EL NACIONAL - VIERNES 29 DE OCTUBRE DE 1999 / OPINION
Cuatro constituyentes (siglo XX)
Jesús Sanoja Hernández
La Constituyente de 1901 eligió presidente provisional a Cipriano Castro, quien había asumido el mando el 22 de octubre de 1899 como jefe supremo. Castro, en su mensaje a aquella Asamblea Constituyente, entregó cuenta de la labor de su Dictadura, palabra suya, con mayúscula, que dejó caer como queriendo decir que de allí en adelante vendría un período menos cesáreo. Un año más tarde la asamblea de concejos municipales (¿descentralización acaso o, más bien, uso del municipio como vía franca del centralismo?) lo designaba Presidente de la República. El cuento no terminaría allí.
Porque la Constitución aprobada en marzo de 1901, fijó en seis años el período presidencial, a partir del 20 de febrero de 1902, sin reelección inmediata, lo cual significaba que Castro debía entregar el poder en febrero de 1908, año cuyo término resultaría, para él, fatal. No reelección inmediata que en 1904 desapareció con la reforma constitucional de ese año, permitiéndole continuar en el poder provisionalmente mientras llegaba el nuevo período sexenal, comprendido entre 1905 y 1911. Así, de no haberse atravesado su viaje a Europa, en noviembre de 1908, con el consiguiente golpe "reaccionario" de Juan Vicente Gómez el 19 de diciembre, habría gobernado casi doce años.
Si en octubre de 1899 se anunció un fin de siglo que, a su vez, marcaba el fin del caudillaje, como Castro lo llamaba, reemplazando la hegemonía de los jefes federales por la hegemonía andina, particularmente la de raíz tachirense, en octubre de 1945 los complotistas triunfantes dirían que con ellos comenzaba un nuevo ciclo y, para demostrarlo, convocaron a elecciones para constituyente el 27 de octubre de 1946, dando así origen a la que se instalaría el 17 de diciembre y sancionaría el 5 de julio de 1947 "la Constitución más avanzada de América Latina". Y de que era avanzada, lo era, nomás que parte de los golpistas militares de 1945, la desconocieron el 24 de noviembre de 1948. Aquello no fue un acto destinado a sepultar una constitución moribunda, sino a enterrar una carta magna naciente, que abría un abanico de esperanzas a un pueblo que por vez primera había ejercido el sufragio directo, universal y secreto, y que consagraba el debate político entre los cuatro partidos históricos (AD, Copei, URD y PCV), expresión, a su vez, de los cuatro grandes desafíos de la contemporaneidad.
La constituyente electa el 30 de noviembre de 1952 no duró ni una hora, pues sus resultados fueron modificados al instante por la Junta de Gobierno. Dos días más tarde se convirtió en un nido de oportunistas y mercenarios al consumarse el golpe de Pérez Jiménez. Ausente de sus rápidas sesiones estuvieron los triunfadores de la unidad popular (URD como eje) y Copei. "Constituyente espuria" fue llamada, con muchísima razón. El 9 de enero de 1953 ratificó a Pérez Jiménez como presidente provisional, quien el 15 de abril le puso el ejecútese a la nueva Constitución. Esta, en sus disposiciones transitorias, contemplaba la elección del presidente constitucional (el mismísimo dictador), del Congreso, de la Corte Federal, de la Corte de Casación, del contralor, del procurador, de las asambleas legislativas, de los concejos municipales... ¡Vaya!
Y así y todo, Pérez Jiménez quiso reelegirse a través de aquel ridículo plebiscito del 15 de diciembre de 1957 que, por suerte, selló la suya. La catástrofe del perezjimenismo abrió paso al período de Punto Fijo, por otros llamado "consenso de élites". La etiqueta de Punto Fijo no es del todo exacta y, para muestra basta un botón: en aquel bienio 1991-92, de Frente Patriótico, Notables y golpes, Uslar, quien había participado en la coalición de la Ancha Base, lo más parecido a Punto Fijo durante la execrada cuarentena democrática, achacó las culpas del fracaso democrático a Punto Fijo, que fue un pacto concertado por AD, URD y Copei, con compromisos muy bien establecidos, antes de las elecciones del 7 de diciembre de 1958. En cambio, la Ancha Base no pasó de ser una coalición posterior al acto electoral de 1963, tardó nueve meses en formalizarse y su pretexto fue consolidar, con variantes, el sistema nacido con la elección de Betancourt. Punto Fijo y Ancha Base, coaliciones al fin, y coaliciones tripartitas, constituyeron alianzas políticas bastante distintas a la alteración bipartidista ocurrida en la treintena 1968-1988.
Ese bipartidismo, destilación venenosa de los pactos tripartitos y los consensos de élites, naufragó el 6 de diciembre, y le permitió a Chávez hacerse de mayoría aplastante en la Constituyente de 1999, que al parecer va a relegitimar todos los poderes menos aquel que se asienta en Miraflores. A mi modo de ver, ventajismo presidencial que haría pareja con la reelección inmediata y sexenal.
Fotografía: Billiken, Caracas, nr. 23 del 01/05/1926.
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