martes, 17 de abril de 2012

ENTRE EL PRESENTE Y EL FUTURO


EL NACIONAL, Caracas, 09 de Enero de 2001
Sanoja Hernández en los últimos días del presente
Por: Joaquín Pérez-Ordaz R.

Llegando al país, en días pasados, uno de los sobrinos mayores vino a conocer a mi nuevo (y único) nieto. Me sorprendió que un aventajado ingeniero de sistemas que antes quiso ser sucesivamente bombero, militar y antropólogo, casado con una poeta mexicana que dejó la veterinaria por las ciencias actuariales, se interesara por conocer mi opinión sobre los mejores columnistas del país. Y ante su pregunta, surgió Jesús Sanoja Hernández encabezando a los diez más destacados.

Recuerdo que conocí al periodísta una tarde de 1970, cuando regresé provisionalmente al país, en algo interesado por la convención juvenil copeyana. Nos acercamos a Cantaclaro para defender, junto a dos o tres compañeros, las tesis del ¡socialismo comunitario!, pues, surgieron algunos comentarios desfavorables en Tribuna Popular y, además, nos pareció confusa y timorata la entrevista realizada a un candidato llevado de la mano por un líder de los verdes.

Dispensó una amable atención a nuestros argumentos. Tomó el lápiz y garabateó un papel ajado, remitidos luego a la jefatura de redacción. No formábamos la nómina de los más conocidos, quizás engreídos por colocar una que otra nota a pié de página en nuestra atrevida (y prolífica) documentación: “siempre ponemos el ojo a lo aparentemente anónimo”, más o menos nos dijo al despedirse.

Años después, lo interceptamos en el bautizo de un libro y compartió unos comentarios sobre la segunda presidencia de Pérez. Se dice un “cronista menor”, aún cuando conoce al dedillo los detalles de una historia que no termina , confiriéndole expresa o tácitamente una interpretación que habla de un testimonio moral y de perseverancia poco frecuente en la Venezuela que transcurre.

Su obra es el mejor ejemplo. Una inmensa dosis de responsabilidad le puso, en el ¿pasado? proceso constituyente al fijar una posición seria y firme, con el sí y con el no que bien sabrán valorar los investigadores del futuro.

Nos disgustó mucho el prólogo inmerecido que le hizo al breviario masista (o masistoide) de Pastor Heydra, pero le dio la gana de hacerlo. Y eso vale.

Cuenta con un estilo impecable y, a menos que los transcriptores hagan de las suyas, difícilmente puede pescársele un gazapo. Ha sido un maestro en el empleo de los pseudónimos, presuntamente abandonado un recurso antaño creador, útil y legítimo.

Le enseñé a mi sobrino la fotografía “escaneada” de Sanoja, con quien –por cierto- no me une relación alguna de amistad, tomada por Manuel Sardá. Del promontorio gigantesco de libros y papeles, desbordados en la mesa y en los estantes, surge la figura del periodista en guayabera, impidiendo que las gafas atajen la mirada del sacerdote sorprendido en la intimidad de su intacta devoción.

Ojalá haya casa editorial dispuesta a recoger, desde ya, toda su obra. La preferimos privada, pues, la pública generalmente está ocupada en las antologías poéticas de los prohombres del régimen e, incluso, en la colección de sendos discursos parlamentarios de oposición, una soberbia contradicción moral de sus autores jamás sometidos al concurso con otros venezolanos que esperan la gracia de la publicación.

Está el bosque de las celebridades inocuas. Y también el espeso río de aquellos que nos permiten interpretar estos últimos días del presente, arengados por la modestia.

Un compendio de todos sus trabajos, adecuadamente ilustrados, será esperado por mi nieto para conocer y sentir el largo e intenso itinerario del país que le corresponderá. Al otro Joaquín le remitiré poco a poco, a Guadalajara, los tomos para complementar el que electrónicamente ha armado: Sanoja hablará en los primeros días del futuro.

Fotografía: Manuel Sardá

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