jueves, 14 de junio de 2012

MEMO

EL NACIONAL - Jueves 14 de Junio de 2012     Opinión/8
ATresManos
Aponte Aponte y la inmoralidad
Miradas múltiples para el diálogo
EMIRO ROTUNDO PAÚL*

¿ Por qué las instituciones jurídicas, políticas y legislativas de un Estado que se proclama democrático y que fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz en la Constitución bolivariana de 1999 (artículo 1º) se niega obstinadamente a investigar las imputaciones que en calidad de confesión, más que de denuncia, ha hecho públicamente un ex fiscal militar y ex magistrado del máximo tribunal de la nación que ponen en tela de juicio la moralidad, la legalidad y la legitimidad del Gobierno, del Tribunal Supremo de Justicia, de la Fiscalía General de la nación, de la Contraloría General de la República y del Alto Mando de la Fuerza Armada Nacional? El Gobierno y los otros órganos del poder público no han refutado en forma convincente las acusaciones del ex magistrado, no han demostrado la falsedad de sus imputaciones, ni han desvirtuado con razones y pruebas contundentes el contenido acusador de su dramático mea culpa. Se han limitado a infamarlo y a descalificarlo, lo han tildado de pillo, traidor y vendido. Pero tales adjetivos no invalidan ni debilitan en nada las graves implicaciones que en relación con el desempeño de la función pública se derivan del testimonio de quien fuera por muchos años un fiel camarada y un decidido compañero de ruta.

Más bien, creo, las reafirman.

Porque, véase bien: ¿quién, sino un pillo, puede cometer felonías en cumplimiento de un papel compartido con otros funcionarios con anuencia de la jerarquía superior? ¿Quién, sino un traidor, puede exponer con tanto detalle los hechos dolosos cometidos en función de un fin político que contraviene el espíritu de la Constitución? ¿Quién, sino un vendido, puede cambiar o vender la información valiosa que posee en relación con esos hechos para salvar sus posesiones, su libertad y su vida? El Estado bolivariano no puede investigar ni éste, ni ninguno de los otros casos denunciados con anterioridad (los muertos del 11 de abril de 2002 y la renuncia del Presidente, Antonini Wilson y la maleta con los 800.000 dólares para la campaña presidencial de Cristina Kirchner, Geovanny Vásquez y el asesinato del fiscal Danilo Anderson, Walid Makled y las acusaciones de narcotráfico por parte de la cúpula militar, etc.) La razón es clara: una investigación imparcial de cualquiera de estos casos arrojaría un resultado devastador para el Gobierno. Pondría de manifiesto, sin ningún atenuante, el verdadero carácter del régimen: su implícita inmoralidad, su radical inconsistencia entre los valores que se proclaman y las acciones que se realizan, es suma, su consustancial falsedad.

La ideología del equipo gobernante conduce, sin remedio, al país por esos derroteros.

La corrupción, el populismo, el clientelismo, la manipulación de las conciencias, la utilización de los recursos del Estado para comprar fidelidades y votos, el irrespeto a la Constitución y las leyes, el atropello, la persecución, el engaño, la mentira, el acoso, la ofensa y otros vicios, eran males que se denunciaban y se combatían con ardor cuando se cometían (en grado mucho menor) en la llamada cuarta república, pero ahora, en la república bolivariana, esas prácticas son válidas porque tienden a un fin superior: la instauración del socialismo.

Si la historia reciente del mundo no estuviera plagada de casos similares que han fracasado estruendosamente, dando paso a sistemas renovados de justicia, libertad y moralidad, tendríamos serios motivos para sentirnos acongojados, pero la experiencia nos dice que no hay razón para ello, que más temprano que tarde las cosas cambiarán, y no para regresar al pasado, sino para escalar un nuevo escalón del progreso, de la justicia, de la paz y la tranquilidad. Que así sea.

*UCV Estimado amigo: La cultura de la corrupción está instalada muy hondo en los cromosomas de la sociedad.

Se parece mucho a la violencia delincuencial: una cosa es el manejo policial-judicial del asunto y otra mucho más apretada es superar las raíces psicosociológicas de la delincuencia crapulosa. Los bochornos a los que te refieres indican la magnitud de la tarea que está por delante.

R. Lanz

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