EL NACIONAL - Sábado 18 de Agosto de 2012 Papel Literario/4
"El arte urbano pasa al mismo tiempo que la ciudad"
El año pasado fue publicado en España el libro Una teoría del arte desde América Latina.
El volumen reúne veintiún ensayos sobre el arte latinoamericano, escritos por artistas, gerentes culturales y teóricos de toda la región. María Elena Ramos es una de las autoras incluidas en la antología de textos. En esta entrevista habla sobre los temas que aborda en su escrito
LORENA GONZÁLEZ
U n libro publicado en el 2011 por el Ministerio de Cultura de España bajo la coordinación editorial del filósofo y doctor en estética José Jiménez, ha sembrado nuevos paradigmas dentro de las consideraciones necesarias para cartografiar lo que el arte actual implica, disgrega, integra y consolida en nuestro continente. Bajo el título Una teoría del arte desde América Latina , este investigador reunió un compendio de veintiún ensayos donde artistas, curadores, teóricos y gerentes culturales de toda la región, despliegan inquietantes aspectos sobre el arte latinoamericano y muy especialmente sobre los nuevos contextos urbanosglobales y locales- que han desplazado las antiguas problemáticas de la identidad hacia una piel trashumante cuyos pliegues se deslizan por entre las rendijas de lo cotidiano, para consolidar un nuevo mapa donde lo híbrido, la velocidad, la trasformación constante y las dinámicas privativas del tiempo concreto de nuestras ciudades, dibujan las marcas inéditas de un aquí y ahora de excepción.
En este libro, María Elena Ramos, una de las mejores profesionales en el campo de las artes visuales del país, ha escrito un texto titulado "El arte público en la escena urbana".
--Siento que el trabajo que has escrito sobre el arte público latinoamericano también está impregnado de relaciones muy profundas entre la creación y la ciudad que desarrollaste en Venezuela. Hace poco estaba revisando el libro Acciones frente a la plaza donde participaron artistas como Pedro Terán, Antonieta Sosa y Marco Antonio Ettedgui.
Al leer tu nuevo texto sobre arte urbano comenzaron a surgir relaciones entre ambos...
--No sé si sabes un componente anterior a esa experiencia y es que fui asesora de José González Lander en el Metro de Caracas. Un año antes de inaugurar el Metro hice un programa que se llamó Caracas Vive. Una parte era el proyecto de las obras de arte pero otra y la que más me interesaba, eran las posibilidades de conexión con lo humano, aprovechando los asentamientos que el Metro estaba dejando a su paso, activando foros con arquitectos que leían la ciudad con el público y actividades para los niños. Ese proyecto fue muy exitoso para posicionar el Metro como un sitio especial para la gente.
Lo que quería destacar es que siempre han pervivido en mí esas manías urbanas.
Soy una amante de Caracas, aunque no nací en ella, pero llegué aquí desde que estaba muy niña. Nací en La Habana y me trajeron a los 2 años, mucho antes de la Revolución. Caracas es mi ciudad.
--Hay una cosa que me atrapó y es que planteas una mirada muy hermosa y abierta del arte urbano, un arte de la calle que surge como posibilidad de salvar, de recuperar. Había palabras que anotaba, porque estamos muy heridos y tal vez necesitamos más que nunca un arte capaz de unir, de liberar, de encontrar mecanismos. Sin embargo, también pensaba que en esa materia tenemos una historia adelantada porque esta es una ciudad visual. La modernidad aquí fue fundamental, lo asomas en algunos puntos...
--Este ensayo no se dedica a todos los polos del arte urbano, en algún momento me refiero al arte de la modernidad pero a esculturas cívicas que han sido vandalizadas. Precisamente las propuestas sobre las que pongo más énfasis son un arte móvil, impermanente, un arte que es efímero y que tiene la virtud de no ser vandalizado por su carácter transitivo al tiempo que no vandaliza a la ciudad. Hay otro tipo de arte en la urbe que no es el de los grandes maestros.
Este trabajo se enfocó en las posibilidades y vías de una expresión más dinámica y en las fortunas de que el caos abra brechas para el arte o de que el arte abra rutas en el ciudadano común, para que se sienta de otra manera, no solamente en relación al arte, sino con respecto a la ciudad en que vive y a sí mismo.
En este texto vuelvo sobre esos desafectos que se van produciendo en el hombre urbano con el entorno, con el ruido y la agresión, que además se ha complejizado en nuestro caso por la polarización política.
Fíjate que durante 2010 realizamos el proyecto ¿Qué puede hacer el arte por la ciudad de Caracas? que menciono en el libro, y lo hicimos en todos los municipios excepto en el de Libertador, pero no porque no hiciéramos el intento. Los presentamos ante todos los entes y se hicieron las intervenciones de Sandra Vivas y de Ramsés Larzábal en Chacaíto, en Petare... en todas partes.
En el municipio Libertador pusieron trabas porque venía de la Alcaldía Metropolitana. Ese agregado de polarización ha montado un componente de odio al que ya existía, y de miedo. Hay un problema muy grave que estamos teniendo y es la pérdida del capital social.
Un país crece por el capital social. Tú confías en mí y yo confío en ti. Yo confío en que este edificio es seguro. Yo confío en que ahí hay un guardia, confío en que la gente va a respetar del mismo modo como yo respeto a la gente. Eso está fracturado.
--En el libro cuentas de manera muy especial la experiencia de Ramsés Larzábal a la salida del Metro y su intercambio con un grupo oficialista. Ese performance era magnífico por el tema de jugar en el subibaja y la disposición a lograr un equilibrio en lugar de un juego de poder.
--Pasaron cosas muy interesantes en esa experiencia. Yo no digo que eso sea una panacea universal, pero son elementos que agregan otras sustancias a un arte que ya no es de una sola manera. Si algo tiene este libro es la aceptación generalizada desde distintos modos verbales, diversas perspectivas y países, de que hoy el problema de la identidad no es un dilema pivote para el arte en América Latina. Dejó de serlo, y no porque no nos preocupen ciertos paralelos sino porque son ahora las multiplicidades y los muchos espacios posibles de presentación lo relevante. Es una marca maravillosa que asienta que somos de este tiempo, aquí y ahora, conscientes de esa zona de irresolubilidad absoluta pero capaces de gozar en los intersticios de soluciones parciales, de conexiones, posibilidades, aperturas, situaciones que al mismo tiempo que engranan se extienden, concentran y proyectan.
Hay una nueva conciencia de la fragmentación que me parece fundamental. He hecho exposiciones a partir de ese tema en el arte, un punto no trabajado a pesar de lo mucho que el arte lo usa, y a pesar de vivir en una época fragmentaria. Progresivamente se ha ido aceptando que la modernidad y la postmodernidad trabajan con lo fragmentario y no desde una aceptación resignada sino como un paso más, incluso con un goce a partir de allí.
--Ese es un foco especial porque hablas de ese flujo de cosas que entran y salen del ruido, del murmullo, del grito, de todo lo que esa ciudad en traslación y el arte en tránsito van construyendo, pero a mí a veces me preocupa ese caos. Porque el mundo global es tan multipolar, tan omnipresente y tan capaz de repetir con la velocidad del rayo lo que estás pensando, sintiendo, mirando... Es un aspecto delicadísimo para la producción creativa.
--Claro, es una gran responsabilidad para el artista y es parte de la madurez que exigen estos nuevos contextos.
Las mismas ciudades demandan esa madurez. La ciudad te hace saber que estás viviendo en el sitio donde al mismo tiempo que millones de personas están copulando por amor, están moviéndose miles de puñaladas que matan, pistolas que se activan, gente que muere por la velocidad... Es una simultaneidad absoluta y no naufragar psicológicamente allí es un reto, mucho más encontrar su lado de realidad sensorial y social para llegar al sitio estético, que es el arte.
--Por ello el artista tiene un compromiso crucial con el imaginario de hoy y con algo que subrayé cuando te refieres al tiempo de la obra. Esa mezcla especial de los tiempos en los que la obra sucede y los tiempos en los que repica hacia el afuera, un tiempo que debe mantenerse vivo, fundamental para el arte de cualquier época, porque debe suceder en todos los formatos: mural, estatuaria, bidimensional, performance...
--La relación con una obra siempre es en presente activo, y no sólo eso. Si tu vuelves a ver La Gioconda cada diez años ella vuelve a ser un presente activo y el que viene cinco minutos después de ti, encuentra su presente activo, y todas las personas que la han visitado en momentos disímiles también lo tienen. Parte del porqué una obra se convierte en obra maestra te lo da su dimensión de ser equidistante con ese mismo valor para varias generaciones. Pero el arte de la ciudad es como la música, tiene una duración, una frecuencia. En el caso de la ciudad la obra está sucediendo en un entorno que vibra. Tú vas a un museo y relativamente detienes el tiempo, lo conviertes en un instante indefinido en la medida de tu deseo. La dinámica urbana no te permite eso, es un arte que pasa al mismo tiempo que la ciudad.
--Pero todavía necesitamos en el país una cultura más sistemática de intervención urbana más allá del graffiti. Tu atisbo sobre el arte en este texto es muy esperanzador, muy vivo; reflexiones que frente a una ciudad desmayada, con fragilidades, divisiones, grietas institucionales y fundamentalismos terribles, nos habla de una obra que puede rescatar coyunturas, abrir puertas, solventar... ¿Tenemos una posibilidad?¿Cómo dibujaremos ese sitio? --¡Claro que tenemos una posibilidad! El punto es que existan los mecanismos que propicien esos pequeños lugares o que proyecten zonas más amplias, y que las instituciones apoyen a los creadores para que esa situación se fortalezca. Que se estudien aspectos de la ciudad, que puedan hacerse exposiciones para distritos periféricos, extender el conocimiento.
--Mi inquietud es la sensación de que estamos todos (artistas, creadores, investigadores) dando vueltas en círculo. Quiero decir, las pocas instituciones que están intentando abrir esas brechas las contamos con los dedos; estamos desprotegidos y a veces encapsulados sobre nosotros mismos.
--Son cosas muy graves las que han pasado. Nuestra capacidad de tolerancia, de producir vínculos y de comprensión va a ganar, pero con mucha tristeza y dolor.
Se han perdido lazos substanciales en el camino pero afortunadamente se construyen otros. Es cierto que cuando se cierra una puerta otras se abren y a veces esas puertas son mucho más interesantes que las clausuradas.
Las posibilidades de trabajo con las ciudades son infinitas. En América Latina hay grupos que propician esta relación donde el artista se vuelve un investigador que rescata, traduce, conecta aspectos. Allí no sólo entran las situaciones políticas, de género o denuncia, también está lo lúdico y la necesidad de bienestar en entornos complejos. Creo que es tarea de todos, de las nuevas generaciones y de las instituciones propiciar los nexos entre la ciudad y el arte contemporáneo. Trabajar en esa recuperación es la clave.
Fotografía: Raúl Romero.
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