EL NACIONAL - Sábado 21 de Abril de 2012 Papel Literario/1
23 DE ABRIL, DÍA DEL IDIOMA ESPAÑOL
Víctor García de la Concha
"El idioma llegó tarde a la Red por culpa de la pobreza"
A este filólogo, graduado en Salamanca, lo escogió el destino para una tarea titánica: convertir la unidad de la lengua española en acción. En su gestión como Director de la Real Academia por doce años logró trabajar con todas las Academias de América Latina para unificar la ortografía, el diccionario y la gramática. Visitó Colombia para ofrecer la conferencia magistral en ocasión del Premio Simón Bolívar 2011
ENTREVISTA SERGIO DAHBAR
Por qué la Real Academia es considerada garante de la unidad de la lengua española? Uno de los servicios mayores que prestó la Real Academia Española a la lengua española fue, sin duda, cuando se produjo la independencia de las provincias ultramarinas, el nacimiento de las jóvenes repúblicas. Promovió el nacimiento en cada una de ellas de una academia correspondiente.
Ahí fue clave la figura de Andrés Bello.
No había consenso sobre esa decisión. Cuando se produce la independencia, no falta algún conato de independentismo lingüístico: Sarmiento, etcétera...
Y es la autoridad de Don Andrés Bello la que dice: bueno, pero qué tontería, la lengua es tan nuestra como de España, nosotros nos levantamos frente a los malos gobiernos de España, pero no nos levantamos frente a la lengua. Eso frena el intento de crear una Academia Americana de la Lengua Española y se comienza a fundar una por país. La primera fue la colombiana, de la que se cumplen ahora 140 años, y después ya fueron naciendo a lo largo del tiempo, esto hasta comienzos del siglo XX en que ya quedaron abiertas todas las academias.
En todas las épocas de la historia ha habido una lengua franca, de intercambios comerciales y más tarde intercambios industriales.
Primero lo fue el francés, antes, quizás el italiano, y en primer lugar, el latín. Ahora es la lengua inglesa
Pero las Academias no garantizaban la unidad de la lengua. Hace doce años, trece años, todos cobramos conciencia de que había que potenciar la unidad en la acción. No la unidad en la enunciación, no la unidad en la profesión de fe, sino la unidad en la acción.
Una misión que estuvo a su cargo. Bueno, ese es el papel que me tocó a mí. Pero me tocó porque me tocó. Quiero decir: no es que yo fuera entonces un americanista fervoroso, no, no.
Es que yo ingresé a la Academia en el año 92 y el secretario que había entonces se enfermó. Y dijeron: pues, ¿secretario quién?, pues el último que ha llegado, ¿no?
Pero había un interés de la nación... Veamos. Me llamaron de la casa del Rey, fui allí y lo primero que me dijo fue: yo quiero que te dediques a América para que eso de la unidad sea verdad, sea real, y se hagan cosas juntos, y tienes que ir allí, viajar, yo te ayudaré. Efectivamente lo hizo así y fui el primer director que visitó todas las academias y me di cuenta de que en todas había ese mismo deseo latente de hacer cosas.
¿Cómo se pasó a la acción? Se desarrollaron los tres grandes códigos: el diccionario, la gramática, y la ortografía.
Tres obras que no las produce la Academia Española, sino que es el producto del trabajo sostenido de todas las academias.
Persistía en América Latina la idea de que las academias se veían alejadas de la realidad y del habla de la gente común. Las academias ejercen una función notarial, que es certificar aquello que dice el pueblo. Las academias no hacen propuestas que nacen de ellas.
Las academias lo que hacen es auscultar el habla del pueblo y presentarla, digamos, organizada, normativizada. Pero la norma la hace el pueblo. Es el pueblo el que dice: "Uy, qué grosería", "ay, qué, vulgar", "qué cosa más cursi"... ¿Sí? Y eso es lo que la academia recoge. No es la academia la que dice: esto es vulgar.
Existen otros productos que son el trabajo de las academias de la lengua. Por ejemplo, un Atlas del idioma español , que ha publicado Ariel y Telefónica. Claro. Telefónica ha desarrollado un estudio del valor económico del español, y de la calidad del español en la Red, entre otras investigaciones que tienen como apoyo a las Academias.
Ese estudio es bueno, vindicativo. Realmente la presencia del español en la Red ha crecido en los últimos años exponencialmente. Lo que ocurre es que nosotros llegamos tarde a la Red y llegamos tarde por una sola razón: la pobreza. Es decir, en los pueblos, en las aldeas, en los barrios, allí no había Internet. Había televisión pero había poca.
¿Y cómo hacer para que el español se convierta en referencia? No basta con el estudio del idioma, hace falta que cobre relevancia y significación. Vamos a ver: en todas las épocas de la historia ha habido una lengua franca, de intercambios comerciales y más tarde intercambios industriales. Y eso ha sido así. Primero lo fue el francés, antes, quizás el italiano, y en primer lugar, el latín. Evidentemente ahora es la lengua inglesa y eso tiene muy difícil cambio. La regulación aérea no va a cambiarse por decreto, los pilotos con la torre de control tienen que entenderse en una lengua y esa lengua es el inglés.
Las academias ejercen una función notarial, que es certifi car aquello que dice el pueblo. Las academias no hacen propuestas que nacen de ellas
Pero una cosa es que lo sea, digamos, como lengua de acuerdo, y otra cosa es que haya un ancho campo de traducciones y de consideración... A medida que sectorialmente se vayan ocupando espacios en esto, pues la presencia será mayor. Y a medida que el número de hablantes que entran desde Twitter, Facebook, y todos los que vayan naciendo, se va a deducir una presencia más especificada y eventualmente más cualitativa.
Más por la necesidad que por la obligación. Naturalmente, por la necesidad de comunicarse y entenderse y con una comunicación fácil.
Ahora que no es Director de la Real Academia de la Lengua sigue cerca de la institución. Ahora soy director honorario.
Nuestros estatutos prevén dos mandatos de cuatro años y cuando yo terminé el segundo mandato, la Academia cambió los estatutos porque estábamos con las manos en la masa de la gramática y se dieron cuenta de que en ese momento cambiar el timonel iba a ser un problema. Por esa razón tuve excepcionalmente un tercer mandato: fui doce años director, que ya estuvo bien. En ese tiempo sacrifiqué mucho el trabajo personal. Yo soy catedrático de la Universidad de Salamanca, emérito ahora porque ya me jubilé, por la edad, pero yo he publicado mucho y me gusta mucho escribir, investigar.
Todo filólogo esconde a un escritor. No lo sé. Filólogo, sí, tuve primero formación teológica, en Roma, pero eso es una etapa previa que cerré, aunque quiero decir que me vino bien porque todo es provecho, toda ciencia es provecho, ¿no? Bueno, como director era difícil poder continuar la labor de investigación y quedó frenada, pero ahora la he retomado. Estoy escribiendo una historia de la Academia para el tercer centenario, que es en 2013, y estoy muy emocionado porque tenemos una historia que hizo Alonso Zamora Vicente, pero que no es propiamente una historia, es una recopilación de datos: los edificios, los académicos, las publicaciones. A mí me ha tocado contar la historia y sus anécdotas ejemplares.
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