De las barras y estrellas
Luis Barragán
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Además del monopolio de la transmisión audiovisual, el PSUV ejerce el de los espacios parlamentarios y edilicios del país. Específicamente, no hay evento de mediano o gran fuste que tenga por escenario la Asamblea Nacional, donde la movilización de los partidarios no se imponga en la tentativa de amedrentar a los parlamentarios de la oposición, intimidándolos con el bullicio encendido de las consignas e insultos personales.
Ocurrió recientemente, en la doble sesión que sancionó la Ley Orgánica de Cultura. Para la última, tan larga y tediosa, alrededor de las nueve de la noche, se evidenció un relevo en las barras, seguramente costoso por las dificultades de reclutamiento, transportación y alimentación de quienes – seguramente – recibieron una gratificación adicional, pues, ni el más acendrado de los chavistas es capaz de transitar voluntariamente a pie el histórico centro de la ciudad capital a deshora.
Cual “Supersábado Sensacional”, quizá con la ansiedad de una toma televisiva que sirviera para el efímero estrellato en los hogares de familiares y relacionados, tronó el palco al compás de las intervenciones: las del oficialismo festejado, al lado de la oposición vituperada. Contra ésta, se dijo de todo aunque la microfonía ambiental seleccionaba el momento adecuado, pues, el objetivo de amilanamiento no compete a la transmisión por ANTV, sino al “plató” mismo con sus actores. Empero, apuntamos una triple curiosidad.
Digamos por una parte, al observar varios de los videos de las aludidas sesiones que se encuentran en la red de redes, hay quienes identifican a viejos militantes o activistas de los ahora partidos de oposición. De modo tal que la necesidad tiene “cara de perro”, o es tan pobre la movilización del PSUV que ha de apelar a aquellos de dudosa pureza ideológica, administrando el reacomodo político de la dirigencia más local.
Por otra, manipulados por la dirección de debates, a falta de argumentos, prosperó la ofensa, aunque sentimos que faltó una mayor vehemencia, pues, causándonos gracia, incluso, en medio del debate, al concluir una de nuestras intervenciones, escuchamos un grito que – asombrosamente – fue de halago. Es decir, mientras no temamos nadar contra la corriente, como en una ocasión que tuvimos que soportar una más enérgica barra al discutirse por vez primera la Ley de Desaparecidos (etc.), no queda otra opción que el respeto más íntimo y convencido de nuestras posturas, o, al menos, el reconocimiento de la cobarde villanía de los conductores del espectáculo.
Finalmente, estas movilizaciones interesadas y quirúrgicas sirven para una indeseada pedagogía de la violencia que confunde y extravía, pues, las estrellas de las barras no lograban comprender por qué de las numerosas intervenciones de un mismo orador de la oposición. La dirección de debates no les aclaró que se trataba del único miembro opositor de la Comisión Permanente de Cultura presente que – así - se convertía en vocero autorizado de su bancada, además de haber estudiado a fondo la materia.
Por contraste, valga la coletilla, las barras del extinto Congreso de la República fueron más democráticas en su composición, pues, con las seguras excepciones del caso, partido alguno podía monopolizarlas. Extrañando un ensayo histórico que las jerarquice, hubo situaciones en las que estuvieron a punto de desbordarse, como acaeció a finales de 1969 con el exitoso sabotaje de la sesión por el perezjimenismo: por lo menos, hubo taquígrafos que telegrafiaban una crónica ahora demasiado difícil.
Fotografías: LB, base de un poste en Bellas Artes, Caracas (05/09/13). Captura video del debate parlamentario del Proyecto de Ley de Cultura (13/08/13).
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