viernes, 6 de septiembre de 2013

FOLLAJE

EL NACIONAL - Viernes 12 de Abril de 2013     Opinión/11
¿Cuál capitalismo? (I)
PEDRO CONDE REGARDIZ

Como hay elecciones presidenciales, conviene decir que cada vez que viajo a París en diciembre llamo para saludar a una estimada amiga cuñada del fundador de una prestigiosa revista semanal. Como siempre, me invitó a cenar y me dijo que deseaba auspiciar junto con otros invitados una conversación acerca de la crisis europea y del capitalismo.
Se concluyó que en el movimiento antiglobalización hay dos consignas: "Un mundo diferente es posible" y "El mundo no es una mercancía".
Se dudó que todos los activistas del movimiento tengan conciencia de las implicaciones de estos eslóganes. Como hablan del mundo, se supone que han superado el pensar en términos de intereses nacionales. También sueñan con otro mundo. Pero, ¿a qué se parece el soñado mundo? Aquí nos ayudó el segundo lema: se critica un sistema económico en el cual casi todo es una mercancía. Como la "mercantidización" agresiva es una de las características del capitalismo, se tendió a concluir que sueñan con un mundo no capitalista.
Se opinó que la mayoría de los participantes en el movimiento no desean crear un mundo no capitalista. Sólo desean hacerlo más justo, más social, más ético, más ecológico. Es más, no están contra la globalización, únicamente son críticos de ella. En estos movimientos hay una minoría de activistas cuya visión, incluyéndome, de un mejor/ diferente mundo es el de uno que supere el capitalismo, aunque después de la caída del Muro de Berlín se dejó de hablar abiertamente de una sociedad socialista, quizá, por temor a ser ridiculizado. Pero diez años más tarde, durante la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, mucha gente expresó que en el capitalismo hay pocas soluciones a lo social.
Cuando finalizó la Guerra Fría la esperanza de paz duradera estaba en el aire y hubo euforia en una gran parte de la poblacón mundial, pero hacia 1999 se había evaporado a causa de severas crisis económicas (Europa del Este, Rusia, México, sureste asiático) y guerras (en los Balcanes, Ruanda), así como el empobrecimiento creciente y la inseguridad económica de una amplia porción de la población mundial, al tiempo que se registraban escandalosas riquezas de una minoría, calamidades naturales y ambientales. Y gran número de refugiados que huían de las guerras, de la degradación ambiental, crisis económicas, sobre todo, de la pobreza. Los manifestantes de Seattle clamaban: "Let us smash capitalism". Muchos estaban convencidos de que un mundo diferente no sólo era posible sino también necesario. En 1989 nadie se imaginaba que la victoria mundial del capitalismo como ideología, aunque no como un sistema concreto, iba a durar tan poco. Incluso, desde el año 2000 ya la gente hablaba de su fracaso.
Muchos de nosotros estamos convencidos de este fracaso. Pero, ¿existe una alternativa? ¿Debemos buscar otra opción al capitalismo en sí o a partes dentro del capitalismo? La mayoría de los ocho comensales es reformista. Lo somos porque no hay alternativa al capitalismo. Había dos comensales radicales cuyas opiniones se acercaron al final a las nuestras. Piensan que aliviar los sufrimientos es en sí un objetivo mundial, especialmente porque estos radicales abandonaron la firme convicción de su pasado marxista según la cual las leyes de la historia llevarían a la humanidad hacia el socialismo o comunismo, incluso hacia algo más elevado, una mejor forma de sociedad. Ojalá se hubiesen discutido estos temas entre los candidatos en lugar se insultarse mutuamente, lo cual degrada la competición.

EL NACIONAL - Martes 23 de Abril de 2013     Opinión/9
¿Cuál capitalismo? (II)
PEDRO CONDE REGARDIZ

Cuando al comienzo de este año dicté una conferencia a los alumnos de doctorado de uno de mis antiguos profesores en el Institut d’Etudes Politiques de París, había en la audiencia ciertos activistas antiglobalización que no estuvieron de acuerdo con algunas de mis tesis, pues se desviaban un poco de sus nobles s posiciones, que, al terminar, seguimos discutiendo unos pocos en un café cercano. Íbamos hacia allá caminando cuando le pregunté a una joven dirigente, me dijo, de un pequeño partido trotskista, cómo esperaba que el capitalismo algún día sufriera una crisis tan severa que la clase trabajadora organizada le pondría fin y le argumenté que la gran mayoría de los trabajadores, incluso desempleados, viven bien en el desarrollado capitalismo, el cual se las ha ingeniado para superar las crisis, al menos en los países avanzados industrialmente, como se demostró en la Gran Depresión y en la destrucción causada por la II Guerra Mundial.
No dio una respuesta convincente.
Ya en el café otro alumno socialista me comunicó que mis análisis le parecía correcto, pero, preguntó: ¿Quién realizaría esa reforma del capitalismo que en sí ya es una revolución? ¿Cómo podrían las fuerzas sociales progresistas comunicar que la presente sociedad industrial per se, máxime creciendo continuamente, destruiría completamente el ambiente natural? Sobre todo cuando no hay conciencia de que es imposible un crecimiento infinito ante recursos naturales limitados, contradicción que nunca será superada con ayuda del conocimiento científico.
Entonces, si se libera el capitalismo de las compulsiones de obtener ganancias a como dé lugar en todas las actividades productivas y de un cierto crecimiento irracional en determinadas áreas claves, sería posible para la sociedad reorganizar la economía de una manera ecológicamente sustentable. En otras palabras, argumentó, el capitalismo indeseable tiene que ser reformado primero, sólo así puede haber esperanza de un cambio hacia algo mejor. Pensé que parecía convincente la lógica de este razonamiento. Pero tampoco pudo responder claramente: ¿Qué interés tenía la clase trabajadora de los países ricos industrializados en eliminar o reformar profundamente el capitalismo, dado que la gran mayoría vive muy bien en el sistema? Ante la pregunta: ¿Qué será de nosotros cuando, como se vislumbra, la sociedad capitalista finalmente colapse? Aseguró que era preciso organizar un partido ya. Sería la única fuerza sólida para construir un mundo mejor cuando se hunda la sociedad capitalista a causa de una crisis terminal. Toda la discusión entre los marxistassocialistas acerca de la cuestión relacionada con la crisis final del capitalismo es una triste historia. La tal crisis final no llega. Van y vienen crisis.
Se escriben libros. Hay análisis de todas las crisis y de la más reciente crisis general del capitalismo. En 1962, cuando economistas hablaban de un boom a la larga, Eugen Varga, famoso economista político-marxista de la antigua URSS, profetizaba: "Podemos pronosticar con gran probabilidad que esta vigésima centuria será la última del capitalismo..., o sólo existirán remanentes insignificantes". Y Jürgen Kuczynski, gran académico marxista, dijo, en 1977: "La crisis cíclica internacional de la sobreproducción tiende a agudizar las contradicciones que actúan en la crisis general del capitalismo". Como se ha constatado, Varga y Kuczynski se equivocaron. Al contrario, al final del siglo XX se desmoronó el sistema socialista en Europa del Este y China desmanteló la economía socialista para acoger el capitalismo. Y ahora hacia la libertad empieza en Cuba.

EL NACIONAL - Jueves 09 de Mayo de 2013     Opinión/8
¿Cuál capitalismo? (III)
En círculos científicos bien informados se habla de "peak oil" y muchos pronostican una grave crisis cuando el petróleo no pueda conseguirse
PEDRO CONDE REGARDIZ

Durante cada crisis acaecida en los años ochenta y noventa, brotaba la esperanza en algunos dirigentes ultraizquierdistas de que el capitalismo, como fue profetizado por Kuczynski, estaba en un trance difícil, si no final.
Se utilizaban expresiones como "la fiesta terminó" y "Titanic". Pero cada vez, después de una gerencia exitosa de la crisis y la subsiguiente recuperación, se ridiculizaba a los esperanzados extremistas. "El último respiro", que Kuczynski también creía posible, no era en todo caso en el porvenir inmediato. Mientras tanto, en Estados Unidos durante la era Clinton se hablaba de prosperidad y de cómo la gran crisis del este asiático, 19971998, no podía seriamente perjudicar al resto del mundo capitalista.
Realmente, surgió al comienzo de este siglo una crisis, la cual no parece alejarse, más bien se profundiza. Pero no tanto a causa de la agravación de las contradicciones internas del capitalismo, que existen, y de las cuales siempre hablan los marxistas. Tampoco por conflictos entre Estados capitalistas-monopolistas, ni entre bloques imperialistas, ni entre potencias colonialistas y sus anteriores colonias, semicolonias, ni entre las actuales potencias emergentes, menos por contradicciones entre la clase trabajadora y la clase capitalista.
La más importante causa de esta crisis es algo muy diferente que los marxistas y otros izquierdistas nunca antes imaginaron como una de sus causas. Me refiero al recalentamiento global, a una catástrofe climática, junto con otras calamidades ecológicas, que surgen de la diaria degradación global del ambiente.
(El hombre piensa mucho en sus derechos, pero poco en sus deberes. Conviene, entonces, una declaración universal de los deberes complementaria de la de los derechos).
Al mismo tiempo, y esta es la segunda causa más importante de la percepción de una crisis, un pronóstico hecho por Donella Meadows y sus coautores, en 1972, en el libro The Limits to Growth se está realizando, esto es, que las reservas de recursos no renovables se están agotando gradualmente.
Como sabemos, desde el comienzo del presente siglo, en el mercado mundial el precio del petróleo, "Die Blut der Welt", como tituló la revista semanal alemana Der Spiegel, esto es, "la sangre del mundo", la más importante fuente de energía para la economía global, ha subido casi continuamente. En círculos científicos bien informados se habla de "peak oil" y muchos pronostican una grave crisis cuando el petróleo no pueda conseguirse, tal como sucedió en el pasado con otras materias primas. También se han incrementado en el mercado mundial los precios del gas natural, el carbón e importantes metales. Y más preocupante, desde 2007, aumentan los precios de los alimentos. Para tranquilidad de la humanidad, hay cambios geopolíticos motivados por la esperanza en el nuevo gas de esquisto, aunque tiene sus bemoles, y la energía proveniente del hidrógeno.
Esta doble crisis, que la veo como una pinza, no es únicamente del capitalismo, como gustarían verla muchos extremistas de izquierda. A la larga, acarrearía inevitablemente el final de la sociedad industrial capitalista e, incluso, una sociedad industrial socialista también perecería.
Hay quienes piensan que la antigua Unión Soviética fracasó, aunque no sólo por eso, debido a una crisis relacionada con los recursos y la ecología.
Ahora bien, si el problema, en parte, es la sociedad industrial capitalista o socialista, ¿es viable, dada la demografía, una sociedad socialista no industrial? ¿Necesariamente tiene que ser industrial una sociedad socialista? Pues bien, la transición hacia una sociedad no industrial y sustentable no puede comenzar sin haber superado el capitalismo. Otra pregunta, entonces: ¿Es posible que el capitalismo colapse por muchas de sus contradicciones internas que señalan los marxistas antes de que nos golpee una crisis más severa originada por una fuerte catástrofe climática y ecológica?

Fotografía: LB, incendio en la esquina de una céntrica avenida caraqueña.

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