Ley del Trabajo y revolución
Luis Barragán
El
proceso político que vivimos por más de una década, y no otro
sobrevenido a propósito de las dolencias presidenciales que digan –
ahora - radicalizarlo, es el que contextualiza la intención de renovar
las relaciones de trabajo en Venezuela. El socialismo rentístico, la
otra cara de nuestras bonanzas (añadido el sistemático endeudamiento
público), no permitirá innovación alguna en el particular campo del
derecho del trabajo, a menos que aceptemos como tales los eufemismos
sociologizantes que esconden una clara perspectiva de la seguridad y
defensa que se traduce, en última instancia, en las angustiosas tareas
de preservación del poder.
Curiosidad aparte, la de
presumir el debate en torno a un proyecto que demasiados pocos conocen,
el borrador que subrepticiamente circula no reporta ninguna novedad
respecto al salario o el despido, concebidos como cuota de la riqueza
nacional a distribuir justamente o suspensión de un hecho social, a modo
de ejemplo. La generosa abstracción enmascara el monopolio que
ejercerá el Estado, el único patrón a la vista aunque diga no
reconocerse como tal, siendo el más igual de todos los trabajadores
iguales, sumada la excesiva dependencia con los precios que pueda
alcanzar el petróleo en los mercados internacionales – sencillamente -
para financiarlos.
Los trabajadores tendrán que
garantizar nuestra independencia política y soberanía económica,
responsabilizándolos de la producción agropecuaria que las políticas
oficiales ha pedevalizado, mientras la llamada “administración del
proceso social del trabajo” adquirirá dimensiones tales que sólo la
soportarán las armas. Rápida conclusión, a sabiendas de la doctrina
jurídica y de la propia técnica legislativa del chavezato, capaces de
mezclar y contaminar las más disímiles materias, los objetivos
primordiales a alcanzar se resumen en la militarización efectiva del
trabajo en Venezuela y el financiamiento del gasto ordinario de un
gobierno – comprobado está – improvisado y despilfarrador.
De
trastocar profundamente las relaciones de trabajo, si fuere el caso, la
crisis tendría consecuencias impredecibles debido a la quiebra de la
producción nacional que ha elevado las importaciones en más de 700% en
los últimos años, la galopante desindustrialización que nos aqueja, y –
convengamos – la dislocación de los sectores sociales que constituyen el
eje del régimen. El inédito capitalismo financiero que realizamos,
favorecidos deslealmente unos pocos frente a otros competidores que
claman por una más desinteresada apertura que los ponga en solfa con
aquellos llamados a la exitosa exportación, según el texto soterrado que
también se presta a una flexibilidad caprichosa, promete una
dislocación que inexorablemente golpeará a los actuales grupos de poder
de alianzas ya inciertas, por las aludidas dolencias.
De
modo que, suponemos, el Proyecto de Ley Orgánica Socialista del Trabajo
o Ley del Proceso Social del Trabajo, escapando aquél de la
habilitación legislativa que puede caricaturizar a éste, tendrá una
superior vocación por la estridencia que por la venturosa refundación de
las relaciones de trabajo, sobre las cuales no hay ni habrá teoría
revolucionaria que la avale. Al parecer, el fenómeno está inscrito en
nuestro historial republicano, de acuerdo a lo señalado por Robert Paul
Matheus: "Los ataques contra la propiedad, visto por conservadores como
prueba de una revolución social, de hecho no eran más que una acción
política contra una minoría de privilegiados. Los ricos eran asediados,
no tanto por la posición dominante que ocupaban en la sociedad, sino por
su filiación política" (*).
Colegimos que, gracias a
la dramática coyuntura decretada por las inocultables como irremediables
pugnas intestinas del oficialismo, la legislación laboral apuntará – en
todo caso - al reacomodo de las fuerzas y corrientes que se benefician
del Estado Rentista. Empero, ausente un mínimo y deseable control
político, muy quizá todo se vaya de las manos.
(*)
"Violencia rural en Venezuela, 1840-1858: antecedentes socio-económicos
de la Guerra Federal", Monte Avila Editores, Caracas, 1977: 113.
Fuente:
EL SOL DE MARGARITA, Porlamar, 24 de Abril de 2012
Fotografía: Juan Pablo Garza (El Nacional, Caracas, 08 de Junio de 2009)
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