lunes, 9 de septiembre de 2013

PRIORIDAD

Domingo 23 del Tiempo ordinario (C) Lucas, 14, 25-33:
No de cualquier manera
José Antonio Pagola

Jesús va camino de Jerusalén. El evangelista nos dice que le “acompañaba mucha gente”. Sin embargo, Jesús no se hace ilusiones. No se deja engañar por entusiasmos fáciles de las gentes. A algunos les preocupa hoy cómo va descendiendo el número de los cristianos. A Jesús le interesaba más la calidad de sus seguidores que su número.
De pronto “se vuelve” y comienza a hablar a aquella muchedumbre de las exigencias concretas que encierra el acompañarlo de manera lúcida y responsable. No quiere que la gente lo siga de cualquier manera. Ser discípulo de Jesús es una decisión que ha de marcar la vida entera de la persona.
Jesús les habla, en primer lugar de la familia. Aquellas gentes tienen su propia familia: padres y madres, mujer e hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más queridos y entrañables. Pero, si no dejan a un lado los intereses familiares para colaborar con él en promover una familia humana, no basada en lazos de sangre sino construida desde la justicia y la solidaridad fraterna, no podrán ser sus discípulos.
Jesús no está pensando en deshacer los hogares eliminando el cariño y la convivencia familiar. Pero, si alguien pone por encima de todo el honor de su familia, el patrimonio, la herencia o el bienestar familiar, no podrá ser su discípulo ni trabajar con él en el proyecto de un mundo más humano.
Más aún. Si alguien solo piensa en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar, si se preocupa únicamente de sus intereses, que no se engañe, no puede ser discípulo de Jesús. Le falta libertad interior, coherencia y responsabilidad para tomarlo en serio.
Jesús sigue hablando con crudeza: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”. Si uno vive evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y penalidades, si no está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios y su justicia, no puede ser discípulo de Jesús.
No se puede ser cristiano de cualquier manera. No hemos de confundir la vida cristiana con formas de vivir que desfiguran y vacían de contenido el seguimiento humilde, pero responsable a Jesús.
Sorprende la libertad del Papa Francisco para denunciar estilos de cristianos que poco tienen que ver con los discípulos de Jesús: “cristianos de buenos modales, pero malas costumbres”, “creyentes de museo”, “hipócritas de la casuística”, “cristianos incapaces de vivir contra corriente”, cristianos “corruptos” que solo piensan en sí mismos, “cristianos educados” que no anuncian el evangelio…
¿QUE HACER ANTE EL SUFRIMIENTO?
Tarde o temprano, a todos nos toca sufrir. Una enfermedad grave, un accidente inesperado, la muerte de un ser querido, desgracias y desgarros de todo tipo nos obligan un día a tomar postura ante el sufrimiento. ¿Qué hacer?
Algunos se limitan a rebelarse. Es una actitud explicable: protestar, sublevarnos ante el mal. Casi siempre esta reacción intensifica todavía más el sufrimiento. La persona se crispa y exaspera. Es fácil terminar en el agotamiento y la desesperanza.
Otros se encierran en el aislamiento. Viven replegados sobre su dolor, relacionándose solo con sus penas. No se dejan consolar por nadie. No aceptan alivio alguno. Por ese camino, la persona puede autodestruirse.
Hay quienes adoptan la postura de víctimas y viven compadeciéndose de sí mismos. Necesitan mostrar sus penas a todo el mundo: «Mirad qué desgraciado soy», «ved cómo me maltrata la vida». Esta manera de manipular el sufrimiento nunca ayuda a la persona a madurar.
La actitud del creyente es diferente. El cristiano no ama ni busca el sufrimiento, no lo quiere ni para los demás ni para sí mismo. Siguiendo los pasos de Jesús lucha con todas sus fuerzas por arrancarlo del corazón de la existencia. Pero, cuando es inevitable, sabe «llevar su cruz» en comunión con el Crucificado.
Esta aceptación del sufrimiento no consiste en doblegarnos ante el dolor porque es más fuerte que nosotros: eso sería estoicismo o fatalismo, pero no actitud cristiana. No trata tampoco de buscar «explicaciones » artificiosas, considerándolo castigo, prueba o purificación que Dios nos envía. El Padre no es ningún «sádico» que encuentra un placer especial en vernos sufrir. Tampoco tiene por qué exigirlo, como a pesar suyo, para que quede satisfecho su honor o su gloria.
El cristiano ve en el sufrimiento una experiencia en la que, unido a Jesús, puede vivir su verdad más auténtica.. El sufrimiento sigue siendo malo, pero precisamente por eso se convierte en la experiencia más realista y honda para vivir la confianza radical en Dios y la comunión con los que sufren.
Vivida así, la cruz es lo más opuesto al pecado. ¿Por qué? Porque pecar es buscar egoístamente la propia felicidad rompiendo con Dios y con los demás. «Llevar la cruz» en comunión con el Crucificado es exactamente lo contrario: abrirse confiadamente al Padre y solidarizarse con los hermanos precisamente en la ausencia de felicidad.

http://www.redescristianas.net/2013/09/05/domingo-23-del-tiempo-ordinario-c-lucas-14-25-33-no-de-cualquier-manerajose-antonio-pagola/
http://www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php

En la consabida hoja dominical ("El Domingo, Día del Señor", XIII del Tiempo Ordinario /C), pregunta el Padre Antonio Gracia: "¿Cómo vives tu fe en Jesús? ¿Qué realidades te apartan de él? ¿Qué fuerza interior te alienta en su seguimiento?".

Fotografía: María F. Sigillo (2013).

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