sábado, 14 de abril de 2012

ESCATOLOGÍA URBANA




EL NACIONAL - Sábado 14 de Abril de 2012 Papel Literario/1
El Panteón Nacional:la gloria no tiene dimensiones
El Panteón tiene un decreto de Monumento Histórico Nacional desde hace 136 años, ¿quién autorizó lo que se está haciendo?
GRAZIANO GASPARINI

El Panteón Nacional fue originalmente la iglesia de la Santísima Trinidad, construida por Juan Domingo Infante y consagrada en 1783.

Quedó muy dañada a raíz del terremoto de 1812 y fue reconstruida por el ingeniero Solano con una nueva fachada neogótica, estilo arquitectónico que a finales del siglo XIX era muy apreciado (Palacio de las Academias, Iglesia de la Santa Capilla, etcétera).

El 27 de marzo de 1874 --por decreto del presidente Antonio Guzmán Blanco-- se convierte en Panteón Nacional y desde el 28 de octubre de 1876 en ese edificio descansan los restos del Libertador. Durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, en 1930, el Panteón nuevamente fue modificado y perdió su fachada neogótica, que fue reemplazada por el proyecto del arquitecto catalán Rafael Mujica Millán. Una obra muy digna, sobria y adecuada que desde hace ochenta años conocemos todos los venezolanos y que ya pertenece a la memoria urbana.

Las modificaciones estilísticas se concentraron principalmente en la fachada y alteraron muy poco el valor espacial interior de la primitiva iglesia de la Santísima Trinidad con sus tres naves, esquema muy repetido en la arquitectura colonial venezolana. Hubo cambios, no sustanciales, con el fin de adaptarla a la nueva solemnidad de honrar a los héroes de la patria. Se levantaron monumentos laterales; el techo de la nave principal fue decorado con pinturas conmemorativas y se colocó el sarcófago de Bolívar en el sitio de honor: el del altar mayor. En el muro testero nada de retablo sino el monumento a Bolívar, obra del escultor Tenerani, nacido en Carrara (Italia) en 1789.

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Ahora en 2012 se están realizando nuevos trabajos de envergadura en el Panteón que, por sus dimensiones, han llamado la atención y la curiosidad de arquitectos, comunicadores sociales, académicos, estudiantes y público en general. Esta vez, en lugar de intervenir la fachada, se está añadiendo una enorme estructura metálica en el testero de la iglesia, donde estaba el presbiterio y el monumento a Bolívar de Tenerani.

El proyecto de los arquitectos Pou es un secreto y de su aspecto final no se ha suministrado ninguna noticia. Sólo por la persistencia de algún periodista se ha logrado publicar algo, pero es de difícil entendimiento para el público en general. He logrado conocer los aspectos exteriores de la obra por Internet y, aunque no están completos, tengo una idea bastante clara de la propuesta arquitectónica.

La obra, actualmente en desarrollo, no debería ser un secreto para la comunidad. No se trata de algo insignificante o insubstancial, sino de una intervención tan importante que afecta los sentimientos y acepción de toda una nación.

El secreto encubre el egotismo.

Es lo opuesto de altruismo, de querer compartir, de consultar y de participar. El secreto es autosuficiencia, es hacer lo que me da la gana porque soy guapo y apoyado. Este proceder me hizo reflexionar y algunas de las consideraciones quiero plantearlas a continuación.

1. En primer lugar, me pregunto: ¿había necesidad de emprender una nueva modificación del Panteón? Puesto que se consideró como intocable la fachada de Mujica, ¿por qué alterar el espacio interior para transformarlo en un pasillo de acceso a la nueva agregación? El Panteón tiene un decreto de Monumento Histórico Nacional desde hace 136 años, ¿quién autorizó lo que se está haciendo? ¡Secreto! ¿Por qué añadir un nuevo cuerpo de dimensiones enormes para colocar el sarcófago de Bolívar? ¿Acaso un ambiente más grande engrandece la gloria del Libertador? ¿Acaso la nueva solución aumentará la devoción que todo venezolano expresa para con el Libertador? Lo dudo. Lo que Bolívar representa y significa no necesita de exuberancias monumentales. ¡Su legado es el más grande de los monumentos!

2. ¿Por qué no se convocó a un concurso entre los arquitectos de los cinco países bolivarianos? Sobran los buenos profesionales en Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia que con entusiasmo hubieran participado y, además, se habría despertado un gran interés internacional. En cambio, se actuó como si esto fuera un secreto de Estado.

3. Cuanto más secreto se tiene un proyecto, más interés despierta entre todos los que adelantan hipótesis porque carecen de información. Para juzgar una obra debe hacerse el análisis una vez que esté terminada, en especial cuando se trata de lograr una convivencia feliz entre expresiones muy diferentes: la construcción antigua existente y la moderna que se le arrima. Cuando el proyectista revela sensibilidad, la convivencia encontrará una solución satisfactoria entre las dos partes. Sobran los ejemplos.

Por eso, más que un problema de diseño, se trata de un reto para la sensibilidad.

4. Hace unos meses un periodista me preguntó cuál era mi opinión sobre lo que se estaba construyendo. Contesté que no podía emitirla basándome en los escasos conocimientos que, para ese momento, tenía sobre la obra. Me refutó insistiendo: "¿Qué le parece la pirámide de Pei en el patio del museo del Louvre de París?, también se trata de un problema de convivencia". Contesté: "En primer lugar, no me compare Pei con Pou. Son dos actitudes, posiciones y percepciones completamente diferentes y, por el momento, prefiero no opinar".

Considero que la convivencia de lo moderno con lo antiguo no es ninguna novedad. Siempre se ha dado y siempre se dará. En Venecia, sobre el Gran Canal, desfilan diez siglos de diferentes expresiones arquitectónicas arrimadas las unas a las otras. Un palacio gótico pegado a uno barroco o uno manierista a uno neoclásico.

El conjunto alcanza una convivencia ambivalente porque, en cada caso, se tomó en cuenta lo construido existente con el fin de mantener la continuidad de un discurso coherente.

Proyectar y construir un edificio pensando sólo en la parcela, sin tomar en cuenta el ambiente construido del entorno, más que un desacierto puede significar falta de sensibilidad.

5. Todos sabemos que las imitaciones historicistas o en estilo siempre han resultado un fracaso. En ninguna de las tantas fases históricas de la arquitectura se ha renunciado a la expresión del momento que fue contemporáneo cuando se realizó. Basta con apreciar algunos ejemplos: el arquitecto Álvaro Siza en su Centro de Arte Moderno en el ambiente de Santiago de Compostela; el de Carlos Scarpa en Verona; o el de Pei en el museo de Louvre de París. En cada uno de los tres casos, los arquitectos han demostrado su sensibilidad al dejar manifiesta la comprensión de lo existente, de la acertada solución admirablemente adaptada a los espacios y en la relación volumétrica entre el aporte y la preexistencia. En otras palabras, la convivencia perfecta se manifiesta cuando una obra (moderna) no molesta a la otra (antigua), y viceversa. O, dicho de otra manera, cuando la calidad recíproca contribuye a la convivencia.

Sólo así se evitarán situaciones chocantes, agresivas o desproporcionadas. Por esto, insisto en la sensibilidad que --a pesar de no ser una materia que figure en los pensa universitarios-- sigue siendo uno de los requisitos insustituibles del quehacer arquitectónico. No olvidemos que ninguna universidad del mundo otorga el título de poeta.


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Es prematuro emitir opiniones sobre algo que aún no se ha terminado y que impide conocer lo más importante de una obra arquitectónica: el valor sensorial del espacio interior. Sólo conozco los adelantos de la estructura metálica y de su recubrimiento que encontré muy avanzado. Lo que más me dejo perplejo son las dimensiones faraónicas de la obra, que seguramente habría resultado más impactante si estuviera aislada del conjunto y creando su propio espacio. Su descomunal volumetría deja apabullada la vieja estructura de la iglesia que, además, ha perdido la parte correspondiente a la sacristía con el propósito de lograr la comunicación del Panteón-pasillo con el nuevo cenotafio.

No percibo ninguna relación entre la grandeza (tamaño) de la obra y la grandeza (inconmensurable) de Bolívar. Son dos significados opuestos que sólo una convivencia acertada logra aparear. Las dimensiones --grandes o pequeñas-no inciden en los sentimientos valorativos. La apoteosis glorificadora que encumbra a un ser humano excepcional y universal no se mide con volumetrías.

Al ver el acercamiento de las dos expresiones arquitectónicas la primera impresión recibida no fue la figura de Bolívar, sino la de dos momentos históricos de Venezuela. El viejo Panteón con su techo de tejas representa el período pre petrolero, de pocos recursos, mientras que la añadidura nueva simboliza el exceso de recursos que proporciona el petróleo.

¿Dimensiones para la gloria o para una jactanciosa ostentación? En esta breve nota sólo me he referido al problema de la convivencia. Espero se termine la obra y escuchar lo que me dirá. Tengo curiosidad de experimentar su espacio interior.

Volveré sobre el tema.

Fotografía: Omar Véliz

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