domingo, 22 de abril de 2012

LA CACERÍA DEL PATIO (1)

EL NACIONAL - Domingo 22 de Abril de 2012     Opinión/10
Dejarse penetrar
MILAGROS SOCORRO

Hace unos días el canciller Nicolás Maduro quiso provocar a Henrique Capriles Radonski refiriéndose a él con el epíteto de "mariconsón". Como es su costumbre, el candidato de la Unidad Democrática ni se sintió aludido ni se distrajo de su campaña, con lo que el antiguo conductor de autobuses quedó solo, lanzando puñetazos a su sombra. Pero el asunto no paró allí. Una parte del país tomó nota del hecho de que el léxico de Maduro ha sido penetrado por el ocupante cubano, que es quien usa la palabra "mariconsón", ausente en el dialecto de Venezuela donde el machismo tiene su propia jerga.

Al echar mano de un término completamente ajeno al habla local, Nicolás Maduro ofreció una demostración patética de la dependencia del régimen chavista frente a Cuba y del grado de sumisión de los funcionarios venezolanos a las instrucciones de La Habana. Una entrega tan absoluta y acrítica que es comparable a la rendición erótica. Pero este no es el punto. Podríamos dedicar decenas de párrafos a la pasión de Chávez hacia Castro; podríamos detenernos en aquella velada de agosto de 2006, cuando el tirano cumplió 80 años y su adorador corrió a verlo con regalos y requiebros en el hospital donde a la sazón se reponía de un patatús. "Fidel esperó a Chávez en el lecho", cotilleó el Granma, órgano de prensa oficial. Y se incluía una foto donde aparecían los dos comandantes uniendo sus manos en el mango de la daga de Bolívar, de tal guisa que parecían una pareja del mismo género en trance de contemplar un falo. "Esta es la mejor de todas las visitas que he hecho en mi vida", diría Chávez.

"¿Qué ser humano es este? ¿De qué material está hecho?".Pero dejemos esto para la llamada prensa del corazón. Nuestra perspectiva es otra.

En la citada intervención, Nicolás Maduro se refirió a la entrada de Capriles Radonski en la embajada de Cuba en Caracas, en abril de 2002. Y estableció que una acción de esa naturaleza "ni siquiera se atrevió a hacerlo la derecha en Chile" (tras el golpe de Estado de Pinochet en 1973). Naturalmente, Maduro no tiene idea de lo que ocurrió en Chile ni entonces ni nunca. Es evidente que está repitiendo un comentario de Fidel Castro, con lo que se hace visible que no sólo se deja penetrar en el lenguaje sino también en la apreciación de los hechos.

Si Maduro tuviera la más mínima noción de lo que está diciendo, sabría que cuando Fidel Castro quiere expresar su desprecio por los izquierdistas que llegan al poder por vía distinta a la lucha armada, los tacha de homosexuales. Su blasón es haber tomado el poder en Cuba por las armas y no por ningún otro procedimiento institucional. Todo aquel que conciba una vía distinta a la del castrismo es acusado de cobarde, de "falta de cojones", como mil veces echaron en cara a los comunistas chilenos porque la Unidad Popular accedió a la Presidencia de Chile con votos y porque luego no fueron capaces de impedir el golpe de Estado ni de derrocar a Pinochet, aún con la cuantiosa ayuda, en financiamiento, armas y efectivos, que recibieron de la isla para ese fin.

Castro se cansó de humillar a Allende, a quien despreciaba por considerarlo un político burgués, un civil de centroizquierda. Y tuvo una intervención tan flagrante en su gobierno que, invitado por Allende para una estancia de una semana, se quedó un mes en el que intrigó a sus anchas y enredó más un estado de cosas ya de por sí complejas. ¿Por qué pensar que la idea que Castro tiene de Chávez, fracasado en la opción armada, sería distinta a la que tenía de Allende? Ignora también Maduro que a la hora del golpe de Pinochet no solo la derecha se abstuvo de irrumpir en la sede diplomática de Cuba, sino que la dirigencia de la UP, que había vociferado que si los sacaban del gobierno incendiarían el país, huyó sin resistir. Por eso, tal como recuerda Roberto Ampuero, en su novela autobiográfica Nuestros años verde oliva, hay una frase denigrante que los chilenos tuvieron que calarse con mucha frecuencia en esa época: "Les faltó un Fidel y les faltaron cojones". Ya se sabe quién era el autor del sonsonete.

Para el machismo-leninismo, las elecciones, la prensa libre, la separación de poderes, en suma, la democracia, son veleidades de efebos. Para esta mentalidad, es de varones, por ejemplo, rodearse de generales conocidos en el mundo como los zares de la droga


Ilustración: Ugo, para el artículo de Mario Vargas LLosa (El Nacional, Caracas, 15/04/12)


EL NACIONAL - Domingo 22 de Abril de 2012     Siete Días/7
Los autoritarios los prefieren machos
TULIO HERNÁNDEZ

Algo quedó claro la semana pasada.

Quedó claro que el ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno rojo, es decir, el canciller de Venezuela, un funcionario de apellido Maduro, siente una gran repulsión por los homosexuales. Y no la oculta.

Para decirlo en venezolano, a Maduro los gays le sacan la piedra. Le parecen de lo peorcito. Tan es así que para descalificar en público al candidato presidencial de la Unidad Democrática no encontró mejor recurso que decirle "mariconsón".

Maduro no aplicó ninguno de los adjetivos ya clásicos del manual de escupitajos chavistas. No le dijo agente de la CIA, apátrida, oligarca, lacayo del imperio, explotador, derechista, vendepatria, consumista, burgués, grandísimo hijo de. Ninguno de esos. No utilizó el catálogo oficial. El canciller se fue por su vía propia y le dijo "mariconsón".

Y, como si fueran sinónimos, agregó "fascista". "Fascista mariconsón". "Eres un candidato presidencial fascista y mariconsón", le dijo. Olvidó este canciller que fascista, o nazi, son términos que históricamente no pueden ir juntos con mariconsón, porque si algunos modelos políticos ­además del comunismo cubano­ se ensañaron severamente contra la condición homosexual fueron los engendros de Hitler en Alemania y de Mussolini en Italia.

Lo dijo Hitler claramente: ni un judío ni un comunista ni un homosexual son personas.

Claro, es muy posible que el canciller Maduro ­un hombre de bigotes largos e ideas cortas, que debe haber pasado mucho tiempo dedicado a la "revolución"­ no haya visto nunca Una giornata particolare, el film de Ettore Scola, magistralmente escenificado por Sophia Loren y Marcello Mastroianni, en el que se hace más que evidente la persecución nazi-fascista contra la condición homosexual.

Tampoco creo que haya visto Antes de que anochezca, la película en la que actúa Javier Bardem, que cuenta la desproporcionada persecución que vivió, a manos del régimen de Fidel, el escritor cubano Reinaldo Arenas por su condición homosexual antes de suicidarse. La misma que con menos visibilidad había padecido, en la década de los setenta, ese hombre tan humilde como grande en calidad literaria llamado Virgilio Piñera, el autor de Cuentos fríos.

No debemos olvidar en este análisis que la condición homosexual no es fácil de digerir por las personas. Que, efectivamente, su presencia no siempre es grata ni bien recibida de manera automática por la familia o la comunidad a la que se pertenece. Pero tampoco podemos soslayar que uno de los grandes avances de la humanidad está asociado con el respeto a la diversidad, ya sea religiosa, ideológica o de preferencias sexuales. Y que entre los logros de las sociedades más avanzadas está el reconocimiento, incluso legal, a la opción sexual que elija cada quien.

En ese contexto, quiero diferenciar la reacción de una persona común a la de un gobernante. Un gobernante es alguien que encarna a toda la comunidad y, por tanto, debe respetar las opciones diversas de la colectividad que representa. No comparto la tesis ­en el fondo homofóbica­ de quienes sostienen que quien condena a los homosexuales tiene uno reprimido en su clóset. Los autoritarismos ­ya sean comunismo, nazismo, franquismo o chavismo­ detestan a los homosexuales, no porque sus dirigentes estén en el clóset, sino porque su presencia les recuerda que los seres humanos somos diversos y no ovejas. Y esas dos cosas, la diversidad y la diferencia, son la peor amenaza a los regímenes políticos que les encanta ver a multitudes uniformadas. Unas de rojo, otras de negro.

Lo de Maduro no es un caso aislado. Hace meses, en esta misma columna reseñamos una frase del vicepresidente Jaua, designado por el jefe único para ser candidato a gobernador en Miranda. El candidato Jaua declaró: "Miranda se merece un gobernador que tenga muchos hijos". Y el autor de estas líneas, impactado, escribió: "Mire usted, se puede ser al mismo tiempo franquista y chavista". Maduro es el mejor ejemplo. Ojalá y los herederos del generalísimo le manden, en gesto de apoyo, uno de esos manuales de educación familiar que promovían las reglas del peor conservadurismo católico. Se les parece.


Ilustración: Fernando Vicente, para el artículo de Mario Vargas LLosa (El País, Madrid, 04/04/12)



NOTA LB:

Tema difícil y complejo. No obstante, quienes ejercen del poder deben cuidar muchísimo al respecto. No hay evidencia que ocurra en Venezuela...Por lo demás, las ilustraciones sobre el texto de Vargas LLosa resultan interesantes por el contraste de estilo y de interpretación.

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