha hecho imperceptible por estos años. Lentamente, nos hemos habituado a los nuevos sabores, aceptada una simulación que poco tolerarían en otras latitudes.

Por si faltase poco, desabastecidos, nos resignamos a la recurrente desaparición del azúcar, café, leche en polvo y hasta gas doméstico,  procurando capturarlos apenas se muestran en escena.  Suponemos que, en más de diez años, la especulación y los especuladores  están liquidados por la inigualable eficacia del gobierno,  por lo que  la escasez de los más variados renglones, con toda la sinceridad del mundo, habla – además – de una cada vez más radical ausencia de libertad para elegir. Y, según el canon, tamaña libertad es un lujo que hace dispensable – propiamente -  la necesidad de alimentarse y bien.

Digamos que hay demasiada vanidad en la persona que se queja de la calidad de los productos alimenticios, porque lo interesante es que los haya así los tengamos en su peor versión.  Cultura de la supervivencia, al fin y al cabo, debemos resignarnos a los ofrecidos por MERCAL, abaratados gracias al IVA de cada día, porque la renta petrolera se la lleva entera el ministro importador: mañana bastará con un atún enlatado de desconocida marca, pues - ¿acaso diferente a la cartilla de racionamiento? – el ganado vacuno queda para mejores causas, ora la mesa de los privilegiados del gobierno, ora para la exportación alternativa al consabido barril.

Papilas gustativas de la supervivencia, puede decirse. Acaso, nos damos cuenta si tenemos la fortuna de salir del país, aunque sea por unos días.

Obligada coletilla

En la perspectiva histórica, el deslave de Vargas no se entenderá sin la reciente tragedia de Amuay, y viceversa.  La entrada y salida de Chávez Frías, están desde ya marcadas por un itinerario que lo deja mal parado por el manejo, la imprevisión, el desorden, la improvisación, la displicencia que lo caracterizan.

Muertos y heridos inocentes hacia el occidente, pueblan la inquietud y angustia de todos los venezolanos que temen salir a las calles. Ni siquiera están seguras las personas privadas de libertad, pues el Estado tampoco les garantiza la vida en los pocos metros cuadrados que les dispensa.

Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/12623-de-la-imperceptible-perdida-de-sabores
Ilustración: Giancarlo Neri

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