jueves, 12 de abril de 2012

VAYA JONRÓN DE APA ' TRÁS


EL UNIVERSAL, Caracas, jueves 12 de abril de 2012 03:49 PM
Oswaldo Guillén, deporte y política
WILFREDO FRANCO

A ningún deportista se le puede desear que viva la experiencia de ser puesto en la picota pública, por haber hecho unas declaraciones que cayeron en un terreno político super sensible y explosivo, como ha sido el caso reciente de Ozzie Guillén, admirado y querido icono del mundo del beisbol.

Guillén dijo algo que sería entendido siempre como una blasfemia por la comunidad cubana en el exilio, no importa quien lo diga. Y entiendo muy bien el porqué de ello. Hace un par de años, en una cena con un grupo de la Universidad de North Texas en Dallas, a mi lado quedó el Decano de la Facultad de Ingeniería, un profesor de casi 70 años, aun activo, experto en electrónica y de larga y reconocida carrera de docente e investigador. Al notar mi acento me preguntó si hablaba español y de inmediato cambiamos de idioma. Jamás vi una mirada más profundamente triste cuando me contó que salió de Cuba a los 19 años, luego que a sus padres, ingenieros agrónomos, les fueron confiscadas su casa y su finca de larga tradición familiar, y jamás pudo nunca pisar nuevamente su patria, ni visitar a la familia y amistades en su terruño. Viendo su cabello muy blanco, no pude sino sentirme conmovido ante toda una larga vida de separación forzosa de sus raíces, de su entorno humano original, luego de la tragedia del despojo de los bienes familiares y del exilio. Centenares de miles de cubanos sufrieron lo mismo o peor, incluso muchos perdieron a sus familiares en el paredón de fusilamiento o en los naufragios en alta mar. Y muchos otros sufren actualmente persecución y cárcel por disentir de la manera de gobernar de la dictadura castrista. Y más aun, 12 millones de cubanos sufren de carencias de todo tipo y pobreza crónica, debido a un sistema castrador de iniciativas de prosperar y crecer como persona, trabajador o profesional. En ese mar de dolor profundo, heridas incurables, impotencia e indignación, cayeron las palabras de Guillén.

Y Guillén también lo entendió, casi que inmediatamente después que lo dijo, y terminó arrepintiéndose sinceramente y pidiendo perdón a la comunidad latina y, especialmente cubana, en una rueda de prensa el pasado 10 de abril. En esa rueda de prensa el ambiente parecía el de una ejecución y algunas preguntas fueron verdaderamente inquisitorias. Si lo que se pretendía era castigar al infractor, el objetivo se logró con creces. Guillén se portó y respondió como un latino, conmovedora y sinceramente emocionado y arrepentido de lo que él, la directiva del equipo y la comunidad latina consideraron había sido un involuntario pero grave error. Finalizó asumiendo el compromiso de hacer todo lo posible por superar el incidente y sus consecuencias y no volver a opinar sobre política. Aunque en esa rueda de prensa afirmó algo que tiene mucha significación para los venezolanos: Hugo Chávez le está ocasionando a Venezuela el mismo daño que Fidel le ha hecho a Cuba.

Que un icono del deporte, famoso por su inteligencia y su sinceridad, tenga esa opinión de la gestión del gobierno actual es importante y debe tener impacto en los venezolanos con miras a las elecciones del 07 de octubre, oportunidad para el cambio democrático de gobierno en el país. Una medida soberana, urgente y necesaria, para detener la ruta cubana de sometimiento y pobreza, y de despilfarro y corrupción, en que nos han embarcado por ya largos 14 años.

Por su parte, la sociedad deportiva de Estados Unidos, fiel a su alto espíritu de justicia, sabrá apreciar el valor de dar la cara con honestidad y arrepentimiento sincero. Estoy seguro, que las heridas removidas por el comentario cicatrizarán y en breve lapso se restablecerá la admiración, cariño y respeto bien merecidos por el deportista Ozzie Guillén.

Ozzie Guillén y la tiranofilia latinoamericana
abril 10, 2012 / Ibsen Martínez / General /

Guillén admira a Fidel Castro, sí, pero ni más ni menos que las empingorotadas señoronas de la high society caraqueña cuando, en 1989, se desmoñaban por estrechar la mano del Comandante, invitado estrella a la coronación de Carlos Andrés Pérez.

Hace pocos días, Oswaldo Guillén, timonel profesional de equipos de béisbol en Grandes Ligas, declaró su amor y admiración por Fidel Castro.

“¿Quieres saber porqué?”- ofreció, explicativo -, “porque durante todos estos años mucha gente ha intentado matarlo pero el [&%&·$)/()¿?] todavía está ahí”.

Como la entrevista fue concedida en el áspero inglés de gente ruda que se habla al sur de Chicago, donde está el parque de los Medias Blancas, antiguo equipo de Ozzie, debemos suponer que el pudibundo corchete relleno de arañitas que inserta la prensa gringa en la transcripción quiere decir algo así como “moderfocker” , equivalente a nuestro enfático “coñoe’sumadre”.

Que se sepa, el manejador venezolano que, al momento de formular sus declaraciones y hasta nuevo aviso, es el manejador de los “Marlins de Miami”, no aportó otras razones para su admiración. Sólo esa: el Comandante Moderfocker sigue allí, a pesar de más de seiscientos intentos de magnicidio, reales o imaginados por el G2 cubano. Sólo eso, el superlativo récord de sobrevivencia y su correlato, el de ininterumpida permanencia en el poder, es lo que lleva a Ozzie a afirmar “ amo a Fidel”.

La fanaticada de los Marlins, en su gran mayoría cubanos en el exilio y cubanos de origen estadounidense, ha puesto el grito en el cielo y ahora alienta un boicot al equipo floridano que no cesará hasta que despidan al réprobo. La gerencia general del equipo se ha “desmarcado”, como suele decirse, con una declaración de prensa que inequívocamente censura las opiniones del antiguo shortstop de los Media Blancas y de los Orioles de Baltimore. Se ha afirmado insistentemente que Ozzie , el hablachento Ozzie, el desenfadado Ozzie que siempre contaba con la absolución luego de cada uno de sus provocadores despropósitos, se ha quedado al fin sin trabajo en la Gran Carpa.

De súbito, el cielo de la Florida se ha vuelto de concreto armado antes de caerle encima a Ozzie mientras todo el mundo, urbi et interneti, como diría mi entrañable amigo Ricardo Bada, piensa que el venezolano merece al menos ser sumergido a la fuerza en un barril de brea y emplumado hasta la gorra antes de desterrarlo para siempre de Miami. Mientras escribo esta bagatela, sin embargo, llega la noticia de que la alta gerencia de los Marlins ha suspendido al lenguaraz por solamente cinco partidos. Y, casi inmediatamente, comienza una rueda de prensa televisada en la que Ozzie toma para sí el de un Heberto Padilla forzado a “autocriticarse” ante la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

A despecho de su rueda de prensa, me late que el hoy “arrepentido” Ozzie sigue creyendo que Fidel es digno de admiración porque ha estado allí contra viento y marea y “no se ha dejado tumbar”, pero, ¡cuidado!, eso mismo creen millones de latinoamericanos. Digo “creen” y no “piensan” porque, tal como dejó dicho el gran Juan de Mairena, bajo lo que se piensa está lo que se cree.

La tiranofilia es la disposició a condonar de antemano todas las arbitrariedades de un déspota en la creencia de que la sujeción a poderes independientes del Poder Ejecutivo no es más que un estorbo para el iluminado que nos tiraniza y a quien “hay que dejar trabajar”. La permanencia en el poder absoluto es acaso el supremo valor en nuestras sociedades, acostumbradas a abdicar de sus responsabilidades otorgándole a un iluminado imprescindible la potestad de tiranizar. Ella ha avivado en todo tiempo el argumento en pro de la reeeleción.

En Venezuela, pese a ser una democracia desde 1958 , ha sido frecuente gobernar con poderes especiales, los hechos, por completo dictatoriales, durante casi la totalidad de los períodos presidenciales. Gobernó así Rómulo Betancourt, so pretexto de derrotar la nsurgencia guerrillera. Igual hizo Carlos Andrés Pérez, en su primer período, para afrontar mejor las turbulencias del boom petrolero del 73. Y lo ha hecho Chávez durante catorce años, sin “burguesas” rémoras leguleyas que entorpezcan sus salvadores designios. Y ni hablemos de la primera mitad del siglo pasado, y mucho menos del siglo de Bolivar, aquel incomprendido, beneficiario perpetuo de poderes dictatoriales invariablemente extorsionados al Legislativo cada vez que se le trancaba el serrucho.

De modo que, concedido: Guillén es insincero en su retractación porque, siendo latinoamericano, en el fondo de su corazón – en el corazón de su corazón, según dice la locución gringa- admira a Fidel Castro, sí, pero ni más mas menos que lo admiraban las empingorotadas señoronas de la high society caraqueña cuando, en 1989, se desmoñaban por estrechar la mano de Fidel, invitado estrella a la coronación de Carlos Andrés Pérez. Y por las mismas razones: “ No se le puede quitar que es un hombre de una gran personalidad. ¡Cuántos presidentes no ha visto pasar por la Casa Blanca y él sigue estando allí, convencido de su vaina”.

Por todo lo que sabemos, la mitad de nuestros compatriotas apoya los usos de Chávez, mientras que un gran contingente del bando opositor considera, ¡todavia hoy!, que los políticos, al fin los oficiantes del juego democrático, deberían hervir todos en las pailas del infierno.

Y añoran un Chávez de signo contrario.

Fuente: http://ibsenmartinez.com/archives/1690

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